El Correo de Burgos

BALONMANO / Liga Asobal

Duro golpe para el Top Ribera

El conjunto ribereño cede desde los siete metros en el último segundo de un partido que tenía controlado / Los de Cuétara caen ante un rival directo

Burgos

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BIDASOA    25

TOP RIBERA    24

Bidasoa:  Zubiria (p), Ugarte (2), Crowley (5, 3 p), Díaz de Cerio (2), Aldunate (1), Roberto Álvarez (8), Mujika (1) -siete inicial-, Otegi (ps), Azkue (4), Cavero, Aramburu, Fernando Rincón, David Rincón, Jauregi y Milosevic (2).

Top Ribera:  Xavi Díaz, Cabanas (7, 2 p), Doldán (1), Diego Camino (2), Moyano, Roberto Sánchez, Valles (2) -siete inicial-; Amérigo (ps), Rasero, Markel Beltza, Javi Muñoz, Emilio Esteban (3), Sladic, Roberto Sánchez, Moyano (7) y Miguel Ángel Martínez (2).

Árbitros: Jesús Escudero y Jorge Escudero (Cantabria). Excluyeron a Mujika (2) y Aramburu, del Bidasoa, y a Rasero, Beltza y Valles, del Villa de Aranda.

Parciales: 2-2, 5-4, 7-6, 9-8, 10-11 y 11-13 (descanso); 12-16, 16-18, 18-21, 20-22, 24-23 y 25-24 (final).

Irún

El Top Ribera sufrió un duro golpe moral en su visita al Bidasoa en un partido que tuvo en sus manos para, al menos, llevarse un empate. Sin embargo, una vez más vio cómo en los últimos compases el rival echaba por tierra el esfuerzo realizado.

La derrota no fue fiel reflejo de lo ofrecido sobre la pista, ya que el conjunto arandino mereció mucho más. Al menos un punto, si no dos, teniendo en cuenta que casi siempre fue por delante en el marcador y que llegó a tener, incluso, cuatro goles de renta (13-17). Además, el gol definitivo llegó de la forma más cruel posible, desde los siete metros y sin tiempo para que los castellanos tuviesen la ocasión para empatar.

Así, abandonaban los hombres de Jacobo Cuétara el pabellón irundarra tras ver cómo su oportunidad de sumar su tercera victoria de la temporada, de la que están terriblemente necesitados para salir de los puestos de peligro, se esfumaba precisamente ante un rival directo en la lucha para evitar el descenso a la segunda categoría.

En el arranque del partido, tras algún gol de los locales, el Villa de Aranda tardó poco en ponerse por delante en el marcador. Moyano mostraba el camino que podía llevar a los suyos hacia la victoria, pero quedaba claro que ésta no iba a ser fácil. El portero local, Zubiria, se mostraba especialmente inspirado en el primer acto, consiguiendo una nada desdeñable cifra de once paradas. Así, del 3-4 se pasó al 7-5, después al 7-8 y, tras el empate a once goles, los visitantes lograron llegar por delante al descanso con un 11-13 esperanzador para los intereses arandinos.

El Villa de Aranda estaba realizando un gran partido hasta ese momento. Sin figuras que destacasen en sus filas sobre el resto de compañeros, pero sin mostrar fisuras tampoco, con especial mención a la solidez del conjunto. Sin alardes, pero sin errores. De esta forma, a los pocos minutos de la reanudación, labró el conjunto de Jacobo Cuétara la que iba a ser, a la postre, su mayor renta del partido, 13-17.

Sin embargo, en esta Liga Asobal, posiblemente la más igualada de los últimos años, cuatro goles no significan nada definitivo. Así se vio en un Artaleku repleto que animó a los suyos durante los sesenta minutos que duró el choque.

Además, el Bidasoa se trata de un equipo que, en lo que va de la temporada, está progresando notablemente. Va de menos a más y, con su flamante fichaje de Milosevic y la recuperación del lesionado Álvarez, ha conseguido dar un salto cualitativo respecto de sus prestaciones en el arranque de esta campaña.

Fue, precisamente, Álvarez el mayor dolor de cabeza de los visitantes, conviritiéndose en un auténtico martillo pilón que acabó destrozando todas las esperanzas arandinas.

De esta forma, del 18-21 se pasó al 24-23, empezando un partido nuevo. Una verdadera ruleta rusa. Con 24-24, Díaz realizó una parada importante, pero en el siguiente ataque le pitaron pasos a Vallés. Los locales tuvieron un último ataque de 36 segundos y, a falta de cuatro, se pitó un penalti que sería definitivo en el área arandina. Cuando Crowley marcó desde los siete metros, ya no quedaba tiempo para nada más que para lamentarse por la crudeza de una derrota completamente inmerecida.

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