El Correo de Burgos

Un «puñetazo en el estómago» a la realidad que (casi) nadie quiere ver

Los versos de Raúl Antón y las imágenes de Paco Santamaría convergen en ‘Sístoles’: reflexiones sobre la alienación mental del ser humano con la antigua Azucarera de Aranda como «metáfora»

Paco Santamaría y Raúl Antón, en la presentación de 'Sístoles' en Burgos.

Paco Santamaría y Raúl Antón, en la presentación de 'Sístoles' en Burgos.ÓSCAR CORCUERA

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Es como si Morfeo les hubiese ofrecido la pastilla roja para ver lo que realmente se oculta detrás de Matrix. Pero no son Neo ni pretenden serlo. Son Raúl Antón y Paco Santamaría. Versos e imágenes. Poesía en movimiento a través de Sístoles. Latidos que se aceleran en una sociedad donde todo, o casi todo, tiende a ser efímero. La alienación siempre estuvo ahí, desde el principio de los tiempos, pero la era «netmoderna» en la que nos hallamos inmersos parece haber eliminado cualquier atisbo de pensamiento crítico.

Ribereños ambos, se presentaron este sábado en la Estación de la Ciencia y la Tecnología de Burgos con su libro bajo el brazo y una «invitación a disentir». A «debatir y que nos rebatan». ¿Su principal pretensión?: Conseguir que la gente «deje el móvil 10 minutos». Parece sencillo, sí, pero nada más lejos de la cruda realidad. Aún así, la pieza audiovisual que acompaña su obra genera tal desasosiego que cuesta despegar los ojos de la pantalla. Las reflexiones del poeta sobre las instantáneas del fotógrafo conmueven, sacuden y duelen porque en el fondo todos nos sentimos identificados.

Raúl Antón.

Raúl Antón.ÓSCAR CORCUERA

«Trabajaba en un sitio que es genial y a mucha gente le gusta, pero no me sentía realizado ni feliz»Raúl Antón

Cuenta Santamaría que sintió un «puñetazo en el estómago» cuando leyó y releyó los textos de Antón. Éste llamó a su puerta, sin conocerle personalmente, porque supo que tenía «una serie de fotos increíbles que podían pegar muy bien». Su intención era comprar un par, pero quedó prendado al observar aquellas imágenes de la antigua y desangelada Azucarera de Aranda de Duero, guardadas en un cajón, que «nunca iban a salir publicadas». Cuando quisieron darse cuenta, «de la casualidad se generó una causa».

Aunque pueda parecer obvio, Antón advierte que «la fábrica es una metáfora». Se puede trabajar en un emplazamiento idílico y vivir alienado. Le pasó a él mismo, de ahí los versos que emanan en Sístoles. Escribir, desahogarse, ha sido «una especie de exorcismo». «Trabajaba en un sitio que es genial y a mucha gente le gusta, pero no me sentía realizado ni feliz». Al final, acabó plasmando sobre el papel esa necesidad de «desvestir mi visión de la realidad». Que conste, tal y como aclara, que sin «espíritu revanchista, ni odio ni nada».

Paco Santamaría.

Paco Santamaría.ÓSCAR CORCUERA

«La honestidad es visceral y molesta»Paco Santamaría

«La honestidad es visceral y molesta», sentencia Santamaría en clara alusión a lo que este libro representa. Los engranajes, las soldaduras, el abandono, la suciedad... No hay mano de pintura ni caretas que puedan borrar las huellas de quienes sudaron la gota gorda entre esas cuatro paredes. Lo curioso del asunto es que las fotos se hicieron hace más de una década. Y eso que la factoría llevaba cerrada desde mediados de los 90. Aún con todo, «no hay una separación de tiempo» porque el mensaje permanece vigente. Quizá más ahora que en la década pasada y menos -eso seguro- que el día de mañana.

Una instantánea llama poderosamente la atención, tanto en el libro como en el cortometraje al que se accede a través de un código QR inserto en el propio libro. Cinco botellas de vino en una mesa sin tocar desde hace 15 años por lo menos. Los tragos en vasos de plástico. Probablemente fuese «el último momento de diversión o de almuerzo a mitad de las 40 estiradas horas semanales». Así se lo imagina Santamaría. Y aunque en su día recabó los testimonios de muchos obreros, le hubiese encantado escuchar e incluso tomar parte en las conversaciones que se sucedieron en aquel proletario ágape.

«Poesía es simplemente interrogarse», zanja Antón mientras dialoga con su compañero y quien escribe sobre los vericuetos de una vida que avanza cada vez más rápido para no dejar tiempo a la reflexión. Es entonces cuando recuerda una anécdota reciente relacionada con Sístoles. Resulta que un señor «bastante honesto», las cosas como son, criticó la obra sin pelos en la lengua. «No me extraña que la gente ya no lea poesía», dijo. Y Antón, lejos de ofenderse, agradece la franqueza y el hecho de que alguien apartase la mirada del móvil y dedicara un tiempo a profundizar en los textos. Por lo tanto, objetivo cumplido.

Para Santamaría, interrogarse hoy en día no es más que «despertar alguna neurona que quizás estaba conectaba a una red social y en bucle». No tiene nada contra de las redes porque él mismo las utiliza con fines profesionales, pero sabe de sobra que pueden generar una «dependencia excesiva». O «asfixiar», que es lo que le sucedió a Antón.

Un caso «muy ejemplificador» de lo que Sístoles relata se encuentra en X (antes Twitter). Poco después de que «ese tío que cae mal a todo el mundo» (Elon Musk) comprase la plataforma, mandó a la calle a más de la mitad de sus trabajadores. «A todos nos repulsa que en una empresa echen a tres cuartos de la plantilla. Y hace unos años, cuando una empresa hacía eso, automáticamente había boicot; pero aquí usamos Twitter para quejarnos de que está mal que les hayan echado», apunta Antón antes de soltar un «no me jodas» que viene que ni pintado para ilustrar esta paradoja tan ridículamente posmoderna.

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