Historia del arte
Cristóbal de Andino, el artista cumbre de la rejería castellana
Se cumplen 500 años de la instalación de la reja de la capilla de los Condestables de la Catedral de Santa María, diseñada por esta gran figura del Renacimiento burgalés
Su nombre apenas resuena más allá de los tratados de arte, el ámbito académico y los vecinos de una calle situada cerca del parque del Crucero. Pero Cristóbal de Andino (ca. 1490 - 1543) fue una de las eminencias artísticas en el Burgos de las primeras décadas del siglo XVI, la edad dorada de la ciudad. Compartió proyectos con los más grandes maestros del momento, Diego de Siloe y Felipe Bigarny, y realizó obras en destacadas ciudades del reino de Castilla. Además de un renovador en el arte de la rejería, fue un notable escultor y arquitecto, como veremos a lo largo de este artículo.
Los orígenes del artista son difusos. Existen teorías sustentadas en hipótesis un tanto vagas y sin documentos que las acrediten o den firmeza a dichas sospechas. «Cristóbal de Andino es un personaje muy complejo de estudiar», señala José Matesanz, doctor en Historia del Arte y profesor asociado de la Universidad de Burgos. «Apenas se sabe nada de su lugar de nacimiento y su formación. Hay una teoría que dice que su padre fue Pedro de Andino, rejero que trabajó en la Catedral de Sevilla, pero las fechas no acaban de cuadrar. Y otra, que dice que se formó con el maestro Hilario, artista francés que labró los antepechos de la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos. Y sobre su origen, está la conjetura de que nació en Andino, una pequeña localidad muy próxima a Villarcayo. Aurelio Barrón [catedrático de Historia del Arte por la Universidad de Cantabria] sugiere que el apellido es Andino porque la familia sí procedería de allí, pero que él hubiera nacido en Burgos... Es una etapa de su vida que necesita una investigación más profunda», apunta.
Las obras rejeras de Cristóbal de Andino que se conservan son escasas, pero su calidad y trascendencia es tan importante que tiene ganado un puesto distinguido en esta disciplina del arte español. Destacan los trabajos contratados con el Cabildo de la Catedral de Burgos, que le dieron una gran popularidad entre su propio gremio y la pudiente clientela que le fichaba para sus trabajos.
El taller de Andino, ubicado seguramente en el barrio extramuros de San Cosme, debía de ser muy espacioso dado el producto que fabricaba. Como señaló Amelia Gallego de Miguel en su estudio 'El taller de Cristóbal de Andino', en él tendría «no solamente los elementos necesarios para la fabricación de la reja -fragua, yunques y herramientas-, sino amplios lugares de almacenamiento de combustible y mineral, que llegarían por aquellas rutas tan abiertas desde Burgos al País Vasco». Gracias a un pleito en que se vio envuelto y que se conserva en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, conocemos algunos de los oficiales que trabajaban en el taller de Andino, muchos de ellos nombres destacados de la rejería y la platería del momento, algunos extranjeros: Juan de Mompellier, Francisco de Oñate, Pedro de Izarra, Diego de Mendoza, Francisco de Astudillo, Alejo de Salamanca, Andrés Gallo o Juan de Umar, entre otros.
Como señala Gallego de Miguel en 'El arte del hierro en la Catedral de Burgos', «Cristóbal de Andino, el rejero, arquitecto y escultor más hábil, fue una de las personalidades más destacadas de su época, el cual al frente de su importante taller había de ejercer durante más de dos siglos una influencia extraordinaria en Castilla». Con Andino, la rejería deja de ser un elemento puramente funcional como cierre y frontera de un espacio para elevarse a la categoría de construcción arquitectónica y artística.
La primera obra de la que se tiene conocimiento del artista son las rejas de la nave mayor de la Catedral de Palencia, fechadas en 1520. «Cuando ves la reja de Palencia, una obra madura y muy bien ejecutada, no puedes afirmar que sea hecho por alguien novato, sino por un artista con una trayectoria importante y una extensa base teórica y práctica», indica Matesanz. Algunos autores, como la propia Amelia Gallego de Miguel, sugieren que Andino pudo realizar también las antiguas rejas de la nave mayor de la Catedral de Burgos en ese mismo tiempo y que eran de similar construcción. Las actuales fueron instaladas en 1679 durante el mandato del obispo Enrique de Peralta, una obra llevada a cabo por el artista vasco Juan de Arrillaga.
