Burgos se tiñe de azul para honrar a sus héroes

DIEGO ALMENDRES / Burgos

Quizá no ascendió, pero Autocid se dio un merecido homenaje junto a los suyos en el fin de fiesta deseado (casi). Alrededor de dos mil gargantas no dudaron en agradecer al equipo azulón su esfuerzo y su capacidad para generar ilusión en una ciudad ávida de alegrías deportivas.

La del domingo en Menorca fue, sin duda, la derrota más dulce de la historia de Autocid. Porque, aunque jugará en LEB Oro la próxima campaña, mantiene intacto su sueño. De hecho, éste sale reforzado, ya que dejará su condición de anhelo para convertirse en objetivo a corto-medio plazo.

Tiempo tendrá el club para solidificar las bases de un proyecto que, por el momento, tiene el mérito de haber enganchado a toda una ciudad. Desde hoy, los responsables de la entidad trabajarán pensando en el futuro, pero ayer sólo tenía cabida la fiesta y el alborozo después de una temporada tan bonita como dura.

Liberados de la tensión competitiva, jugadores, cuerpo técnico y directiva celebraron junto a los suyos el fruto del trabajo bien hecho. Ese «cariño» y ese «esfuerzo» del que se hizo eco el alcalde Juan Carlos Aparicio en la recepción, ha tenido su recompensa y su respuesta tanto dentro como fuera de la cancha y esa es, sin duda, la mejor victoria de un Autocid ambicioso, como demostraron en sus intervenciones los responsables azulones. Una declaración de intenciones que debe encontrar respaldo en la sociedad burgalesa y que parece tiene en la cruzada por contar con un nuevo pabellón su elemento más representativo.

Tras un brevísimo acto protocolario presidido por el alcalde de la ciudad, el equipo, por fin, disfrutó del momento más esperado desde el bocinazo final en Menorca. La decepción, los lamentos, no tuvieron cabida en una fiesta en la que Iván Corrales ejerció de jefe de ceremonias en el balcón del Ayuntamiento.

La afición se entregó con el equipo y éste le correspondió. Los cánticos ya habituales en El Plantío volvieron a resonar en la Plaza Mayor para agasajar a un bloque convertido en una «familia». Sólo hubo un pero, la ausencia de un «hermano», Chris Hernández. «Con él, la copa estaría aquí», aseguró el capitán.

Todos los jugadores recibieron el homenaje de una plaza teñida de azul. También el técnico Andreu Casadevall, uno de los más vitoreados de la tarde. El catalán ya sabe por boca (e insistencia) de sus seguidores el deseo de todo Burgos para que continúe un año más en el banquillo, un aspecto que no parece tan sencillo. Pasará lo que tenga que pasar, pero, por el momento, Casadevall se ganó uno de los mayores aplausos con una intervención breve, pero directa y llena de emoción. «Sois los mejores. ¡Viva Burgos!», espetó el técnico.

El deseo de renovación del preparador se hizo extensible a otros nombres propios como Zach Morley, Albano Martínez, Jason Blair, Peter Lorant, Chus Castro o Aloysius Anagonye, sin olvidar a un Chris Hernández que estuvo presente desde el primer segundo. Porque Burgos quiere baloncesto y porque este club desea volver lo antes posible al balcón del Ayuntamiento. Esta vez como nuevo equipo de ACB.