El Correo de Burgos

PINTURA / EXPOSICIÓN

«Ventanas a mundos infinitos»

Verónica Alcácer del Río, la Niña Vero, traza dos vertientes reales e imaginarias del paraíso, a caballo entre Burgos y la costa, en el Consulado del Mar hasta el 19 de diciembre 

Exposición de la Niña Vero en el Consulado del Mar. SANTI OTERO

Exposición de la Niña Vero en el Consulado del Mar. SANTI OTERO

Publicado por
Burgos

Creado:

Actualizado:

El paraíso se sueña, pero también se construye. Se idealiza en vida y, a veces, puede palparse. En nuestra mano está. También en la de artistas como Verónica Alcácer del Río, más conocida como la Niña Vero por estos lares. Pincel, creatividad y escenarios reconocibles.

Con eso le basta para abrir «ventanas a mundos infinitos». Próximos, lejanos o imaginarios. El viaje arranca desde un enclave histórico estrechamente relacionado con la Catedral de Vyrgis

Con su lado de Mar en el Consulado del Mar. Verónica no solo juega con los colores, también hace de las suyas con la palabra. Sugerente el título de su nueva exposición, abierta desde hoy hasta el 19 de diciembre, de martes a domingo. Antes de entrar en detalle, la pintora celebra que no es una sala cualquiera la que acoge su obra. 

Anclado en Burgos desde hace siglos, como ella misma de un tiempo a esta parte, conviene detenerse en la «impresionante conexión» que existe entre este espacio y la Catedral. Con el VIII Centenario como telón de fondo, a la artista no se le escapa el hecho de que el otrora epicentro del comercio marítimo financió un sinfín de mejoras en la Seo. Tenemos por lo tanto, invisible pero latente, una «suma de historia y de etapas del tiempo» ante nuestros ojos. 

También valora la artista el «público espectacularmente variado» que se deja caer habitualmente por el Consulado.  Cero elitismo: el Espolón es de todos y la sala «prolonga» con orgullo el paseo. Ahora sí, toca adentrarse en la propuesta de esta «intensa» e inquieta todoterreno. 

La muestra se divide en dos espacios claramente diferenciados. La «aventura», el «viaje interior» del espectador, arranca en nuestro paraíso más cercano. Catedral, naturaleza, nieve... Burgos suena sin necesidad de música, vibra a través de los sentidos y embriaga con su exquisita belleza.

Tres colores primarios con su propia idiosincrasia (amarillo puro, magenta y azul cian) bastan para desarrollar una «gama cromática muy extensa» que da alas al pincel en cuestión de segundos. 

Nada nuevo bajo el sol. Quien conoce la obra de esta veterana artista sabe cómo se las gasta. Y si de Lorenzo hablamos, el segundo espacio de la exposición deslumbra por momentos. Ahora sí, el mar emerge con sus «horizontes descalzos».

El mar entre caballitos, pura evocación. SANTI OTERO

Por pura necesidad, la mente de Verónica se desplazó por multitud de escenarios durante el largo y duro confinamiento. «Lugares reales y otros fruto de mi necesidad de salir de nuestro propio encierro», confiesa ensimismada mientras revive aquel ardiente deseo de «caminar y perderme por playas hasta llegar a la costa». 

Ante cada estampa, cada cual que imagine lo suyo. «La memoria se activa. A unos les llevará a Cantabria, a otros al Atlántico». Esa es, precisamente, una de las bazas con las que siempre ha jugado la pintora. Con su obra no da nada por sentado, se niega a entregárselo mascado al público. Cada cuadro, cada figura, forma parte de un «viaje personal» tan íntimo como trascendente. 

Tierra y armonía

Inspirados en Fray Angélico, dos ángeles se ubican en medio de Con su lado de Mar. Su misión, dar la bienvenida a ambos paraísos. Y dejar claro, como hace su propia autora, que «no hace falta irte lejos, al otro lado del mundo, para encontrar lugares infinitos y maravillosos».

Lo que cuenta es la «apertura desde el corazón». También, precisa Verónica, conectar con la «tierra» y obtener una paz «armónica». Para ello, estas dos figuras portan un tambor y un violín, respectivamente. 

Aparte de los óleos, el paraíso incluye otra figura femenina en plena naturaleza. Para unos será Eva, para otros una niña. Para su creadora, una náyade cargada de simbolismo y coanfitriona de lujo para una exposición no exenta de mensajes ocultos.

Por ejemplo, el de los caballitos de mar que representan «fidelidad absoluta, lealtad, amistad eterna». O esa red en altura que sujeta un mar de plástico, inmejorable metáfora para recordar que la huella del ser humano no siempre es benigna. 

tracking