El Correo de Burgos

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Las consecuencias del desbroce sobre la ganadería en la montaña

El biólogo burgalés Amonio David Cuesta analiza los efectos negativos de esta práctica en la Cordillera Cantábrica y aboga por recuperar las quemas para regenerar los pastos / En su tesis doctoral, aborda la deposición atmosférica de nitrógeno procedente de animales de granja

Amonio David Cuesta durante uno de sus trabajos de campo.-ECB

Amonio David Cuesta durante uno de sus trabajos de campo.-ECB

Publicado por
D. S. M.
Burgos

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En 1832, la Cordillera Cantábrica albergaba alrededor de medio millón de cabezas de ganado. En el 2000, a causa de las políticas agroganaderas de las últimas décadas, apenas quedaban 10.000. Aunque no es el tema central de su tesis, el biólogo -ya doctor- burgalés Amonio David Cuesta abordó las consecuencias de este progresivo descenso en su investigación sobre la respuesta de las comunidades de artrópodos a determinadas perturbaciones y cambios vegetativos en los ecosistemas de este antiguo sistema montañoso en la provincia de León, dominados por un tipo muy concreto de brezal: Calluna vulgaris.Cinco años de «trabajo gordo» -de 2004 a 2009- muestreando y «un par de meses» para redactar y organizar sus conclusiones. Es lo que ha tardado el joven entomólogo en arrojar luz sobre el progresivo descenso de la actividad ganadera en este particular ecosistema de brezal presente en la banda atlántica de Europa, «desde Noruega hasta la península ibérica incluyendo las islas británicas». Antes de exponer las consecuencias, Cuesta se remite en primer lugar a tiempos pasados. «Estos brezales eran gestionados por los pastores porque en esos puertos de montaña de la Cordillera Cantábrica había muchísima trashumancia y flujo de ovejas», introduce para, acto seguido, explicar que la «gestión tradicional» de la Calluna vulgaris se llevaba a cabo mediante el pastoreo -las ovejas se lo comían- y las quemas.Ambos métodos hoy son historia. Lo que existe hoy en día es una «gestión mecánica» de desbroce por parte de la Junta de Castilla y León con el fin de generar pastos. ¿Qué ocurre? Antes de dar la respuesta, conviene tener en cuenta que «tenemos unos brezales que están envejeciendo». Y es que mientras en el resto de Europa la Calluna muere aproximadamente a los 30 años «y se regenera o se sustituye por otro tipo de brezal», la edad de las plantas «llega a los 60 años en algunos sitios» debido a la reducción de su ciclo vegetativo por las frías temperaturas invernales. Ahora sí, Cuesta aporta un dato revelador:«cuando envejecen, peor poder de regeneración por desbroce tienen». Y claro, al ganado no se le puede dar gato por liebre.Llegados a este punto, el biólogo señala que «este brezal está especializado en regenerarse por quema», ya que «las semillas germinan muy bien después de un pequeño choque térmico de calor y con mucha luz». La reaparición de la Calluna bajo este proceso tarda unos 15 años. Por lo tanto, en ese periodo «todas las ramas son tiernas y sirven para que coma el ganado, sobre todo cabras y ovejas». De hecho, «es una planta que las gusta», de ahí que el uso del fuego sobre pequeñas parcelas «cada 15, 20 o 25 años» resultase «útil para el hombre» que ejercía la actividad ganadera en este ecosistema. Por no hablar de la «diversidad brutal» que el paisaje ofrecía gracias a una serie de «manchas de diferente edad» que favorecían la proliferación de distintas comunidades de insectos y artrópodos «en cada etapa de crecimiento».En base a las conclusiones extraídas tras años de investigación sobre el terreno, Cuesta pone como ejemplo la gestión de este recurso natural en Escocia o Inglaterra, donde hay «manuales específicos» basados en estudios sobre cuál es la época más adecuada y cómo proceder para que «los propios pastores» realicen las quemas. Los resultados del denominado Burning Code no solo están a la vista, sino que su eficacia ha sido constatada en congresos forestales.Con ello no quiere decir que cualquiera pueda desempeñar esta tarea. «Evidentemente», las quemas prescritas «tienen que estar controladas por profesionales». Nada que ver con lo que se hace en el Reino Unido u otros países, ya que «aquí, por nuestra forma de montaña, tendría que hacerse de otra manera». Tampoco es cuestión de quemar siempre por norma. «Cada comunidad arbustiva es diferente», de ahí el siguiente matiz: «si un ecosistema se regenera igual por desbroce, es mejor por motivos de seguridad».Sin embargo, el joven doctor está convencido de que «la Junta gestiona para conservar, ya no se gestiona por utilidad», de ahí su convencimiento de que este ecosistema corre un serio peligro, amén de perjudicar la actividad ganadera, que aunque escasa continúa presente.Excrementos y purinesEn su tesis, Cuesta pone el foco en la contaminación por nitrógeno atmosférico como perturbación para las comunidades de artrópodos que viven en la Cordillera Cantábrica. Aparte de los combustibles fósiles como el petróleo o el carbón, los purines y excrementos de los animales de granja también contribuyen a este fenómeno, dado que «se volatilizan moléculas de nitrógeno en el aire y se depositan cuando llueve».¿Qué consecuencias acarrean dichos cambios?En el caso de la Calluna vulgaris, con dicho aumento, «las plantas ya no son tan competitivas con respecto a otras plantas y entonces se sustituyen por pastizales dominados por gramíneas poco palatables». Por consiguiente, se forman nuevos pastos pero «el ganado no quiere comer» de ahí que la actividad trashumante se vea perjudicada.

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