NUEVA TEMPORADA EN EL CAB
En la trastienda de una exposición
¿A qué dispares oficios implica el montaje de una muestra de arte?
A.S.R. / Burgos
El 2 de octubre, con un vino en la mano, los culturetas y algunas fuerzas vivas de la ciudad observarán, se emocionarán o no, se preguntarán, intentarán comprender, buscarán explicaciones... sobre las exposiciones Imágenes proyectadas, de Perejaume, y Todo, algo, nada, de Álex Arrechea. Las dos nuevas propuestas del Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) serán una realidad. Pero ninguno reparará en que detrás de ellas se encuentran horas de sueño, mañanas colgadas al teléfono, hechuras y deshechuras, sudor derramado, vatios de luz gastados, alguna melodía silbada e incluso cantada, cientos de vasos de café, y algún cigarrillo, y más de un quebradero de cabeza. Es el cuadro colgado en un centro de arte entre temporadas. El montaje de una exposición involucra a un buen número de gente en busca de la meta. Desde los carpinteros al director pasando por la comisaria, los montadores, los técnicos de sonido, la administración, la comunicación, las educadoras, la seguridad o la recepcionista. Sin olvidar al artista.
El CAB se encuentra estos días en plena vorágine de pre estreno. En una semana inaugura. Y hay que desmontar las viejas exposiciones y montar las nuevas. Jaume Cusachs observa una de las videoproyecciones. Es el técnico audiovisual que trabaja con Perejaume. Le llama la atención el buen rollo entre todo el equipo. Lo dice alguien que ha convivido con ellos dos días. No son falsas apariencias.
El buen ambiente se siente en todo el inmueble. Cables, maderas y demás cachivaches aparte.
Emilio Navarro, director de este espacio, confirma este buen ambiente, aunque él se identifica con la figura del tocapelotas. «Pero lo hacemos con buen humor. En un principio se acordarán de mi familia pero luego con una cerveza se olvida», bromea y confiesa sentirse cómodo en la espontaneidad y la improvisación. «Conmigo difiere la idea original con el resultado final. A mí me gusta mucho el ensayo y error en un montaje».
Su presencia en la muestra de Perejaume es menor porque existe una comisaria, Neus Miró. En otras ocasiones, sus poderes son mayores porque también interpreta este papel.
El personaje del director es el primero en aparecer en la función. Desde que invita a un artista a sus aposentos. ¿Por qué se elige a un creador? «Porque su trabajo te interesa, porque crees que es un autor con un discurso, como dice Arguiñano, con fundamento, porque su obra es una aportación al arte contemporáneo actual... Son muchas razones. Es una decisión poco pragmática».
Seleccionado el nombre propio. Se entabla un diálogo. Se diseña el discurso. Se traza su desarrollo. «Y llegamos al punto en el que estamos hoy en el que entran en liza varios oficios». ¿Y él? Él se pasea cual terrateniente por sus tierras y anima o reprende a su gente. Rectifica, puntualiza... Buenrollismo.
En este trabajo le asisten Cristina García -gestión y comunicación- e Isabel Redondo -coordinación-, que al final han sabido esquivar al fotógrafo. Ellas reconocen que se trabaja a contrarreloj. En menos de quince días hay que desmontar y montar. Ellas pululan por ahí, pero... ¿cuál es su trabajo realmente? «Es el pre a la exposición. Todo lo que supone traer la obra, traslados, seguros, la gestión con los artistas, las necesidades previas para tener el material lo más preparado posible para agilizar el montaje, aunque al final siempre surgen nuevas cosas», contesta Isabel. «El trabajo de comunicación se alarga antes, durante e incluso después. Se preparan notas de prensa, imágenes, se hace un mailing previo a medios nacionales e internacionales y después seguimos insistiendo», releva Cristina, quien destaca que la difusión de los medios especializados es buena, aunque también es verdad que la inserción de publicidad aúpa estos buenos resultados.
Mientras ellas apuran el café, los que siguen dale que te pego son los carpinteros. Eugenio García y Pablo Mata no descansan. Para arriba y para abajo.
En la sala de al lado, con un cable por aquí y otro por allá, aunque todo muy bien recogido, está Chema. Solo. Luis hoy no ha venido.
