El Correo de Burgos

PABLO CARBONELL / LÍDER DE LOS 'TOREROS MUERTOS'

"Tenemos la tarea autoimpuesta de luchar contra la mojigatería"

Los 80 que le encumbraron vuelven mañana sábado al Hangar. Se mantiene «excesivamente silvestre» sobre el escenario

Pablo Carbonell.-ECB

Pablo Carbonell.-ECB

Publicado por
D.S.M.
Burgos

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Si se ofende, que sea con elegancia. La sonrisa de oreja a oreja, la ironía como arma arrojadiza y la ausencia aparente de «mala leche» descolocan al enemigo. Con esa baza juegan Los Toreros Muertos cuando saltan al ruedo. Cada canción es una banderilla, simpática pero mordaz, que se clavó en los corazones de toda una generación que ha conocido el «amor» entre litros de cerveza en sus conciertos. La Movida hubiese sido menos Movida sin ellos. Seguramente a Pablo Carbonell se la resbale por completo. Siempre ha ido a lo suyo porque es la única manera de reinventarse constantemente. A estas alturas ha hecho casi de todo, pero se plantea nuevos retos como destruir el reguetón desde dentro o elaborar su propio vino. Tampoco descarta atracar un banco, aunque solo sea por pura adrenalina.

Pregunta.- 30 conciertos en 2018. Se ve que Los Toreros de Muertos nada, que están muy vivos...

Respuesta.- ¿30 nada más? Me parecen pocos (ríe). Bueno, aparte de los 30 conciertos habré dado unos 30 recitales yo solo con la guitarra y también unas 30 funciones de teatro con El mundo de la tarántula, que ya he cerrado definitivamente. Ha sido un año muy bueno.

P.- ¿Alguna sorpresa para cerrar el año en Burgos?

R.- La gente va a escuchar canciones nuevas, aparte de las conocidas, que le van a sorprender mucho porque estamos mucho más definidos como grupo. Hemos tirado por el punk folklórico a saco con un rollo verbenero que antes no teníamos. Seguimos jugando con los estilos e ironizando con las ideas generales de las canciones, pero el estruendo folklórico preside nuestro trabajo actual.

P.- ¿Cómo se presenta 2019? De momento, solo veo tres fechas en la web de la banda...

R.- Ya tenemos unas 15, pero creo que salvo una que vamos a hacer en febrero, en Puertollano, la nueva gira arrancará realmente en La Riviera el 12 de abril. Ahí ya iremos con sección de metales y posiblemente con una charanga de Azuqueca que se llama El Conejo de la Loles y que ya redondea todo este estruendo.

P.- Me puede la curiosidad porque nunca les he visto en directo. ¿Qué tipo de fauna pulula por sus conciertos? ¿Se ven caras nuevas o son los mismos de siempre que ya han peinado canas?

R.- Hay muchas chicas. Somos un grupo que atrae mucho a las chicas y también a la gente que quiere beber. El problema es que somos un grupo que da sed. Y hay algo que a mí me ha pasado muchas veces. Mucha gente ha conocido a su amor en un concierto de Los Toreros Muertos. La siguiente vez han venido con un cochecito de bebé.

P.- Eso es bueno, ¿no?

R.- No lo sé. No sé si el ecosistema está para aguantar a más humanos, pero es algo irremediable. El trastorno que provoca nuestro directo hace que la gente se eche la manta a la cabeza y luego paga las consecuencias.

P.- ¿Se plantean nuevas fórmulas como el trap o el reguetón para atraer a la chavalería?

R.- Tengo una letra que podría encajar dentro de un ritmo así. Como te diría... ¿Calentorro? No te extrañe, porque nosotros siempre hemos ironizado con los estilos y el reguetón tiene casi todas las papeletas para que le toque. Hombre, será un reguetón sarcástico, que se ría de los estereotipos reguetoneros. Un reguetón que sea la esencia del reguetón. Es la mejor manera de cargárselo. Los Toreros Muertos somos muy cervantinos en ese sentido. Para acabar con las novelas ridículas de caballería haces la más ridícula de todas. Esa es nuestra manera de funcionar.

P.- ¿Están cayendo bien los temas nuevos en directo?

R.- Se han incorporado perfectamente y el público los celebra. De hecho, la gente con la que hicimos lo del Wizink Center (el festival Locos por la Música de Kiss FM) nos decía: «ni se os ocurra meter los temas nuevos, que esto va de los 80». Le dije al tipo que eran los que más habían aplaudido, se quedó callado y me tuvo que dar la razón.

Lo que hemos hecho ha sido buscar canciones con Denominación de Origen como el himno a Teruel o Zamorana; pintoresquismo llevado al extremo como Me voy a la siesta y un poco a la pachanga, por qué no decirlo. Hay pachanga, pasodobles, rumbas, bolero skatalizado... La gente entiende rápidamente esos ritmos porque son muy autóctonos, muy españoles.

P.- ¿Le ha llamado algún ofendido de Zamora o Teruel?

