El Correo de Burgos

EXPOSICIÓN

Flexible y necesaria para la vida y el arte

El Gremio de Autores Plásticos (GAP) inaugura ‘Agua’, la nueva muestra conjunta del colectivo que refleja el talento multidisciplinar de sus autores / Se puede ver hasta el 8 de mayo en el Consulado del Mar

Simón de Castro, Luiso Orte, Sacris, Fran del Hoyo, Óskar Díaz, Ismael Ali de Unzaga y José Luis Ramos posan delante de la obra conjunta del GAP. SANTI OTERO

Simón de Castro, Luiso Orte, Sacris, Fran del Hoyo, Óskar Díaz, Ismael Ali de Unzaga y José Luis Ramos posan delante de la obra conjunta del GAP. SANTI OTERO

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El «reclamo» luminoso y sugerente se atisba desde el paseo del Espolón. Una exposición sobre Agua en el Consulado del Mar, mejor traído imposible.

Nada más entrar, los Sollozos de Metal de María Gómez iluminan la antesala. El arte fluye y seduce. Ya en la sala, el Gremio de Autores Plásticos (GAP) plasma su impronta en diferentes formatos.

De fondo se escucha el mar que emerge, bravo o apacible, en la cabeza de los creadores. Y se proyecta, como aliciente, el «poético» pero solitario trabajo en el estudio, sobre todo cuando se dan «los últimos retoques».

Horas antes de la inauguración, con la mitad de los artistas puliendo el montaje final, el comisario de la exposición, José Luis Ramos, nos conduce por la estancia deteniéndose en cada obra junto a Ismael Ali de Unzaga.

«El agua es un elemento muy generalizado, con consenso suficiente», explica el ceramista, artífice de la idea, mientras su compañero recuerda que «sin agua no podríamos crear». Ni  vivir, obviamente.

Mientras charlamos sobre la importancia de visibilizar que «estamos inmersos absolutamente en el cambio climático», nos detenemos en la propuesta, «muy pop», de Elvira Mateos.

Para Ali de Unzaga, la artista más joven del GAP llama la atención por lo mucho que «trabaja los fondos». Se nota que le encanta lo que ve, pues también se confiesa «popero» en lo que a cromatismo se refiere.

Del colorido pictórico de Mateos pasamos a la cerámica de Ramos. Minimalista pero concienzuda, aparentemente apacible e intrínsecamente social, Sequía profundiza en aquellos fenómenos naturales que debieran inquietar a cualquier ser humano con un mínimo de conciencia.

Más amable y multitonal, la propuesta de Beatriz Marcos se fundamenta, tal y como explica el comisario de Agua, en los seres más queridos de la pintora burgalesa: sus hijos.

Como la vida misma, sus obras evolucionan conforme a la edad. A modo de anécdota, Ramos cuenta que ha visto crecer a la primogénita de Marcos «en los cuadros y en la realidad».

En este tramo del camino, Ali de Unzaga desgrana su Under Water. «Llegó al hotel hastiada. Se dejó caer a la piscina y se abandonó al abrigo de aquella antigua sensación. Al cuerno con todo», apunta en la descripción de su planteamiento.

Se nota que la literatura es otro de sus fuertes aunque no lo dice. Simplemente se limita a indicar que el reflejo de unas piernas sobre las aguas bien podría exponerse al revés y que la obra de al lado plasma, en tonos blanquecinos, la foto de un amigo del mítico Sacris.

Seguimos navegando hasta llegar a una suerte de selva virgen. Un hombre juega al golf, «el juego del imposible» en palabras de su autor, Luiso Orte, porque el hoyo se encuentra tras un lago cubierto de basta maleza. A grandes rasgos, lo que Orte pretende plasmar en este óleo es que «el agua está en todo, incluso en el desierto por carencia».

De vuelta a la «sequía pura y dura», el fotógrafo Sacris presume entre risas de ser «el que mejor pinta». Se lo dijeron hace poco a modo de broma y la rememora para romper el hielo. Entrando en materia, vemos que la instantánea de tierra árida sin gota alguna contrasta con la inmensidad del mar, en Lanzarote, a través de un agua «encadenada y necesaria».

¿Papel toldo, rodela, acuarela en redondo? Ramos y Ali de Unzaga no se ponen de acuerdo, cada cual barre para su disciplina. En cualquier caso, Circular 6 de Fernando Arahuetes llama la atención de inmediato.

Agua y más agua, en diferentes tonos, que estilísticamente se acercan en cierto modo al Nun de Fran del Hoyo, el mar primigenio tal y como lo concebían los antiguos egipcios, dividido en tres partes para «potenciar la divinidad con la obra».

Las aguas, detalla el propio autor, bajan revueltas pero no embravecidas. Al fondo, un faro entre la niebla lanza un mensaje de «esperanza» en un mundo donde «la desesperanza es un sentimiento generalizado».

Entre paisajes montañosos del País Vasco y la mansedad del río Arlanzón, Simón de Castro organiza 11 paisajes en los que «todo es agua menos la sed». Concebidos en su etapa más reciente bajo ese aura de «romanticismo» que le caracteriza, el pintor asegura que la mayoría de óleos fueron recreados in situ.

Alguien tenía que romper moldes y ofrecer un «concepto diferente». Y quién mejor que la ilustradora María de la Fuente, que toma como referencia el clásico «be water, my friend» de Bruce Lee en aquella entrevista que pasó a la historia.

En blanco y negro, con frases que resumen perfectamente «la destreza que tiene para liberarse de las formas como el agua», De la Fuente revive luchas históricas del maestro de las artes marciales con pesos pesados como Chuck Norris o Abdul Jabbar. En resumen, «se ve cómo se amolda a diferentes contrincantes» para salir victorioso y demostrar que «hay que ser flexible».

A escasa distancia, artesanía maderera en estado puro. Humberto Abad nos alerta de que estamos agotando los manantiales con dos piezas, de tilo y ciprés, que simbolizan el despilfarro de el más vital de los recursos a través de una esponja y un trapo. 

Y de la madera pasamos a las acuarelas que presenta Rafael Mediavilla, que no son pocas. Nada más y nada menos que 137 instantáneas de su puño y pincel recreando paisajes emblemáticos del Tibet, Venecia, Roma, Estambul... Arquitectura y agua, dan ganas de dejarlo todo y dar la vuelta al mundo. 

El último del recorrido, pero no por ello menos importante, es Óskar Díaz. En Madre Tierra, el artista compagina pintura y escultura con la intención de que «dialoguen».

El hielo y el deshielo visualizan la «ruptura» y es tarea del visitante extraer sus propias conclusiones. Lo mejor, confiesa Díaz, es cuando «el espectador tiene una interpretación distinta y guía al autor a ver cosas que quizás están de manera subliminal o en el inconsciente». No cabe duda, y así lo enfatiza, de que resulta muy «enriquecedor».

El «colofón final», como siempre, es la obra conjunta del GAP. Nos topamos con un puzle, al fondo de la sala, con piezas de 40x40 de cada uno de los autores. El agua en todas sus formas, multidisciplinar y evocadora, invita a dar otra vuelta por el Consulado del Mar. Tiempo hay para hacerlo, ya que la muestra permanecerá abierta hasta el 8 de mayo. 

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