Capillas de la Catedral
Poco tiempo después, Andino llevó a cabo la reja de la capilla de la Purificación de la Virgen, popularmente conocida como de los Condestables, y fue instalada -como reza en una inscripción- en 1523, hace 500 años. «Es, seguramente, uno de los cúlmenes de su trabajo como rejero por la configuración arquitectónica de la propia reja, el tipo de balaustre hecho de una sola pieza... Trabajar para unos comitentes de la talla de los Fernández de Velasco y los Mendoza era todo un hito para un artista en aquella época», recalca el historiador del arte y apunta que Diego de Siloe pudo intervenir en el diseño. «Sí, en la ornamentación hay elementos que aparecen en la Escalera Dorada o el propio retablo de la capilla. Y existe documentación que los relaciona a ambos».
Matesanz destaca que esta excepcional obra, culminada con el escudo nobiliario del condestable, don Pedro Fernández de Velasco, también lleva la firma del autor y el año de su colocación en su piso superior. «Fueron tiempos de gloria para esta capilla, porque en pocos años se terminaron los retablos laterales, el retablo mayor, el coro, el sepulcro de los condestables y, por supuesto, la reja».
Cultura
El convidado de jaspe rojizo de la capilla de los Condestables de la Catedral de Burgos
Alberto Marroquín
Hay otra pieza excepcional que nos legó Cristóbal de Andino en la Seo burgalesa: las rejas de la capilla de la Presentación, uno de los espacios más ricos, artísticamente hablando, de la Catedral. Fue financiada como espacio funerario por el canónigo Gonzalo Díez de Lerma, trazada por probablemente por Felipe Bigarny y levantada bajo la dirección de Juan de Matienzo entre 1519 y 1524. «Estas rejas se vieron envueltas en un pleito entre los herederos de Lerma y el Almirante de Castilla [Fadrique II Enríquez de Cabrera], que contrató a Andino unas rejas para el convento de San Francisco de Medina de Rioseco. Como los Lerma tardaban en pagar a Andino, el artista quiso enviar las hechas para la capilla de Burgos al monasterio vallisoletano, pero no se lo permitieron», explica José Matesanz.
La maestría de Andino le hizo participar en concursos de obras para los más destacados templos del reino. Uno de los más conocidos fue el de la reja de la capilla mayor de Catedral de Toledo. «Aquí concurrió por el contrato con Francisco de Villalpando y Diego de Céspedes, otros grandes rejeros de la época. Finalmente, Villapando ejecutó el proyecto, pero todos los especialistas incluyen algunas de las recomendaciones técnicas que señaló Andino en su propuesta en el diseño final de la reja de la Catedral Primada». Cierta enfermedad, que lastró sus últimos años de vida, pudo influir en que Andino declinara a trasladar su taller a Toledo para participar en esta grandiosa obra.
El balaustre
En 1526 se publicó un libro que influyó enormemente en el trabajo de los maestros, oficiales y canteros del Renacimiento español y europeo: 'Medidas del Romano', escrito por el burgalés Diego de Sagredo. Redactado en forma de diálogo entre Tampeso (seudónimo del autor) y el pintor francés radicado en Burgos León Picardo, esta obra -cuyo título completo es 'Medidas del romano necessarias a los oficiales que quieren seguir las formaciones de las basas, columnas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos'- estaba profusamente ilustrada y citaba a algunos artistas como al propio Cristóbal de Andino y a Felipe Bigarny para explicar el trabajo de los talleres o el desarrollo de sus obras.
«Diego de Sagredo atribuye a Andino la invención de la columna abalustrada, aunque ya existía algún ejemplo tímido pero no tan rotundo en obras de fray Francisco de Salamanca», señala Matesanz. «La rejería se ha tenido siempre como un arte muy manual y muy de taller. Pero Andino conocía muy bien las matemáticas, el dibujo... Eso se demuestra porque sus obras están muy calculadas y tienen unas proporciones perfectas, impecablemente trabadas», subraya.
Arquitecto y escultor
La merecida fama como maestro rejero ha ensombrecido el buen hacer de Andino en otras disciplinas. Participó como maestro de obras en varios encargos, como la restauración en 1527 del puente de Santa María. Esta construcción fue derruida por una riada y, en colaboración con Francisco de Colonia y según un diseño de Diego de Siloe, erigió un nuevo viaducto sobre el río Arlanzón. También están documentados los trabajos de Andino en el arco de Santa María y en la torre-campanario de la iglesia de Santa María del Campo, joya renacentista diseñada también por el hijo de Gil de Siloe y ejecutada por Juan de Salas.
