El Correo de Burgos

Arranca la temporada de letras / Hoy, en la librería Hijos de Santiago Rodríguez de la calle Avellanos, 4

Andrés Pascual: «Hay que rebelarse contra el destino en lugar de hincar la rodilla»

Las tardes de sábado rellenando los cuadernos ‘Mis dictados’, creados por su abuelo, sembraron una semilla que afloró en 2007 con su primera novela, ‘El guardián de la flor de loto’. Abrió un camino sin fin: ‘El compositor de tormentas’, ‘Edén’, ‘El viaje de tu vida’, ‘Taj’... y la última, ‘A merced de un dios salvaje’

Andrés Pascual.-Ainhoa Barrio

Andrés Pascual.-Ainhoa Barrio

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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Un mes de septiembre de hace once años, Andrés Pascual (Logroño, 1969) se plantó en Burgos con su ópera prima, El guardián de la flor de loto, como único equipaje. El autor riojano iniciaba a orillas del Arlanzón la promoción de su primera novela. Desde entonces, la ciudad actúa a modo de talismán, aunque cuando no ha pasado por aquí también le haya ido bien. Pasó de largo con Taj, Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio, y El oso, el tigre y el dragón, II Premio Urano de Crecimiento Personal y Salud Natural. Recupera esa costumbre con su nueva obra, A merced de un dios salvaje (Espasa), que presenta hoy en la librería Hijos de Santiago Rodríguez (Avellanos, 4) a las 19.30 horas.Andrés Pascual vira en su carrera literaria de nuevo con A merced de un dios salvaje. Se adentra en la novela de suspense y, por primera vez, deja atrás los lugares exóticos y lejanos para quedarse en su tierra. La Rioja es una protagonista más en la historia. Los otros son Hugo Betancor, un fotógrafo de prensa en horas bajas, y su hijo Raúl, un niño de 11 años aquejado de una enfermedad rara. Ambos se plantan en el pueblo de San Vicente de la Sonsierra para reclamar parte de una bodega familiar como herencia. Su presencia despertará viejos fantasmas, sobre todo el del tío del niño, del que es una gota de agua, desaparecido veinte años atrás tras una feroz tormenta, que hace aflorar el sentimiento de culpa, sospecha y temor latente en los habitantes.«En esos microuniversos rurales, pueden ser los de La Rioja o Burgos, somos dados a enterrar aquellas cosas de las que no queremos hablar o a las que tenemos miedo a enfrentarnos, esos dioses salvajes que nos atenazan, y cuando enterramos los conflictos no desaparecen, se necrosan. Son cuentas pendientes que llevamos constantemente en la mochila, nos impiden avanzar y el día que salen a la superficie estallan y se llevan por delante todo lo que encuentran», observa el escritor a través del teléfono desde Santander, donde paraba ayer la gira de promoción.Y ese huracán es el que provocan Hugo y Raúl con la llegada a Las Brumas, la bodega familiar, que se erige «como un ser vivo que los insta a dejar las cosas como están». No la harán caso. «Se dan cuenta de que para arreglar el presente deben reparar el pasado primero».«Este libro marca un antes y un después», apostilla Pascual y confiesa que, a pesar del miedo con el que daba este paso, siente que ha encontrado su camino. «Hace tiempo que quería escribir una novela ambientada en La Rioja, pero conlleva una carga de responsabilidad mayor por ser autor de la tierra y estaba esperando la trama ideal. Tener paciencia, seguir madurando los proyectos y dejar que fluyan sin prisas da buenos resultados», comparte.El destino le sirvió esa trama. Cuenta que durante un viaje entre los viñedos de la Rioja Alta, vendiendo las bondades de su tierra a unos amigos de Londres, se fijó en un abuelo y un niño que andaban por ahí. «Interactuaban de una forma muy especial, había un toque de sensibilidad que me atrapó. Era un brochazo de belleza en lo más cotidiano». Casualmente, la madre del pequeño era amiga de su mujer. Y así conoció la historia de Raúl, un niño con el Síndrome de Dravet, una enfermedad rara que provoca constantes ataques epilépticos desde que el pequeño es bebé. Raúl, asegura Pascual, «es el alma de la novela, el espíritu motor».Él le demostró que todo, hasta el paisaje más cotidiano, podía ser sorprendente si se contempla con ojos de niño. «Todo lo es cuando te enfrentas al mundo con sorpresa, fascinación, espontaneidad. Encontré un universo literario que envidiaría cualquier escritor de thriller nórdico o americano porque en la Sonsierra hay lagares milenarios, tumbas antropomórficas, cuevas de eremitas...», enumera entusiasmado con este hallazgo que se le antoja inagotable y que supone el inicio de una serie con los mismos protagonistas.

Debe mucho a su tierra y también a Raúl y a su familia. La visibilidad que la novela está dando al Síndrome de Dravet es su mayor alegría. Además de la lección de vida que ha aprendido.«Es fascinante conocer cómo se enfrentan a este destino que parecía implacable sin miedo ni rubor. Comprendí que las familias que viven en el reino de la tormenta no estaban esclavizadas con el pasado y el futuro, sino que viven el presente en plenitud. Ellos no despiertan cada día, renacen cada día, son conscientes de la fortuna que tienen y se sienten obligados a aprovechar cada instante porque este es único», se explaya el escritor, quien, fiel a su estilo, esconde un mensaje para el lector entre estas páginas: «Debemos rebelarnos contra todos nuestros destinos, enfrentarnos a nuestros dioses más salvajes en lugar de hincar la rodilla y desesperarnos».Y afirma que las cepas de La Rioja, «que de un suelo malo, malo sale un vino bueno, bueno», son el mejor símbolo de ese espíritu de rebelión.

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