El Correo de Burgos

BALONCESTO / Adecco LEB Oro

La gloria, un paso más cerca

Autocid Ford se hace con el factor cancha y pone la serie patas arriba tras firmar su penúltima gesta en otra tarde para el recuerdo

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Burgos

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VIVEMENORCA    65

AUTOCID FORD    69

Vivemenorca: Umeh (14), Ciorciari (15), Diego Sánchez (6), Caio Torres (16), Cuthbert Victor (2) -quinteto inicial- Fernández (6), Sabaté (-), Otegui (4), Montañana (-).

Autocid Ford: Morley (13), Chris Hernández (13), Albano (11), Blair (5), Manu Gómez (-) -quinteto inicial- Alberto Miguel (7), Chus Castro (6), Anagonye (8), Corrales (2).

Árbitros: Uruñuela y Bravo.

Eliminados: Ciorciari (min. 40).

Parciales: 14-18; 31-36 (descanso); 42-50 y 65-69 (final).

DIEGO ALMENDRES

Quizá se puso la venda antes de tiempo. Quizá, expuso con sinceridad su temor fundado. Ni siquiera los 24 puntos de distancia adquirida en el primer partido dieron alas a Paco Olmos, técnico de Vivemenorca. «Autocid siempre gana el segundo partido», advirtió. Una profecía que en la tarde de ayer se hizo realidad para catapultar las ilusiones de un conjunto burgalés que rompe la baraja con un triunfo tan brillante como fundamental en sus aspiraciones.

Ahora, los locales tienen la sartén por el mango, haciendo bueno el dicho que reza aquello de que cada partido es un mundo. Ni el golpe de autoridad protagonizado por su adversario, ni el bofetón moral encajado, mermaron el ánimo de un equipo que hace mucho se ganó el respeto del baloncesto español. Ayer, cuando el sol más calentaba, sacó a relucir su versión más inteligente y práctica. Serio, sereno y confiado, el cuadro de Casadevall mantuvo la situación bajo control en todo momento para hacerse con el factor cancha y poner la serie patas arriba.

Autocid recuperó el pulso a través de las sensaciones. A pesar del rapapolvo sufrido el viernes, mantenía intactas sus opciones de cara a una eliminatoria en la que quizá Vivemenorca siga disfrutando de la condición de favorito, pero los burgaleses dependen exclusivamente de sí mismos.

Tocado fondo en el primer envite, se trataba de mejorar para sellar su penúltima gran gesta de un año que todo Burgos desea nunca llegue a su fin. Una premisa sencilla, a tenor de lo vivido 48 horas antes. Autocid tomó nota de todo lo ocurrido y no tardó en aplicar los remedios adecuados para meterse en partido desde el arranque, por mucho que le costara en labores ofensivas.

El Vivemenorca echó en falta al lesionado Turner y Casadevall protegió a Anagonye del particular rasero aplicado por los árbitros. Si en la derrota del viernes los trencillas no tuvieron nada que ver, sí dejaron a las claras que a los burgaleses no les van a conceder ni el menor respiro. Sus razones tendrán, pero al descanso los menorquines ya acumulaban 16 visitas a la línea de tiros libres y sumaban 5 personales menos que los azulones.

Saben los burgaleses que tendrán que convivir con esta situación y fundamentaron su mejoría en una mayor intensidad defensiva. Los de Casadevall funcionaron en retaguardia para mantener a raya a su rival. Esa es la necesidad imperiosa de los castellanos si quieren hacerse con las riendas de la situación, si quieren aplicar una mayor velocidad a su juego. Así lo hicieron, con mayor o menor fortuna, asumiendo el riesgo de caer en la precipitación en ciertos lances del choque.

Tras un inicio a trompicones, el acierto exterior cargó de razones a los de Casadevall en su planteamiento. Un arreón de 0-9 daba la primera ventaja a los ayer visitantes, arropados por un 8-13 que marcaba el camino a seguir.

Si bien es cierto que una mayor continuidad en ataque hubiera sido la mejor, mientras respondiera la defensa, todo iría bien para los azulones. La anarquía condujo al error y con ello se perdieron muchas opciones de dar un mordisco en la yugular del rival.

Con todo, el 18-25 dejaba a las claras que el buen trabajo realizado hasta ese momento no era producto de la casualidad o de un pequeño bajón del Vivemenorca. Autocid sumaba méritos en cada acción y contrarrestó con frialdad cualquier intento de reacción blanquilla. Ciorciari, con un triple estratosférico, situó el momentáneo 29-29, un pequeño fuego sofocado con la conexión Anagonye-Morley en el tramo final del segundo cuarto.

El 31-36 del intermedio comenzaba a generar ansiedad en el conjunto de Paco Olmos. Toda la lucidez mostrada en el primer partido desde el exterior se convirtió en un cúmulo de errores que Autocid apuntilló con su gran trabajo en el rebote defensivo. El buen inicio del tercer periodo, unido a una técnica de Ciorciari y a dos triples de Albano, catapultaron a los azulones hasta el 37-48 con 16 minutos por disputar.

Esa era la renta a administrar por un conjunto burgalés que, ahora sí, apostó por un mayor control de las revoluciones. Los árbitros siguieron picando de aquí y de allí e, incluso, lograron sacar de quicio a Morley, pero sólo se encendieron las primeras luces de emergencia cuando un triple de Fernández estrechaba el luminoso con el 49-54.

Siete minutos por delante. Autocid no podía permitirse el lujo de despertar a una bestia encomendada a Ciorciari y Caio Torres. Si la gran virtud de Menorca es su profundidad de banquillo, ayer sólo se apoyó en estas dos referencias, por mucho que Umeh maquillara sus números con el choque sentenciado. Por contra, los burgaleses volvieron a funcionar como un bloque para estirar de nuevo la goma (51-60). La puntilla llegó con un triple de Alberto Miguel, un 53-63 que sólo encontró un atisbo de vida en la guerra a la desesperada planteada por un rival que hizó la bandera blanca cuando Chris Hernández selló el triunfo desde la personal. Dos pasos separan a Autocid del cielo. Y a ver quién es el valiente que duda de sus posibilidades.

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