En el anteriormente citado convento de Medina de Rioseco, ahora Museo de San Francisco, también encontramos dos obras de Andino especialísimas y poco conocidas: las imágenes orantes de Ana de Cabrera, mujer del almirante Fadrique, y de su cuñada, Isabel de Cabrera. «Estas esculturas, realizadas en bronce, son muy relevantes porque son un precedente muy claro de lo que décadas después hará Pompeo Leoni en el Escorial. Son obras con poco parangón en la época», asevera Matesanz.
Otra pieza singular tallada por Cristóbal de Andino es un tenebrario que se conserva en el Museo de la Catedral de Burgos, en la capilla de Santiago, fechado en torno a 1525. «Un tenebrario es un objeto litúrgico que se utiliza en Semana Santa, una especie de gran candelabro donde se colocan quince velas que se van apagando a lo largo de los oficios. Es una pieza excepcional y uno de los mejores tenebrarios de España», advierte.
Además de todos estos trabajos y aunque no esté documentado, en su taller trabajaban prestigiosos plateros y «seguro que Andino surtía de vajillas, elementos de decoración y otros objetos de plata a las mejores familias de la ciudad. Entre ellas, a la de los Condestables de Castilla», afirma Matesanz.
Su última obra como arquitecto y escultor fue póstuma, pero decisiva para la eternidad de sus restos mortales y su figura: el diseño de su propio enterramiento.
El sepulcro
Cristóbal de Andino y su esposa, Catalina de Frías, yacen desde mediados del siglo XVI en un sepulcro adosado al muro de la nave del evangelio de la iglesia de San Cosme y San Damián. Este templo burgalés fue modificado notoriamente durante aquella época por el maestro Juan de Vallejo, donde también fue sepultado según sus últimas voluntades. La nueva capilla mayor, con sus bóvedas y el presbiterio, fueron transformadas y también se diseñó la nueva portada que ha llegado hasta nuestros días. En esta serie de reformas estuvo incluido el monumento funerario del matrimonio Andino-Frías, que sería ejecutado por el taller del arquitecto burgalés, como apuntó René Jesús Payo en su monografía 'Juan de Vallejo. Entre el Gótico y el Renacimiento' (Institución Fernán González, 2020).
Catalina de Frías, miembro de una pudiente familia burgalesa, sobrevivió 20 años a Andino y se casó en segundas nupcias con el escribano Diego de Rosa. Pero en su testamento, dado en 1562, indicó que quería ser enterrada con su primer marido en el sepulcro planteado por este en la iglesia de San Cosme y San Damián.
El diseño, trazado en vida por Andino como señaló Floriano Basllesteros Caballero en su estudio 'Cristóbal de Andino. Su testamento y un pleito por su sepultura', está realizado en piedra caliza y algunos elementos de jaspe. «Andino trabajaba mucho este material y lo utilizaba en algunos de sus encargos», añade José Matesanz. «Es curioso el asunto de los escudos familiares en el sepulcro... Mientras que su esposa luce el de su lineaje familiar, Andino tiene uno donde aparecen las herramientas con las que trabajaba en su taller».
También hay que destacar la preponderancia de la escultura de Catalina de Frías sobre la de Andino en el sepulcro. «Se ha supuesto que este protagonismo se debe a la circunstancia de su supervivencia sobre su marido, aunque bien puede corresponder a la devoción de Andino por esta joven esposa que, según reza el epitafio, le había cuidado con tanta devoción y amor», apunta Gallego de Miguel citando el estudio de la catedrática de la UVa María José Redondo Cantera 'El sepulcro en España en el siglo XVI'.
«Cristóbal de Andino fue un artista muy singular dentro de la historia del arte. Es difícil encontrar a alguien que recorra tantos campos profesionales y de una manera tan brillante. Las obras que nos quedan de Andino son una maravilla y la influencia del diseño de sus rejas llegaron hasta el Barroco», concluye José Matesanz.
1523 fue un año decisivo en la consumación de los elementos artísticos que completan la capilla de los Condestables, diseñada décadas atrás por Simón de Colonia bajo el auspicio de la condestablesa, doña Mencía de Mendoza y Figueroa. Además de la colocación de la reja de Cristóbal de Andino, se firmó el contrato de obra para la realización del retablo mayor, una de las obras maestras del arte castellano del siglo XVI que ejecutaron en un auténtico desafío de genios Felipe Bigarny y Diego de Siloe, el maestro y su discípulo más aventajado. Pero eso es otra historia.