El Correo de Burgos

PINTURA Y POESÍA

San Juan de la Cruz: Luz mística en la oscuridad

El Instituto de la Lengua edita el pictórico homenaje al ‘Cantico Espiritual’, sobre tinta y Vega Sicilia, de Adolfo Alonso Ares / «Me evoca la confusión en el mejor de los sentidos de la palabra»

Adolfo Alonso Ares (derecha), junto al exdirector del Instituto de la Lengua, Gonzalo Santonja. RAÚL G. OCHOA

Adolfo Alonso Ares (derecha), junto al exdirector del Instituto de la Lengua, Gonzalo Santonja. RAÚL G. OCHOA

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Le hubiese encantado conocerle en persona y «ver qué contaba». O mejor dicho, cómo lo contaba en las distancias cortas y qué reacción generaba entre sus oyentes, lectores y confidentes. Porque no cabe duda de que San Juan de la Cruz era único. En todos los sentidos que el poeta y pintor leonés Adolfo Alonso Ares trató de plasmar, a modo de agradecimiento eterno, en sus ilustraciones del Cántico Espiritual que el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCyL) editó recientemente, en forma de libro-objeto, reforzando así  la exposición del Palacio de la Isla sobre sus creaciones que a punto está de concluir.

Todavía se «emociona» Alonso Ares al hablar de su «libro de cabecera». Lector voraz desde la infancia, toparse con esta obra le cambió la vida. De repente, se situó en pleno «Siglo de Oro» mientras se percataba, casi sin dar crédito, de lo bien que Juan de Yepes Álvarez «identifica el mundo» por mucho que haya llovido. Desde entonces, siempre ha tenido claro que el Cántico Espiritual es «la poesía por excelencia» porque «cuando alguien lo lee queda fascinado».

Influyó bastante, todo hay que decirlo, la «pauta diferenciadora y cercana» del ámbito geográfico. La vida de San Juan de la Cruz transcurrió entre Fontiveros, Arévalo y Medina del Campo. Es decir, más a mano de la Astorga natal del poeta que otros maestros de ese «complejo» siglo como Cervantes, Lope de Vega, Fray Luis de León o Santa Teresa de Jesús

Al calor de la noche

San Juan de la Cruz «tenía las noches magnificadas». Marcaban ese camino que parte de la nada hacia «todo lo demás». Por eso, precisamente, Alonso Ares se entregó a la oscuridad y el silencio bajo la luz de la luna para dibujar versos y alcanzar ese «carácter esotérico» que encierra el libro. 

«Escribe de un modo un poco oscuro. Leyéndolo muchas veces tampoco se entiende del todo porque escribe en clave».

Cada una de las 40 liras que recrea surgieron sobre la marcha, a medida que revisitaba la obra. «Me evoca la confusión en el mejor de los sentidos de la palabra», reconoce a sabiendas de que Juan, al que podría tutear sin mayor problema porque se lo ha ganado a pulso, «escribe de un modo un poco oscuro». Tanto que incluso «leyéndolo muchas veces tampoco se entiende del todo porque escribe en clave».

«La humildad de la tierra»

El «recogimiento» que entraña la oscuridad queda plasmado sobre el papel. Con la tinta, negra y perpetua si la obra se conserva, pero también con un tinto de altos vuelos que enriquece el resultado final. Quiso Alonso Ares simbolizar la «grandeza» del Cántico Espiritual con Vega Sicilia, «un lujo y un privilegio» que, como San Juan de la Cruz, «parte de la humildad de la tierra». 

«Aunque todos parten de un mismo origen, no todos los vinos tienen la misma dignidad ni fama».

Al margen del resultado estético, de exquisita factura se mire por donde se mire, el pintor optó por un caldo de «prestigio» que, como todos, parte de «un mismo origen». Sin embargo, «no todos los vinos tienen la misma dignidad ni fama». Y así, con las noches acompañándole durante el proceso creativo, hilvanó esos versos ajenos que siempre sentirá como propios. Del mismo modo que el monje en su celda, una vez caído el sol, escribiendo a la luz de una vela. 

«Hasta desfallecer»

Dice Alonso Ares, con conocimiento de causa, que «la mística no era para la minoría, era para todos». No obstante, interpretar lo que Juan de Yepes quería transmitir no es tarea fácil. De hecho, tal vez sea hasta imposible. Porque «no hay consenso ni lo habrá nunca» sobre el significado real de su obra. Con real nos referimos, obviamente, a lo que quería transmitir de corazón más allá del las propias lecturas de cada uno. Lecturas a título personal que, por cierto, le causaron serios problemas con la Inquisición y con sus propios compañeros. Acoso y persecución, hablando en plata. 

Si de algo está convencido Alonso Ares es de que el «éxtasis» se apoderó de él en múltiples ocasiones.

Lo importante, sea como fuere, es que «escribe lo que piensa y nada más». Nunca imaginó que su obra «se iba a publicar» y lo único que le importaba era propugnar ese «amor divino a Dios», «amor mundano» al mismo tiempo, que emanaba de la «impecabilidad» de su alma. No es de extrañar que tuviese a las monjas «fascinadas». Y no le cabe la más mínima duda a su admirador leonés que seguramente compartía con ellas sus poéticas reflexiones «de una manera abstracta». 

Con esa mezcla de «corazón» y «conocimiento», San Juan de la Cruz buscaba una «profundidad» inusual para un mero ser humano. Si de algo está convencido Alonso Ares, y lo reafirma cada vez que vuelve al Cántico, es que el «éxtasis» se apoderó de él en múltiples ocasiones. «Se ensimismaba hasta llegar a desfallecer», sentencia con vehemencia, como si el mismísimo «poeta de todo» se lo hubiese confesado en sueños. 

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