El Correo de Burgos

Iñaki Zubizarreta, su lucha contra el 'bullying' y un cómic «incómodo para el lector»

Fernando Llor, guionista de 'Subnormal. Una historia de acoso escolar', comparte este viernes 10 de mayo en Burgos su experiencia tras plasmar, junto a Miguel Porto, la desgarradora historia del exjugador de baloncesto. «Se rompió unas cuantas veces mientras me lo contaba»

Fernando Llor y Miguel Porto, autores de 'Subnormal. Una historia de acoso escolar', basado en la dura experiencia de Iñaki Zubizarreta.

Fernando Llor y Miguel Porto, autores de 'Subnormal. Una historia de acoso escolar', basado en la dura experiencia de Iñaki Zubizarreta.ECB

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Cada página de Subnormal. Una historia de acoso escolar suma un nudo en el estómago. Es una patada en la boca, un puñetazo en las partes nobles, un bofetón a mano abierta. Le duele al que empatiza con la historia, tristemente real, de Iñaki Zubizarreta. Y debiera doler, en lo más profundo del alma (si la hay), a quienes se sientan identificados, en calidad de artífices o cómplices, con aquellos cobardes que hicieron la vida imposible al gigante (en todos los sentidos) exjugador de baloncesto que hoy lucha contra el bullying desde múltiples frentes. 

Cuando el guionista Fernando Llor se encontró por primera vez con Zubizarreta, llevaba una «batería con decenas de preguntas». Tenía que documentarse para el cómic, ilustrado por Miguel Porto, que posteriormente Panini lanzó en 2020. Sin embargo, «no me dejó hacerle ni una sola». Lo primero que hizo el entrevistado fue mostrarle su participación en el documental Vivir a 7 pies, que narra la amarga cara B de unas cuantas figuras del baloncesto patrio debido a su elevada estatura. A continuación, «ocurrió algo que no había ocurrido nunca». 

Iñaki Zubizarreta, un gigante en todos los sentidos.

Iñaki Zubizarreta, un gigante en todos los sentidos.GLORIA CARRERAS

«Iñaki contó por primera vez lo que había ocurrido más de 20 años después. Me habló de lo profundas que eran las heridas psicológicas que le han causado y estaba convencido de que había que contarlo en el cómic». Llor, «impactado», comprendió en ese mismo instante que articular un relato tan desgarrador no sería tarea fácil. «Necesitábamos marcar bien todas las caras del acoso. Desde que se apropian de tu identidad hasta los momentos de violencia física más duros». Aparte de plasmar el «aislamiento en el aula», los autores se tomaron la licencia de introducir el «ciberbullying», que no existía en aquella época, por su proliferación en los tiempos que corren. Todo ello, harto complicado de resumir con acierto, «huyendo de paternalismos y finales felices».

No podía dejar de pensar en el daño que causaría a su familia cuando estuvo a punto de saltar al vacío

Subnormal no fue un mero encargo para Llor, desde luego. De hecho, este viernes 10 de mayo imparte en Burgos una charla sobre su experiencia en este proyecto, a partir de las 19:00 horas, en la sala de prensa de la Fundación Círculo (plaza de España, 3). De la mano del Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa (CFIE), abordará el tratamiento del bullying en las aulas. Un aspecto fundamental, cada vez más presente en la sociedad, que brilló por su ausencia cuando Zubizarreta tenía 11 años y su metro ochenta de estatura le situó en el ojo del huracán. 

«Se rompió unas cuantas veces mientras me lo contaba. En aquella primera vez y en muchas más de las que vinieron en los meses siguientes», recuerda Llor antes de confesar que el «contagio emocional», del que nunca se desprende cuando trabaja, le tuvo «deambulando como alma en pena durante buena parte del proceso». Y lo mismo le pasó a Porto a la hora de perfilar a los personajes, básicamente porque «hay unas cuantas escenas muy duras en lo físico». 

«Iñaki estaba dispuesto a pasarse 20 años en la cárcel con tal de castigar a quien él consideraba responsable»

Buscaban Llor y Porto, con la complicidad de Zubizarreta, «hacer sentir incómodo al lector, como quien observa una pelea repentina en la calle y se queda congelado sin saber muy bien qué hacer». Sin artificios ni sensacionalismo. La cruda realidad, ni más ni menos, de una víctima que no podía dejar de pensar en el daño que causaría a su familia cuando estuvo a punto de saltar al vacío. Para ello, «era necesario huir de esa espectacularización de la violencia que funciona muy bien en el manga o en el cómic de superhéroes».

Pese a reflejar «escenas muy crueles y duras en los episodios de acoso más físicos», lo que más le removió al guionista fue darse cuenta «de las profundas cicatrices emocionales que deja el bullying en las víctimas». Hasta el punto de que «Iñaki estaba dispuesto a pasarse 20 años en la cárcel con tal de castigar a quien él consideraba responsable». 

La culpabilidad, tal y como expone Zubizarreta en cada una de sus charlas, también recae sobre quienes guardan silencio. Un silencio cobarde, sí, pero también cómplice. Para Llor, que por suerte no vivió situaciones de bullying o quizá no las entendió «como tal en su momento», la reflexión de Iñaki no puede ser más acertada. A cierta edad, tanto él como cualquiera cae en la cuenta de que «seguramente todos, en algún momento, nos reímos de algún comentario, con algún mote o con alguna broma fuera de lugar y, sin saberlo o sin pretenderlo, estábamos normalizando ciertas cosas». 

Cuenta el propio Zubizarreta en el epílogo de Subnormal. Una historia de acoso escolar una anécdota que le puso «el vello como escarpias». Impartía una de tantas charlas en un colegio cuando un alumno de 4º de Primaria definió con «claridad y precisión» lo que era el bullying para él: «una espada de palabras que, cada vez que te insultan y te dicen cosas feas, es como si la desenvainaran y te empezaran a cortar y destrozarte por dentro, matándote en vida». 

¡Basta ya! ¡Trátame con respeto! El grito de guerra de Iñaki Zubizarreta resuena desde hace tiempo en multitud de centros escolares

«Magistral la lección que nos dio a todos, tanto a pequeños como grandes», reconoce el protagonista de este cómic que, según Llor, sirve para ayudar a las víctimas de acoso «demostrándoles que Iñaki está ahí, que pasó por lo que pasó, pero después pudo hacer una vida plena, labrarse una carrera profesional e incluso alcanzar cierto éxito». Para los matones y sus cómplices, esta obra es un llamamiento a la reflexión al detallar, sin ambages, hacia «dónde conduce su búsqueda de límites y la escalada en la violencia». 

¡Basta ya! ¡Trátame con respeto! El grito de guerra de Iñaki Zubizarreta resuena desde hace tiempo en multitud de centros escolares. Con su testimonio, pretende dar voz a quienes no la tienen y un toque de atención a todo aquel que mira hacia otro lado, desde el propio alumnado hasta la comunidad educativa pasando por las familias. En su caso, logró salir adelante gracias, sobre todo, al apoyo de sus padres y de su hermano pequeño. Echó en falta manos tendidas y voces contra el abuso. Las hubo, aunque pocas, y su agradecimiento es eterno. Sea como fuere, su misión no ha concluido porque el acoso, por mucho que se persiga hoy más que antes, sigue latente en busca de nuevas presas. 

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