Música, danza e intercambio de saberes desde Burgos al resto del mundo
El Festival Internacional de Folclore clausura su edición número 46 en compañía de todos los grupos participantes. La plaza de San Juan, como siempre, abarrotada

Clausura del Festival Internacional de Folclore Ciudad de Burgos.
Cada cual con sus matices, su idiosincrasia, su propia riqueza. La música, sobre todo la de raíz, no entiende de fronteras ni clases sociales. Es pasado y presente en una constante lucha por prevalecer para asegurar su futuro. Los sonidos de cada país, de cada pueblo, son patrimonio inmaterial que merece la pena difundir. Y el Festival Internacional de Folclore Ciudad de Burgos, que ya casi acaricia las cinco décadas de existencia, ha vuelto a demostrar este año que el intercambio de conocimiento entre diferentes culturas siempre aporta valor añadido.
La ola de calor de los últimos días bajó ligeramente el pistón este sábado. Algo de agradecer para disfrutar de las sesiones programadas en el paseo del Espolón y el Teatro Principal a partir del mediodía. El taller Baila con nosotros, concebido para romper la distancia entre público y artistas, recibió con los brazos abiertos a la compañía de danza Baek Hyun Soon, de Corea del Sur. Todo un espectáculo a nivel estético, sin duda, por los llamativos trajes y abanicos de sus bailarinas. Y también por sus coreografías, perfectamente ejecutadas, en las que cada sonrisa brilla bajo aires orientales.
Desde un plano menos solemne y más festivo, los African Tumbas de Kenia se marcaron un memorable pasacalles por el casco histórico antes de ofrecer un formato mucho más minimalista junto a la puerta del Riviera, en el paseo de Marceliano Santamaría. Cantaron, bailaron y disfrutaron a la hora de transmitir la amplia variedad sonora de todos y cada uno de los pueblos que componen su país. Y lo hicieron con salero animando al público a formar parte del show, en ocasiones pidiendo prestada su voz para engrandecer los estribillos.

Pasacalles de African Tumbas en el Festival Internacional de Folclore.
Galicia también estuvo muy presente durante la última jornada del Festival Internacional de Folclore. Su vinculación con Burgos va más allá del Camino de Santiago. El sonido de las gaitas enamora por estos lares. De lo contrario, no se explicaría el éxito de iniciativas con gran influencia galaica como los Conciertos Jacobeos o el Babieca Folk. Había, por lo tanto, alicientes más que de sobra para acudir al Principal, pasadas las 13 horas, para ver en directo a Xacarandaina. Bajo la batuta de Enrique Peón Mosteiro, sus integrantes dejaron bien patente que la música gallega es sinónimo de calidade.
Al margen de la afluencia de público en los espectáculos que se han celebrado a pie de calle a lo largo de esta semana, resulta curioso -a la par que esperanzador- comprobar el interés que despierta la música tradicional de cualquier parte del mundo entre las nuevas generaciones. Con los niños ya se sabe. Bailan y se lo pasan pipa porque en el fondo están jugando. Pero también hay jóvenes, más veinteañeros que adolescentes por lo general, dispuestos a empaparse de lo que ofrecen las compañías invitadas. De esa inquietud, ese afán por aprender en primera persona, a veces acaban surgiendo fusiones maravillosas.
Caía la tarde y llegó el momento de la despedida. 46 ediciones y a por la del próximo año con la vista puesta en el medio siglo. Antes del adiós, la plaza de San Juan acogió el mejor resumen posible de lo que ha sido el festival en 2024. Con todas las sillas ocupadas -lo normal- y bastantes curiosos de pie, la presidenta del Comité de Folclore de la Ciudad de Burgos, Regina Peñacoba, volvió a ejercer de anfitriona durante la ceremonia de clausura poniendo en valor el buen hacer de los grupos y agradeciendo la respuesta del público.
Desfilaron, orgullosos, todos los grupos participantes por el elegante y acogedor escenario de San Juan. Baek Hyun Soon, African Tumbas y Xacarandaina sintieron de nuevo el cariño recibido horas antes en el casco histórico. Y lo mismo experimentaron los miembros de la compañía de ballet Bacnare de Brasil, referente de la cultura negra de Recife y una de las grandes sorpresas del festival. También, cómo no, los danzantes de la agrupación Naz de Kazajistán, cuya música trata de tender puentes para que la paz se imponga al dolor, la violencia y la muerte.
Llegó la noche, deliciosamente agradable teniendo en cuenta el clásico frío veraniego de Burgos en años anteriores, y el Festival Internacional de Folclore, ahora sí, echó el cierre por todo lo alto como no podía ser de otra manera. Entre aplausos, cientos o miles, y la satisfacción de seguir siendo un referente a nivel nacional dentro de su ámbito. Las banderas de cada pueblo ondeaban en perfecta armonía. En esta cita, la rivalidad no existe. Lo único que impera es la convivencia, el intercambio de saberes y el enriquecimiento cultural.
Y Burgos, que de patrimonio musical puede presumir un rato, clausuró la última jornada de la mejor manera posible: interpretando a viva voz el himno de Rafael Calleja, con los inolvidables versos de Marciano Zurita, que en 2026 celebrará su más redondo aniversario: 100 años desde que fue cantado por primera vez.