«Me daba mucho miedo saltar al vacío y exorcizar los abusos que hemos podido sentir»
Elisa Forcano ('Zorra dorada') y Nilo Gallego ('Orelles voladores') afrontan la recta final del Escena Abierta dispuestos a inmolarse -creativamente hablando- este fin de semana en el Fórum Evolución y el CAB

Carlos Lozano (UBU) junto a Elisa Forcano y Nilo Gallego, artistas estrella del Escena Abierta.
Cuesta salir de la zona de confort. Fuera hace frío y en el mundo del arte más si cabe. A veces, la decisión de lanzarse a la piscina surge a raíz de un agente externo. Un pensamiento recurrente, diferentes estímulos e incluso un suceso aparentemente ajeno. O todo la vez desde un desencadenante muy concreto. Como la historia de Noa Pothoven, una joven holandesa de 17 años que decidió «dejarse ir por inanición con el apoyo de su familia» al denegársele la eutanasia.
Algo hizo clic en la cabeza de la actriz y bailarina Elisa Forcano cuando se enteró de la noticia. ¿Cómo no empatizar con alguien que había sufrido abusos durante su infancia y violaciones en la adolescencia? La joven Noa «llevó su decisión hasta las últimas consecuencias» y, sin pretenderlo, ayudó a Forcano a «tomar acciones en mi propia vida». Con un amplio bagaje de proyectos colectivos a sus espaldas, llegó a la conclusión de que «llevaba mucho tiempo negando mi capacidad creadora como artista escénica». A partir de ahí, empezó a visualizar Zorra dorada como un «acto de amor» creado, dirigido e interpretado por ella misma.
«Me daba mucho miedo saltar al vacío», reconoce Forcano a este periódico horas antes de la recta final de la vigesimosexta edición del Escena Abierta en el Fórum Evolución. Dos pases, viernes y sábado a las 21:30 horas, con las entradas prácticamente agotadas. Sin duda, Zorra dorada es uno de los platos fuertes del festival. No porque lo diga ella, que no lo hará, sino por lo «brutal» del relato y su carácter multidisciplinar. Al fin y al cabo, no es sencillo «exorcizar los abusos que hemos podido llegar a sentir». Pero lo consigue, «a través del subconsciente del espectador», con el firme objetivo de que «la gente viaje, lo disfrute o lo sufra» desde un plano eminentemente «poético».
También en solitario, un viejo conocido del Escena Abierta con más ganas que nunca de desplegar sus alas mientras capta todos los ecos, ruidos y murmullos que convergen a su alrededor. Siempre «entre conciertos y galerías de arte» -a su bola, eso sí-, podría decirse que Nilo Gallego es un alquimista musical. Desde la experimentación pura y dura, el percusionista ponferradino se personará en el Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB), tanto el sábado como el domingo, dispuesto a «interaccionar a través de la escucha con los sonidos» del espacio en el que desarrollará su actuación. El aforo, limitado a 40 personas por turno, se completó en un abrir de ojos. En los tres pases programados.
Orelles voladores, su querida e intrínseca criatura, se puede paladear desde distintas aristas. Lo que busca Gallego, a grandes rasgos, es que el público aguce los oídos y la vista; que se deje llevar, como si de una experiencia onírica se tratase, hasta alcanzar una suerte de nirvana tanto colectivo como individual. Todo ello mientras brinda, desde la más absoluta honestidad, un «concierto narrado» con su autobiografía como telón de fondo.
Puede que la creación propia no supusiese un salto al vacío para Gallego, sino más bien una especie de liberación necesaria. Autodidacta por naturaleza, percibía «más acogida en las artes escénicas» que en su gremio. «Quizá por ser extraño dentro de los músicos», confiesa a este diario mientras matiza que el circuito estándar de galerías le parece «perverso y especulativo». Alejado de las convenciones sociales en las que prima el esnobismo y la falsedad, decidió apostar por la performance como vía de expresión. De entrada, «siendo poco ambicioso». Después, dejando a un lado el minimalismo para incorporar «cada vez más instrumentos».
Centralismo cultural
Forcano de Zaragoza y Gallego de Ponferrada (León). En un momento dado, ambos hicieron las maletas en busca de mayores oportunidades fuera de su tierra. Como tantos otros, acabaron rematando en Madrid. Aun así, continúan ligados a sus ciudades de origen a través de diferentes proyectos. Sin embargo, comparten la visión de que el centralismo cultural sigue imperando en una España con zonas cada vez más despobladas en detrimento de otras que ya empiezan a verse sobresaturadas.
Cree Gallego que «todo depende de la coyuntura». En León, por ejemplo, «hay momentos en los que es más fácil estar como artista y otros más complicados». No en vano, considera que en Castilla y León existe «poca comunicación» de cara a consolidar un circuito cultural que «sí tienen otras comunidades». Aun con todo, celebra que espacios como el Musac o el CAB sirvan como «revulsivo» a la hora de descentralizar la oferta creadora.
Más o menos en la misma línea, Forcano asegura que en su Zaragoza natal «se está apostando más últimamente por lo audiovisual». Se enorgullece, desde luego, y por eso vuelve a casa a la mínima oportunidad. Es consciente, eso sí, de que «los estímulos (en las grandes ciudades) son más constantes». Ahora bien, si algo tiene claro es que «a veces es muy bueno el retiro».
Clausura ecléctica
Alguien tiene que poner el broche de oro al Escena Abierta. Y si es con música, mejor que mejor. Desde el Tercer cielo, la cantaora flamenca Rocío Márquez sacará a relucir su duende, este domingo en el Teatro Principal a partir de las 19:30 horas, junto a Bronquio, productor especializado en electrónica y ritmos urbanos.
Con letras propias y de autores de la talla de Luis García Montero, Carmen Camacho, Macky Chuca o Antonio Manuel; Márquez va más allá del flamenco moderno para adentrarse en un ecléctico universo sonoro que bebe de géneros tan dispares como la rumba, el techno o el garage. El resultado, sorprendente a todos los niveles, se enriquece con la maestría de Bronquio a la hora de jugar con las voces según convenga. Y así, desde la transgresión melómana a caballo entre el pasado y el presente más futurista, el telón caerá hasta el año que viene.