El Correo de Burgos

Inventado un material que detecta explosivos improvisados

El grupo de investigación de la UBU SUPRABUR, ha preparado un material capaz de detectar al momento explosivos improvisados, incapaces de ser detectados por métodos convencionales. Por María Merino

Imagen del grupo SUPRABUR que ha puesto en marcha este proyecto.

Imagen del grupo SUPRABUR que ha puesto en marcha este proyecto.Santiago Otero

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Actualmente, hay personas que fabrican explosivos de uso doméstico, ¿Con qué objetivo?

Decir que vivimos en un mundo en guerra permanente no es ninguna novedad. Además de las guerras que implican a estados, y que siempre se había pensado que sucedían muy lejos de Europa, y que ahora han llegado a las puertas de la Unión Europea, hay otras guerras menores, que siempre han estado ahí y que en ocasiones hemos visto muy de cerca.

Son las que llevan a cabo aquellos a los que se denominan como terroristas, cuyos orígenes y propósitos suelen ser confusos, pero que intentan de igual forma sembrar el terror y la violencia en la vida de las personas que viven en paz.

Quienes llevan a cabo ese tipo de actos no suelen utilizar armas convencionales, debido a que está prohibida la libre circulación de armas en países en paz. En esos casos los terroristas construyen las suyas propias, en su mayoría explosivos y detonadores, con elementos bastante sencillos que se pueden obtener de forma legal muy fácilmente.

Hoy en día se pueden encontrar en internet recetas para crear, con muy pocos ingredientes, una gama de explosivos poderosísimos, pero también muy difíciles de manejar, y que en varias ocasiones durante los últimos años han sido utilizados para crear el terror en nuestra sociedad y en muchas otras sociedades de todo el mundo.

En ocasiones son los mismos terroristas quienes esconden en su propio cuerpo estos explosivos y los hacen explotar en una multitud, pereciendo en el acto. Otras muchas veces los esconden y los hacen explotar a distancia; en esos casos hay tiempo para detectarlos antes de que suceda algo irreparable, por ejemplo, cuando están escondidos en la bodega de un avión o en el almacén de un auditorio que va a llenarse de espectadores. En esa coyuntura, sí es posible evitar sucesos irreparables.

Durante el tiempo que permanece el continente del explosivo en un lugar cerrado, hay una pequeña cantidad del mismo que se evapora, por lo que hay trazas en el aire que podrían detectarse si hubiera un medio capaz de distinguirlo de todo el resto de componentes que hay en el aire.

El objetivo de este proyecto, según su director, Tomás Torroba, era detectar el explosivo llamado ‘La Madre de Satán’ (triperóxido de triacetona) llamado así porque es muy difícil de manejar y sin embargo el más utilizado en este tipo de ataques, antes de que pueda causar ningún daño. Este tipo de explosivo no lo detecta ningún medio disponible actualmente, por eso tal y como señala Tomás, es muy importante contar con una herramienta que lo detecte a ciegas, y de forma certera.

El grupo de investigación SUPRABUR comenzó creando un tipo de «algodón mágico» que detectaba este explosivo, pero encontraron problemas a la hora de utilizarlo debido a que en muchas ocasiones el explosivo puede estar demasiado escondido como para realizar la prueba, y eso suponía un problema de eficacia. Tomás explica que detectaron la necesidad de diseñar algo para encontrarlo «a ciegas».

Y de esta forma, comenzaron a estudiar otros materiales que lo detectaban en el aire, aprovechando la volatilidad del compuesto que por muy bien que estuviera escondido, siempre hay una parte pasando directamente de sólido a vapor. El problema, tal y como cuenta Tomás, es que este explosivo no tiene olor reconocible, de lo contrario, perros adiestrados podrían detectarlo fácilmente, como hacen con los convencionales.

Para llegar a un material con el diseño adecuado, este grupo de investigación ha probado muchas variaciones estructurales de un colorante en diferentes condiciones. Se creó un protocolo muy preciso de pruebas que el compuesto que se ha desarrollado debía aprobar para que se aseguraran garantías de éxito. Cuando las pruebas funcionaron en un disolvente, se procedió a probarlo en aire. Para ello depositaron el producto en una sílica nanométrica (arena de mar lavada y molida hasta un tamaño ínfimo). De esta forma, consiguieron que la superficie de contacto del producto con el aire fuese el máximo posible, de forma que pudiese captar trazas del explosivo. Cuando el producto, que es un colorante fluorescente, entra en contacto con el explosivo, cambia el color de emisión bajo una lámpara ultravioleta, y de esta forma se puede medir la diferencia entre antes y después.

Para que pueda ser una medida inmediata se debe poder medir en el lugar y el momento que se necesita. Para ello SUPRABUR ha creado una cámara oscura portátil con una lámpara ultravioleta, en la que se puede hacer una foto del material después de rastrear el lugar sospechoso. Utilizan una aplicación de móvil que han “adiestrado” con una librería de imágenes medidas en condiciones muy precisas, de forma que la app puede comparar la imagen tomada en el momento con la colección de imágenes en su memoria, así convierte la imagen en un código RGB y en una medida de cantidad de explosivo en el aire.

Tomás Torroba explica que, evidentemente un teléfono y una caja no son tan precisos como los aparatos de medida de fluorescencia cuyo coste es de cientos de miles de euros, pero sí es muy rápido y económico. Si detecta un valor positivo, que es bastante aproximado al real, se puede bloquear el lugar y hacer una medida precisa, pero lo importante es que el explosivo ha sido detectado y se puede dar la voz de alarma. Por ahora SUPRABUR ha comprobado que, si el material sensor se aproxima a una distancia razonable a una muestra de explosivo, entre veinte centímetros y dos metros, el sistema lo detecta razonablemente bien.

Actualmente, esta tecnología está patentada en fase de publicación y desarrollo. Este año 2023 termina el proyecto de desarrollo de la parte científica y empieza el de desarrollo tecnológico. Para ello, Tomás cuenta que han obtenido un proyecto de prueba de concepto en el que se va a poner a punto un sistema autónomo: un dron terrestre con un medidor sofisticado de la presencia del explosivo en el aire, algo a medio camino entre la aplicación de teléfono móvil y el aparato grande y pesado. Será una miniaturización del sistema en un prototipo semiautónomo que pueda trabajar de forma eficiente por sí mismo.

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