Deslumbrante misericordia de un escritor

A.S.R. / Burgos

Carlos Frühbeck Moreno se remangaba la camisa para mostrar al respetable sus pelos como escarpias y no era para menos. El joven escritor se convirtió en equilibrista para mantener los pies en el suelo ante los elogios de Eduardo Riestra, director de Ediciones del Viento, y el poeta y narrador burgalés Tino Barriuso. A él y a La ceguera de los ciervos, su primer libro de relatos, presentado anoche en sociedad en el Círculo de la Unión, alumbrado por las imponentes y abigarradas lámparas del lugar.

Las mismas que habían deslumbrado a Riestra, quien antes de entrar en harina dejó bien claro que Óscar Esquivias, autor apadrinado por el sello gallego y amigo del escritor protagonista, no había tenido nada que ver con en esta edición. Todo había sido fruto del azar y de la mano de Susana, su ayudante, que lo rescató de los montones de originales que pueblan su despacho pacientes como el reo en el corredor de la muerte, con la certeza de que acabarán en el contenedor de reciclaje.

A Esquivias también nombró Tino Barriuso. Fue antes de confesar su veneración por Frühbeck Moreno y su acierto con los nueve relatos que conforman La ceguera de los ciervos. Rememoró aquella tarde en la que presenció una ordenación dominica y la misericordia que aquellos novicios suplicarían a su superior. A ella se refirió. «Todos los escritores imploramos. Sin un lector no somos nadie». Pero también señaló que Frühbeck Moreno no necesita misericordia alguna. ¿Por qué? Porque -sentenció- su libro es deslumbrante. Y, levantando la voz ante el creciente murmullo ajeno a la presentación, se recocijó especialmente al hablar de La Virgen de las Fronteras, uno de los cuentos incluidos en esta ópera prima, presentada una noche de jueves en la que Tuco tocaba el piano bajo el Arco de Santa María.