R.- Supongo que alguno habrá, claro que sí, pero no me han llamado. La última vez que me llamaron fue un falangista porque no le gustaba la letra de «soy falangista, me voy de excursión». Desde entonces no me ha llamado nadie diciendo que me iba a esperar en la puerta. En realidad, es una tarea autoimpuesta de Los Toreros Muertos luchar contra la mojigatería y el pensamiento único. Un concierto nuestro es un canto a la libertad. Nos permitimos unas libertades que otra gente, más encorsetada por su estilo o por el qué dirán, no se puede permitir. Además, no sé si te he dicho que somos bastante payasos...

P.- No tal cual, pero lo ha dado a entender.

R.- El payaso es la evolución. Después del punk viene el payasismo.

P.- Aún así, ¿no se lo piensa dos veces a la hora de escribir por si las moscas en Twitter?

R.- Mi opinión la reservo para mis amigos. Twitter es un sitio lleno de ofendidos y me he pasado a Instagram, donde la gente es más amable aunque también más superficial, pero no pierdo tanto tiempo. En Instagram voy por la vida como un turista, buscando la forma de sacar bonitas las cosas que veo.

P.- Hoy en día da la impresión de que el humor es una profesión de riesgo...

R.- Ciertamente. Esas cosas que llenan de angustia al payaso luego se olvidan rápido, pero el rato en el que uno está pensando que le van a partir la cara por la calle se pasa mal. No tenemos mucha sensibilidad en general. De todas maneras, también es tarea del humorista meter el dedo en el ojo a los vicios de la sociedad. Pero hay que hacerlo con maestría. No se nos puede escapar la mala leche, aunque la tengamos, ni tampoco la puntería. Cuando damos, tenemos que dar en el sitio apropiado.

P.- Ha llevado a escena El mundo de la tarántula, su autobiografía. ¿Cuesta desnudarse interiormente cara a cara con el público?

R.- Ha sido como una especie de terapia, me ha sentado muy bien. Lo que pasa es que he estado casi tres años haciéndolo y el polvo del tiempo ha caído sobre la mayoría de los personajes de los que hablo en la función. Tengo una sensación viejuna, lamentable también, cuando evoco a mis amigos Pedro Reyes, Javier Krahe, Fernando Fernán Gómez, Juan Luis Galiardo e incluso Mariano Rajoy, que ya no es presidente. A la obra le ha caído el tiempo encima y, antes de que sea incomprensible para la gente, la he guardado en un baúl.

P.- ¿Algún proyecto audiovisual a corto plazo?

R.- Voy a estar con Los Lunnis porque me han invitado a la Cabalgata de Reyes y hago de Merlín. Estrenaré Lo nunca visto y tengo dos o tres películas en las que hago pequeñas apariciones, pero el proyecto audiovisual más importante es irnos a Colmenar de Oreja, donde se grabó Villarriba y Villabajo, con el director de la serie, para grabar el videoclip de la canción Me voy a la siesta, que esperamos tener colgada en febrero. Entre lo más reciente ahora mismo, el proyecto con más visibilidad es el anuncio alternativo de la Lotería 2018.

P.- Lo he visto y es un puntazo. ¿Ha pensado en ofrecerse para hacer el spot oficial del año que viene?

R.- No lo he pensado, pero este tipo de cosas para las que a veces nos llaman, que son altruistas y en las que te invitan a comer en la cafetería... Siempre me da la sensación de que son las mejores cosas que hago. Acabamos de estrenar Mi amor perdido, que me parece una comedia tipo Blake Edwards muy digna, pero la verdad es que mis expectativas ahora mismo están en el anuncio de la Lotería, en que alguien lo vea y piense que «este chico vale para...». Se nota que ahora soy muy feliz haciendo canciones y saliendo de gira. Y esto creo que a los productores de cine les espanta, me deben encontrar ingobernable, excesivamente silvestre.

P.- A muchos se nos hacía raro verle en Hospital Central. ¿Le costó adaptarse a un registro tan dramático?

R.- El drama es mucho más sencillo que la comedia. Mi principal problema era decir con seguridad «le voy a quitar el páncreas esta tarde y mañana se puede ir a casa». Porque claro, no había visto nunca un cuerpo humano en una mesa de operaciones. No es que lo viéramos en el ‘hospital’, pero me empeñé en ver operaciones y descubrí que tenía un cirujano en mi interior, que me mola. Fui a varias y me gusta el ambiente. El cuerpo humano se mueve por dentro, como si fuese una casquería viva. Es muy bonito.

P.- ¿Qué le queda a Pablo Carbonell por hacer en esta vida?

R.- Me gustaría hacer vino...

P.- ¿Para echar Coca Cola y hacer un calimocho?

R.- No, no. Quiero hacer Vino. Hace poco estuve en una bodega y ahí se me ocurrió qué es lo que me faltaba por hacer. Pero no era hacer vino la respuesta que encontré, la tenía que haber apuntado porque siempre se me olvida. Y también atracar un banco. A veces sueño con ello.

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