El Correo de Burgos

«El teatro debe posibilitar al público vivir momentos de excepción»

Ana Zamora dirige 'Auto de los Reyes Magos', el texto más antiguo de la literatura dramática en castellano, fechado en el siglo XII

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Burgos

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A.S.R. / Burgos

Nao d'Amores es una compañía cuanto menos atípica. Por lo menos lo parece tras hablar con su directora, Ana Zamora, que este fin de semana se ha desplazado a Burgos con el grupo para representar su último montaje, Auto de los Reyes Magos. Esta «joven promesa ajada» habla fascinada del lujo que ha sido representar esta obra, considerada el texto más antiguo de la literatura dramática, fechado en el siglo XII, en un marco como el patio de la Casa del Cordón, donde se han intensificado las sensaciones de ese viaje al pasado, al del teatro más ancestral, propuesto en esta pieza.

El escenario histórico, el graderío a modo de sillería de una iglesia románica, la persistente presencia del incienso, la música de la zanfona, el laúd, la cornamusa, las flautas..., la expresividad de los actores, el sugerente sonido del castellano antiguo, la plasticidad de los objetos utilizados y el juego de luces y sombras posibilitan este traslado al medievo.

Esto pasaba por la noche. Por el día Ana Zamora, ante un té, intenta poner palabras a algo que no se puede explicar con palabras.

Más importante el cómo que el qué. «En el tipo de teatro que hacemos es más importante el cómo que el qué. Hablamos de textos, de ideas, de temáticas, de proyectos, que se han repetido a lo largo de toda la historia y corresponden a la parte más ancestral del teatro, no se descubre nada, pero elaboramos una manera nueva de verlo y con medios de toda la vida».

Viaje de luces y sombras. «Es difícil plantear un texto de 147 versos para un espectáculo de duración estándar. Al final realicé una dramaturgia, revisité los grandes momentos del ciclo dramático navideño, lo que solían ser las representaciones vinculadas a la liturgia de Navidad, los maitines en las grandes iglesias y catedrales en el siglo XII, con lo que empiezan a aparecer cosas fascinantes como el Canto de la Sibila, profecías del fin del mundo que aún se hace, por ejemplo, en Mallorca. Hemos construido un montaje en el que se fusionan muchas cosas, es un viaje de luces y sombras, que es lo que era la Navidad antiguamente, no esta imagen ñoña, terrorífica, de centros comerciales que tenemos hoy, sino de muchas cosas que se mezclan y que son recuperaciones de ritos viejos y por eso aunque sea teatro sacro llega tanto a ateos como a creyentes porque habla de la historia de la humanidad por encima del cristianismo».

Actores, títeres y música en directo. «Intentamos contarlo con elementos muy, muy básicos de la teatralidad como son un tipo de interpretación actoral donde quedan siglos y siglos para la concepción de la cuarta pared, es decir, estos actores hablan al público y cuentan su historia por lo que hay una concepción de la metateatralidad. Siempre introducimos títeres en nuestro espectáculo, que en este caso tienen que ver mucho con el simbolismo, y es que los títeres son la parte más vinculada a la ritualidad que nos queda en el teatro. Y el tercero, importantísimo, es la música, siempre en directo, con reproducciones de instrumentos de la época, no como algo que ilustra y acompaña la acción sino formando parte de la propia acción dramática. Todo es teatralidad de la de toda la vida, pero seguramente es lo que menos podemos ver en escena hoy».

El placer estético. «Damos la posibilidad al público de vivir momentos de excepción, que es lo que hay que generar con el teatro, aparte de que se replanteen cosas, queremos que sientan ese placer estético, esa conmoción, que nunca te va a pasar viendo la tele».

Lucha contra los prejuicios de los creyentes y de los ateos. «A la gente se le pone la carne de gallina cuando le dices que va a ver un montaje de teatro sacro. Hay prejuicios tanto por un lado como por el otro. La gente creyente viene con un miedo que se muere, pero es el ateo el que más se emociona porque lo ve con más distancia, porque es la historia de la humanidad, y esto demuestra que es material que hay que seguir replanteándose».

El espectador no es tonto. «Llega un momento en el que te asustas y piensas si debes hacer concesiones para llegar a un espectro más amplio de público, pero te das cuenta de que es absurdo, lo que quiere el espectador es que le den buen teatro, no es tonto, y el deleite sensorial que recibe al escuchar un laúd o una zanfona seguramente es mucho más novedoso que si yo empezase a trabajar con el multimedia. Con los años me he reafirmado en que al público no hay que darle las cosas más masticadas de lo que se debe, hay que hacer espectáculos asequibles en los que aparecen diferentes niveles de lectura».

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