En este particular gran hermano todos tienen su papel, aunque sea secundario como el de Nerea Ureta, becaria recepcionista, y Rosa Martínez, la agente de seguridad, que reconoce menos tensión durante este kit kat entre muestra y muestra.
Ese menor trajín también lo sienten Virginia Calvo y Estela Rojo. El departamento de Educación se prepara para el próximo curso. Nuevas exposiciones, viejos niños.
El CAB es un ir y venir de gente. Golpes, ni una voz más alta que otra, máquinas, música...EL ARTISTA, LA COMISARIA Y EL TÉCNICOPerejaume se pasea por el CAB sin extrañar el suelo que pisa. Su memoria casi fotográfica le guarda en un hueco desde hace un año. Al artista, uno de sus nuevos moradores, le parece un espacio genial: «Sus vagones cerrados, sin vistas, con unas brillantes salidas al exterior...».
El catalán, Premio Nacional de Artes Plásticas, no se pone nervioso en el montaje, aunque reconoce la cada vez mayor importancia del contexto, que, dice, casi llega a ser más relevante que la obra misma. «Llega un punto que todo está tan repleto de lenguaje que las piezas, que antes parecían aisladas del mundo, con marcos muy sobrios, y éramos capaces de excluirla de su entorno y establecer un diálogo directo con ella como si no importara dónde ni cómo estuviera colgada, se unen al entorno. Hoy en día tenemos un tipo de mirada y de operaciones cerebrales que cualquier objeto, idea o palabra lo asimilamos en relación a cómo está colocada, el momento en el que se dice...», analiza Perejaume, que compartirá con el público toda su obra audiovisual, con origen en el año 1983.
Asegura que las nuevas tecnologías le tienen pillado, como a todos, pero él cuenta con una mano ejecutora desde hace nueve años. Jaume Cusachs conoce bien a Perejaume. Él le ayuda en la realización de los vídeos y le asiste a la hora de exhibirlos. «Soy la parte que está entre el artista y el técnico que hará la instalación», resume porque, advierte, no hay que olvidar que se está ante «unos artefactos con vida propia y que normalmente fallan, en los que nunca sale nada a la primera».
Un ejemplo: A dos horas de coger un avión para Barcelona, esperaba un ordenador que se resistía a llegar. Eso sí, se iba tranquilo: «Las instrucciones están claras». Él ya no volverá como técnico, tal vez sí como espectador.
Pero es Neus Miró la directora de orquesta en el montaje. Ella es la comisaria de la muestra. Y el recorrido que abarca esta labor -a la que lleva dedicada diez años- es largo... y complejo. «El comisariado implica la conceptualización de un proyecto, que puede ser expositivo o no y se puede desarrollar de distintas formas, hasta su ejecución, más el catálogo, las actividades realizadas en torno a él», resume.
¿Cómo enfocar una exposición exclusivamente visual de un autor que desarrolla su creación en diversos medios? ¿Qué se va a focalizar, cuál va a ser el eje? ¿Cómo dinamizar el recorrido, cómo hacer que el espectador no tenga la sensación de que repite formatos expositivos al tratarse de un medio como el audiovisual, cada vez más presente en museos y salas expositivas? ¿Cómo articular una obra que tiene unas preocupaciones fijas que se desarrollan desde el principio como el paisaje, la posibilidad de un territorio, la traslación a lo pictórico...?
A todas estas preguntas se enfrentó Neus Miró. Y halló soluciones. Una: «Optamos al final por hacer un recorrido que no fuera cronológico ni temático, pero que tuviera bucles, de modo que el público en la tercera sala vea una pieza que le recuerde a una de la primera. Se entrelazarán unas y otras». Dos: «Incorporamos diferentes dispositivos. El visitante se encuentra con proyecciones en pared, monitores, plasmas... Son diferentes posturas, relaciones físicas, entre el espectador y lo que se proyecta. No es lo mismo ver diapositivas que una exhibición en una pantalla». Tres: «El espacio es peculiar, son tres salas, conectadas entre puentes, y los dos niveles son iguales. Esto implica un ritmo repetitivo que se tenía que romper de alguna manera y se hace con bucles».
Luego está la necesaria relación con el artista. «Siempre hay puntos de conexión porque tenemos un territorio en común que es la obra», señala y afirma que el diálogo es esencial en una exposición individual. Y con Perejaume, parco en palabras, es fluido. Esa buena sintonía se sintió en el CAB.