El Correo de Burgos

BALONCESTO / Adecco LEB Oro

Otro paso atrás doloroso

Autocid choca contra un muro en ataque y cae ante un Logroño práctico y acertado / Un heroico Marcus Vinicius no bastó para sacar al equipo local del atolladero / La actitud permitió a los pupilos de Casadevall mantenerse con vida hasta el final / Castro, finalmente, fue baja por lesión

Burgos

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AUTOCID FORD    68
KNET&ENIAC LOGROÑO    75


Autocid Ford: Pep Ortega (13), Rafa Huertas (2), Dani López (15), Darren Phillip (7), Marcus Vinicius (11) –quinteto inicial- Mateo Kedzo (5), Juan Aguilar (4), Jerome Tillman (6), Ross Schraeder (5).
Knet&Eniac Logroño: Lawal (10), Mesa (10), Ruiz de Galarreta (2), Witt (20), Mejeris (-) –quinteto inicial- Bonds (7), Mediano (9), Herrero (3), Zagorac (7), Suárez (7).
Arbitros: Carpallo y Muñoz.
Eliminados: Ross Schraeder (min. 39) y Zagorac (min. 39).
Parciales: 24-17; 37-41 (descanso); 50-59 y 68-75 (final).

DIEGO ALMENDRES / Burgos
Quizá sólo fuera un mal día, pero este Autocid parece abocado a complicarse la vida viernes sí, viernes también. Tan pronto domina la situación como sufre a remolque. Poco importa la situación, el rival o el momento de la temporada. Las sensaciones se repiten, por mucho que, habitualmente, encuentre a tiempo la luz al final del túnel. Ayer, sin Castro por lesión, no fue así y Logroño pescó en río revuelto.

El equipo local perdió ofreciendo su versión más desacertada, aunque el coraje mostrado le permitiera estar dentro de partido hasta el ocaso gracias a un heorico Marcus Vinicius. Sea como fuere, se dejó otra victoria crucial en el camino y el problema va más allá. Van siete derrotas, una menos que en toda la Liga Regular pasada y el ascenso directo cada vez se complica más.

Como en Mallorca, escenario del último tropiezo, la puesta en escena fue alentadora. No brillante, pero sí permitió ver a un Autocid dispuesto a enmendar, una vez más, sus errores. Quiso crecer desde la defensa el equipo burgalés, ya que en ataque se atragantó con la disposición zonal visitante. La intensidad en retaguardia era la adecuada y Logroño sufría para encontrar el aro, por lo que los azulones habían hecho la mitad del trabajo en esa faceta del juego.

El resto lo puso el control del rebote, tanto en cancha propia como en la contraria. Ello facilitó que Autocid tomara impulso en la transición, donde disfrutó de buenos momentos. Marcus, Ortega

y Rafa Huertas lideraron la labor ‘sucia’, mientras Dani López y Darren Phillip encontraban huecos en la zona blanquilla para cimentar el estirón local (20-11) antes de que los pupilos de Jesús Sala comenzaran a desperezarse.

Las rotaciones tuvieron un efecto diferente en los dos equipos. Mientras en Logroño todos sumaban, Autocid se empeñó en chocar una y otra vez contra el muro de la línea de tres. Perdido el rumbo ofensivo, la defensa tampoco aportó soluciones al desaguisado y lo que parecía un simple sofocón se convirtió en un problema serio.

Logroño se lo pasó en grande en el segundo cuarto. Si los burgaleses sufrían en el perímetro, el equipo riojano creció desde el 6,75. Mediano, Witt, Suárez, Herrero… la espiral negativa requería un punto de inflexión inmediato porque también Lawal dominaba por dentro. No en vano, Autocid acumulaba un parcial en contra de 4-18 en seis minutos que obligó a Casadevall a encontrar soluciones de urgencia si no quería meterse en un lío mayor.

Por fin, el equipo castellano dio signos de vida con el 28-35. En los malos momentos, siempre encontrará el apoyo de un Marcus Vinicius que volvió a actuar de bombero. El brasileño transmitió al equipo la energía que requería para levantarse de la lona, una mejora defensiva que encontró continuidad con un pequeño chispazo de lucidez en ataque. Al menos, los azules salvaron un mal momento para empatar por mediación de Schraeder (37-37), aunque no fue suficiente para tomar ventaja antes del descanso debido a las malas decisiones tomadas en el último minuto.

No hubo paz para un Autocid incapaz. Frío, mucho frío transmitía el equipo local. Tanto, que Logroño volvió adquirir un nuevo tope máximo de nueve puntos con el 37-46. Los locales tardaron 3:30 en anotar su primera canasta y fue en un contraataque. De

poco servía cada intento burgalés, puesto que los blancos se refugiaban al abrigo de su acierto exterior (sumaban 9 aciertos en 18 intentos) para estirar la goma una y otra vez hasta alcanzar los 12 con el 45-57 a 2:10 para el final del tercer cuarto.

Muchos problemas, pocas soluciones. Por momentos, ninguna. Ni siquiera Darren Phillip apareció en escena en el patio de recreo de Witt y compañía. El tiempo se agotaba, con el último cuarto como esperanza desesperada en un partido para olvidar, mientras los de Jesús Sala aplicaban su guión en cada lance del juego.

El 50-59 era la barrera a superar por los locales en los diez minutos finales, aunque se hacía necesario un cambio total de la situación. El colectivo no encontraba el camino y las individualidades tampoco daban con la tecla. Por eso, cada acción positiva era un motivo para la ilusión, pero lo cierto es que éstas se produjeron de forma esporádica.

Con todo, nadie podrá echar en cara al equipo su actitud. Remó con fuerza para seguir vivo en su cruzada hasta ver el horizonte con el 56-61 con seis minutos por jugar, pero ahí murió su último intento. Logroño tiró de paciencia, una virtud que le faltó a un Autocid ansioso por remontar antes de tiempo y el partido se acabó. Witt se hizo cargo del timón y con el 57-68 puso el lazo a la derrota de un equipo burgalés capaz de revolverse en su tumba para entrar en el último minuto 65-69. Medidas desesperadas, pero ya era demasiado tarde. El margen de error es mínimo y el de mejora, manifiesto.

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