El Correo de Burgos

En la piel de las víctimas para conocer la verdad

Escribir mientras luchaba contra el cáncer de mama fue una «terapia autoimpuesta» para María Boado, fiscal delegada de violencia de género en Castilla y León. Con 'Cruce de damas' recién llegado a las librerías, ya trabaja en su segundo thriller. Esta vez «más policiaco que judicial»

La fiscal María Boado, con un ejemplar de 'Cruce de damas', en los juzgados de Reyes Católicos.

La fiscal María Boado, con un ejemplar de 'Cruce de damas', en los juzgados de Reyes Católicos.ÓSCAR CORCUERA

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De repente, cayó en la cuenta de que «pensaba más en los personajes que había inventado que en la enfermedad». A partir de ese momento, María Boado se sintió «aliviada». El cáncer de mama seguía ahí y debía pasar por el quirófano en diciembre. Por eso se apresuró a rematar la novela, al menos el primer borrador. «Parece una tontería, pero tuve un pensamiento muy lógico en una persona que se va a someter a una doble mastectomía. Son muchas horas de operación y nunca se sabe».

Salió del hospital, permaneció un mes con «los brazos pegados al cuerpo» y en cuanto le fue posible volvió a escribir. Releyó, rehizo parte del puzle y expandió la historia que había empezado a vislumbrar al poco de coger la baja. Como fiscal delegada de violencia de género en Castilla y León, tuvo claro desde el principio lo que quería contar; cómo, dónde y cuándo. También el final, pero nunca imaginó que los personajes acabarían cobrando «vida propia». Tanta que, a lo largo del proceso, «iban cambiando y a veces se separaban del camino que yo quería».

La espada de Damocles ya no pende sobre Boado. Plantó cara a la enfermedad y salió reforzada. Por su carácter luchador y gracias a esa «terapia autoimpuesta» que cristalizó en Cruce de Damas (Roca Editorial), no hay duda. Con este thriller judicial recién llegado a las librerías, las primeras reacciones son positivas. Le dicen que «engancha». Y lo mismo le transmitieron en su día los «lectores cero».

La espera se le ha hecho larga. «Es como un parto, parece que no va a llegar nunca y estás en tensión», reconoce Boado, en su despacho, con un ejemplar de la bendita criatura entre sus manos. Se la ve más radiante que feliz. No oculta que ahora mismo «se mezclan muchas sensaciones y sentimientos». En cualquier caso, prefiere centrarse en lo bueno. Le toca vivir «una experiencia muy divertida y apasionante» que merece la pena disfrutar al máximo. Y lo hará, eso seguro, durante la presentación en Burgos, el 13 de febrero en Hijos de Santiago Rodríguez, junto al también fiscal y escritor Fernando López Recio. Y en su querida Oña, ya en Semana Santa, arropada por el periodista Eduardo Rojo.

Vayamos al meollo del asunto, a la sinopsis de Cruce de damas. El punto de partida se sitúa en Oña. En verano, en plenas fiestas patronales, en 1991. Localizan a una chica en su coche, semidesnuda e inconsciente. Salta a la vista que ha sido víctima de una agresión sexual. El presunto culpable, el único posible, intimó con ella esa misma noche a la vista de todo el pueblo. Le caen 12 años de cárcel.

Una joven abogada, presente en Oña aquella noche, visita al recluso por una cuestión totalmente ajena a su condena seis años después. Algo sucede, ya que la letrada empieza a barajar la posibilidad de que tal vez sea inocente y decide reabrir el caso. La intriga, de aquí en adelante, está servida.

La novela aborda dos cuestiones «fundamentales» para Boado: «ser víctima de un delito y la problemática de quitar a alguien la libertad». Su trabajo como fiscal consiste en buscar la verdad y para ello tiene que meterse en la piel de las partes enfrentadas. El caso que relata es totalmente ficticio, pero introduce «elementos que son habituales en algunas agresiones sexuales». Por ejemplo, una ingesta desmedida de alcohol que actúa como detonante.

