El Correo de Burgos

Vanguardismo espacial, espiritual y arqueológico. Un lujo para los sentidos

El Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) presenta sus tres nuevas propuestas expositivas hasta septiembre, a cargo de Robert Ferrer i Martorell, Rosa Rubio y Simon Callery

Nueva exposición del Centro de Arte Caja de Burgos (CAB).

Presentación de la nueva exposición del Centro de Arte Caja de Burgos (CAB).SANTI OTERO

Burgos

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El Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) inauguró ayer sus tres nuevas propuestas artísticas, a cargo en esta ocasión de Robert Ferrer i Martorell, Rosa Rubio y Simon Callery, que permanecerán abiertas al público hasta el próximo 24 de septiembre.

La primera muestra, a cargo de Ferrer i Martorell bajo el título Límites variables, aborda términos como transparencia, ingravidez y equilibrio que aparecen con frecuencia en su trabajo. Cabe destacar además que se trata de uno de los más destacados y originales artistas actuales, próximo a la tradición de la abstracción geométrica, que en esta ocasión aterriza en Burgos con una propuesta específica, creada y pensada para el CAB.

La percepción del espacio expositivo como algo consolidado, inmutable e indiscutido se ve alterado en la instalación expandida que propone el artista valenciano. El gran receptáculo que compone el nivel -1 del CAB es tratado como un todo, como una generosa caja lumínica en la que una miríada de piezas suspendidas trastoca la estructura arquitectónica sin intervenir en ella. Los efectos, los reflejos, la multiplicación tonal emanada desde los diferentes elementos componen una atmósfera tenida de sutiles variaciones, cercanas a la irisación. En cierto modo Ferrer i Martorell dibuja sobre el aire líneas móviles que imposibilitan una sola impresión, una sola compartimentación del espacio, una única y solida configuración.

Por su parte, Rubio se presenta con Oración y su expreso deseo de que la idea dominante en esta exposición en el CAB provenga de uno de los soportes esenciales de su ideario estético: la espiritualidad, el recogimiento y la erección de un espacio simbólico encarnados en la oración. Un concepto que maneja en su doble acepción, como un conjunto que expresa un contenido acabado, tal y como lo entiende la gramática, y como plegaria, como el dialogo que anhelamos establecer con la intermediación sobrenatural trascendente.

Como en toda oración, Rubio otorga al contexto un valor principal en el que los signos, los códigos, la estructura interna y los diferentes valores semánticos resultan determinantes. Por ello, reclama del espectador la quietud necesaria, para detenerse y profundizar en cada uno de los detalles que han conformado la estancia contemplativa creada para el CAB.

La propuesta parte de tres elementos centrales que coadyuvan el resto. El primero de ellos es una instalación mural resuelta con papel, un escamado disforme, una piel rasgada destinada a contener la oralidad del espectador, un contenedor de todo lo no escrito, incluso de lo no verbalizado y lo solo intuido. Un nuevo muro de lamentos en el que el papel sustituye a la piedra y en el que la emoción y el sentimiento se anteponen al dolor. El segundo componente actúa como recipiente mágico, como un aislado tabernáculo donde una serie de figurillas alcanzan el estatus de exvoto. El tercer puntal del proyecto viene determinado por Dualidad, una gran proyección videográfica que relaciona todo el universo plástico desplegado por Rosa Rubio: la omnipresencia, el muro de plegaria y la imaginería votiva generan una atmósfera inquietante y oscura que contrasta con la superficie pura y blanca en la que se desarrolla.

Muchas de las obras presentadas por Rubio para esta exposición comparten un alma universal con culturas en apariencia alejadas de las nuestras, como el wabi-sabi japonés que ha puesto el foco en la belleza de la imperfección. A su fundamento, que bajo nuestros estándares podemos calificar como minimalista, se suma lo fugaz, lo transitorio hacia una vida más plena y sencilla liberada del peso de lo material.

Y qué decir de Callery, todo un lujo para el CAB con su exposición Contact Painting. En el límite de la pintura, de la acción y de la instalación escultórica, el autor persigue la percepción emocional reposada, alejada de la velocidad con la que hoy se consume cualquier producto (y cualquier proceso) cultural.

En 2003, Callery comenzó a trabajar con arqueólogos especialistas en la edad del Bronce y del Hierro de la Universidad de Oxford. En excavaciones como Segbury Camp y Alfred’s Castle vertió yeso fino sobre una zanja en las tierras de labranza adyacentes al castro. Una vez seco, el yeso había capturado toda la superficie de creta del lugar, no solo era su impronta negativa. La obra completa se tituló Trench [trinchera] 10. Situada en posición vertical se convirtió en un enorme cuadro blanco de tres toneladas de peso que hacía dudar al espectador sobre su autenticidad arqueológica, sobre su validez como testimonio, e incluso sobre su virtud artística.

La constatación de que la tierra revelaba una vida más allá de su superficie inmediata, y la relación que el artista era capaz de trasladar al campo de la pintura, eclosionó de manera nítida durante su participación entre 2013 y 2018 en las campanas de excavación en Moel y Gaer, un castro de la Edad del Hierro cerca de Bodfari, en Gales.

Es la primera vez que de manera conjunta se muestran todas las obras realizadas en ese emplazamiento durante las excavaciones subsiguientes. La zanja, la trinchera de la excavación opera, según Callery, como los dispositivos clásicos empleados para captar el paisaje, como el ‘velo’ de Alberti que permite reducir la escala de lo contemplado y representarla en un lienzo. Callery la utiliza con ese mismo fin, pero acepta que la profundidad espacial de la cata va a provocar un vacío, tanto en lo que se traspone a la pintura como al abandonar el terreno tras retirar la lona.

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