El Correo de Burgos

42 Festival Internacional de Folclore

Bailar hasta el infinito y más allá

El público, sentado y de pie, arropa el carrusel de danzas y músicas desplegadas en el centro

Los bailarines africanos irrumpieron como un torbellino.-Santi Otero

Los bailarines africanos irrumpieron como un torbellino.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Con un ojo en la cerveza y otro en lo que ocurría en el paseo del Espolón y, a la vez, inmortalizándolo con el teléfono móvil. En auténticos equilibristas se convirtieron quienes gozaban de la veraniega tarde burgalesa a la sombra de los plátanos, con la chaqueta olvidada en el respaldo de la silla, y sin manos libres para el aplauso. Las terrazas tornaron en auténticos patios de butacas del espectáculo que desplegaron los bailarines y músicos de todos los grupos invitados por el Festival Internacional de Folclore en el ya tradicional pasacalles por el centro, preludio de que el final está a punto de escribirse.

Los que no pillaron donde asentar sus posaderas, arroparon a los artistas apostados a un lado y otro de las vías.Se adivinaba una buena entrada de público desde el inicio del recorrido. Se arremolinaban los curiosos entre la Diputación y el Teatro Principal ávidos de que empezara ya. Un solo perdido de una trompeta cubana fue la señal. ¡Vamos pallá!Bastó esa nota para que se desatara el baile. Hasta el infinito y más allá (léase plaza de San Juan). La alegría y calidez de los movimientos cubanos dibujaron las primeras sonrisas en el público. Vuelta aquí, vuelta allá. Se extenderían como una serpentina por El Espolón, sorprenderían a las señoras que se tomaban un café frente a la imponente Catedral, ábreme la puerta pedirían a los agolpados en La Paloma... y, aseguraban los voluntarios que los acompañaban, no beberían agua hasta el final del trayecto. El espectáculo que protagonizarían los de Camagüey por la noche en San Juan se presumía de escándalo.Y si los caribeños llevaban el ritmo en vena, los keniatas, que bailaban por primera vez ante los burgaleses y también lo harían por la noche en San Juan, les pisaban los talones (en figurado y literal). African Tumbas no llega a veinte integrantes pero alborotan como cien. Imparables sus pies, sus tambores, sus miradas, sus risas, su bandera... Su todo.Contrastaba ese torbellino procedente de la capital keniana con los elegantes y ordenados movimientos de los siberianos. Cabriolas imposibles, como han venido demostrando los últimos días, pero con todos los pasos medidos. De contrastes también va este encuentro con las culturas del mundo.

Choque también el de rusos y nicaragüenses. Explosión de color, danzas cadenciosas, juegos de falda, sombreros de plumas de colores... Siempre protagonista la música de la marimba, tocada por uno y portada por dos.Hasta Belgrado debió llegar la fama de ciudad fría (en cuanto a temperaturas) de Burgos porque con sus buenas medias de lana bailaron los serbios, que arrancaron aplausos a su paso por las calles, igual que los levantaron los zamoranos. Ataviados con sus trajes de fiesta de Carbajales de Alba, brillaron y no solo por los destellos que desprendían esos ricos vestidos, bordados con hilos y cristales de mil y un colores hasta el mínimo detalle (los zapatos de las bailarinas, que seguían el dibujo, fascinaron a más de uno).Cubanos, kenianos, siberianos, nicaragüenses, serbios y zamoranos se estiraron como una tentadora serpiente que seducía a propios y extraños. Hasta las agujas de la Catedral parecieron contonearse a su paso.

De las maracas cubanas al vino serbio o los amuletos kenianosSin alfombra roja, pero con una escenografía de lujo, la puerta de Coronería de la Catedral, se inició el tradicional besamanos con el que arranca la recepción municipal a los participantes del Festival Internacional de Folclore. El alcalde, Javier Lacalle, acompañado por la presidenta del Comité de Folclore, Regina Peñacoba, las reinas de la ciudad, Irene Antón y Janire Hortelano, y las damas recibieron a una pequeña representación de cada una de las compañías, incluidas las burgalesas. Un desfile encabezado por el rey y la reina de esta edición, Stevan (Serbia) y Noris (Cuba), que concluyó con todos en el patio del noble edificio. Allí, tras las consabidas palabras de bienvenida, se produjo el intercambio de regalos. Una metopa con el escudo de la ciudad, un disco con la música tradicional burgalesa y una carpeta con láminas de su indumentaria viajarán a Cuba, Kenia, Nicaragua, Serbia, Rusia y la cercana Zamora. Ellos correspondieron con unas maracas cubanas, unas estatuas kenianas útiles para espantar a los demonios, unas carracas y otros instrumentos de percusión nicaragüenses, espléndidos fueron los serbios que al vino y baraja con fotos añadieron un vistoso collar para Peñacoba, un libro y artesanía rusa y también zamorana. Todo fueron risas, buena armonía, fotografías...

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