«Chicas, ahora estáis más protegidas. En el 79 la ley protegía al monstruo, no a la mujer»

A caballo entre Oña, Burgos y Bilbao -las tres patrias chicas de la fiscal-, Cruce de damas se ubica a principios de la década de los 90 para reflejar una incontestable realidad. En aquella época, las redes de apoyo familiar, social y judicial brillaban por su ausencia. Tampoco era extraño que muchas víctimas -como la de su novela- se vieran obligadas a lidiar con la ocultación y el silencio paternal porque «es algo que les avergüenza».

Boado no solo rompe una lanza a favor de los avances que ha experimentado la Justicia a la hora de combatir la violencia de género. También plantea una reflexión colectiva. Dirigida especialmente a todas aquellas jóvenes que muestran «tolerancia hacia determinadas conductas, sobre todo de control por parte de su parejas». Partiendo de esta base, el mensaje es claro: «Chicas, ahora estáis más protegidas. Mirad como estaba la situación en el 91. Y podemos ir más atrás para ver la falta de libertad que había. En el 79 la ley protegía al monstruo, no a la mujer». Por no hablar de periodos aún más oscuros, cuando «una mujer golpeada por su marido no podía irse de casa porque le imputaban un delito de abandono de familia».

Estamos hablando, por si no ha quedado claro, del negacionismo de la violencia de género. «Está siempre cuestionada», asegura Boado. Hasta tal punto que ella misma ha experimentado esa sensación por su labor como fiscal. El problema, enfatiza, reside en la «polarización» en torno a un problema de primer orden con el que «tendríamos que ir todos en la misma dirección».

«El número de denuncias falsas es tan limitado que no merece la pena ni comentarlo»

«Es evidente que la violencia de género existe. Nadie puede pretender lo contrario porque ahí están las cifras». Negar lo evidente le parece «absurdo» y, al mismo tiempo, rechaza «las voces que todo lo convierten en violencia de género». Seguir esa senda supone, en su opinión, «hacer un flaco favor a las verdaderas víctimas».

Con este inquietante caldo de cultivo, a Boado le preocupa sobremanera el impacto de los bulos machistas que se difunden a través de las redes sociales. Falsedades recurrentes como que «todas las mujeres mienten en contra del hombre». La desinformación vende y atrae a un gran número de adolescentes varones (y también adultos). No en vano, la realidad es bien distinta. «El número de denuncias falsas es tan limitado que no merece la pena ni comentarlo», sentencia la fiscal mientras invita a los negacionistas a «ver lo que veo yo todos los días para que se convenzan de lo contrario».

Mientras tanto, el número de agresiones sexuales ha aumentado «notablemente» a lo largo de los últimos años. Por el consumo exacerbado de alcohol, como ya indicaba antes al abordar el arranque de Cruce de damas, pero también por el «acceso fácil a la pornografía, que convierte el sexo en algo que no es normal». En este sentido, le aterra pensar que hay chavales que tienen a su alcance «vídeos donde hay muchos hombres con una sola mujer y creen que son comportamientos sexuales normales. Y que la mujer disfruta, aunque no lo hace en absoluto».

A pesar de todo, María Boado (la fiscal) defiende los valores de la Justicia en el más estricto sentido de la palabra. Con rigor, empatizando con las víctimas pero sin obviar la presunción de inocencia. A pesar de todo, que no es poco, María Boado (la escritora) ha sido capaz de estrenarse en el mundo literario con una novela «optimista» y «luminosa».

No se detendrá ahí. Ya está con la segunda, que lleva más o menos por «la mitad». De nuevo un thriller, de vuelta al ámbito rural, «más policiaco que judicial» en comparación con su ópera prima. Para saber más, eso sí, habrá que esperar a que ella misma levante el secreto de sumario.

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