El Correo de Burgos

PRESENTACIÓN / INOCENCIO ARIAS

«España está en primera, pero no en la Champions»

El diplomático español Inocencio Arias presentó ayer su último libro en el Museo de la Evolución Humana.-ISRAEL L. MURILLO

El diplomático español Inocencio Arias presentó ayer su último libro en el Museo de la Evolución Humana.-ISRAEL L. MURILLO

Burgos

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La vida de Inocencio Arias da, como mínimo, para un señor libro. Sin embargo, siempre ha pensado que escribir su autobiografía sería un acto de «pedantería» porque no se considera una «personalidad importante». Por eso, cuando Plaza & Janés le propuso redactar sus memorias se negó en rotundo, pero llegó a un acuerdo que satisfizo a ambas partes: Narrar «la mitad» de su experiencia como representante de los intereses de España en el extranjero y destrozar esa «imagen estúpida que nos han colgado a los diplomáticos de personas envaradas, presumidas y engreídas a las que solo les gusta ir a cócteles».El apretón de manos entre Arias y la editorial propició el desarrollo de Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones, libro anticlichés con tres años de vida y unas cuantas ediciones a sus espaldas que ayer presentó, junto al director de EL MUNDO DE CASTILLA Y LEÓN, Pablo Lago, en el salón de actos del Museo de la Evolución Humana. De entrada, sabía que el título era «llamativo», lo suficiente para picar la curiosidad del lector. Lo más importante, eso sí, es que en ningún caso «faltaba a la verdad».Aunque una vez se cruzó con un diplomático que «reproducía el tópico», también conoció a «gente muy normal a la que le gustaba el fútbol y no se preocupaba de llevar la raya perfecta en el pantalón» que se preparaba las oposiciones. Una vez caído el mito, descubrió que, como él, todos compartían una «curiosidad natural por ver cómo son otras culturas, por qué hay guerra o paz en un determinado país o por qué Estados Unidos es el país más importante del mundo y no Gran Bretaña».Si hablamos de «intensidad» a lo largo de su trayectoria profesional, Arias se remonta al asalto de la Embajada de España en Lisboa a finales de septiembre de 1975, dos meses antes de que falleciese Franco. El fusilamiento de tres militantes del FRAP y dos de ETA de una manera «bastante rudimentaria y chapucera» generó un «estallido de irritación y cólera» que se convirtió en la excusa perfecta para «aguijonear y precipitar la caída del régimen». Por aquel entonces, la Revolución de los Claveles despertaba pasiones entre la izquierda europea y el embajador español «salió corriendo» hasta la casa de Arias. Lógicamente, ambos pasaron una noche «muy traumática» porque pensaban que «podían venir a por nosotros».También vivió con tensión, «psicológica» y arterial, la invasión de Irak en 2003. El Ejecutivo de José María Aznar apoyó «decididamente» a la Administración Bush y «a no ser que dimitiese, tenía que explicar la postura del Gobierno español y apoyar la intervención militar» aunque «no siempre sea agradable». Pero más allá del rechazo latente desde buena parte de la opinión pública -entre otras cosas, porque «el pueblo español es bastante antiestadounidense»-, lo que más le afectó en aquellos momentos fue el hecho de que sus propias hijas también saliesen a la calle para manifestarse.¿Sirve para algo la ONU en el siglo XXI?, se pregunta Arias en uno de los capítulos. ¿Y bien? Sin medias tintas, sostiene que vale para «muchísimo menos de lo que fue concebida». Puede que haya ayudado a «erradicar enfermedades» y garantizado «más o menos bien» la protección de la «infancia», de la «mujer» o de los «refugiados». No obstante, cree que ha sido «incapaz» de evitar conflictos que aún siguen vigentes como el de Palestina e Israel o el del Sáhara, cuyos habitantes «no han podido votar» sobre su independencia o adhesión territorial.«Aprobado raspado» para la ONU en el apartado bélico y un panorama económico poco alentador por culpa del Brexit y el conflicto comercial entre China y Estados Unidos. Si algo tiene claro Arias es que España juega un «papel secundario» porque «está en primera, pero no en la Champions». En cualquier caso, lamenta que los británicos hayan comprado «una moto que es mentira» y no duda en criticar a Donald Trump, un personaje «inquietante» que «ladra más que muerde».De cara al 10-N, el diplomático teme que el país siga «estancado». En su opinión, Pedro Sánchez pretende gobernar «gratis» esperando que Pablo Casado y Albert Rivera «se enfunden el traje de hombres de Estado» por la vía de la abstención. Visto lo visto, y aunque el líder socialista no hiciese lo propio con Mariano Rajoy, aboga por dicha solución si previamente «deshace lo pactado» o deja de alcanzar acuerdos con los «separatistas».

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