El Correo de Burgos

GANADERÍA

«La tecnología en la granja se agradece»

Marta Gil ha pasado de una granja tradicional a una moderna donde prima el bienestar animal

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Aranda

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La ganadera de porcino Marta Gil acaba de ganar el premio Zoetis en la categoría de bienestar animal. Apenas lleva con su granja 9 meses, pero Marta no es nueva en el sector. En su puesta en marcha ha contado con su experiencia en la granja tradicional que tiene su familia en el mismo pueblo de Santa Cruz de la Salceda (Burgos).

Y es que, en la nueva granja, inaugurada en febrero de 2023, ella y su hermano lo han pensado todo al milímetro. «Sobre todo hemos tenido muy en cuenta lo que no queríamos. Aquí por ejemplo hemos puesto pasillos más anchos para facilitar el manejo. Además hemos diseñado un sistema muy enfocado al bienestar animal por el que las cerdas están sueltas casi todo el tiempo».

A la hora de poner esta granja para 2.500 madres, Marta lo tiene claro: «lo peor sin duda es la burocracia». «Bueno la burocracia y la falta de un criterio oficial porque aunque lo hemos pensado todo mucho, no sabemos si encajará con las directrices que marcará la Ley de Bienestar Animal, porque lo cierto es que todavía no se sabe nada», lamenta con el temor de que en 10 años la ley les obligue a hacer una reforma. «El otro día un asesor nos decía que a lo mejor las parideras en lugar de los 6 metros que tenemos aquí necesitan 7. A estas alturas parece mentira que no haya nada fijo. No tenemos ninguna seguridad y la verdad, no me parece normal».

Con 39 años Marta ha vivido el campo toda la vida, desde que su padre comenzó con la primera granja hace más de 40 años. «Primero era un cebadero pero luego lo transformó en granja de madres y poco a poco fue ampliando hasta las 1.600».

Aunque trabajó allí como encargada, Marta hizo un impasse hasta que volvió para emprender su nuevo proyecto. La tecnología tiene en la nueva granja un protagonismo especial y eso se aprecia desde el mismo momento en que las cerdas llegan por primera vez de la recría. Todas van con chip y antes de empezar con el proceso de inseminación, a los 220 días, los animales aprenden a comer. «Aquí en lugar de la tolva comen entrando en una máquina que le sirve el alimento en cuanto lee el chip. La cerda come a puerta cerrada por lo que está más tranquila», explica consciente de que «es importante que lo aprendan porque luego es el sistema que utilizamos en los parques de gestación». «Si no aprende puede haber riesgo en la gestación».

Una vez preñadas, las cerdas van primero a los parques de gestación, en la misma granja, y luego a partos, donde están 28 días. Después llega el destete. La cerda vuelve a gestación y el lechón termina el destete durante 5 semanas antes de abandonar la granja camino del cebadero. «Nosotros trabajamos con la integradora Agroalimentaria Chico».

La tecnología ha supuesto un antes y un después en la granja. «La antigua ya estaba adaptada y tenía tecnología, pero aquí al ser todo más nuevo es más fácil gestionar. La tecnología se nota y se agradece», subraya con la mirada puesta en cuestiones importantes como programar la temperatura en la sala de lechones, donde el primer día hay más calor y luego va bajando gradualmente, o cuando salta la alerta si hay una enferma. «La tecnología ayuda mucho pero hay muchas tareas por hacer. Aquí hay que venir todos los días sí o sí para ver que todo esté bien, limpiar los comedores y ver si alguna se ha puesto mala o necesita algo».

Con una plantilla formada por 13 trabajadores, los fines de semana hay turnos «para que todo el mundo tenga su descanso».

Para proteger a las cerdas de enfermedades, siguen un estricto protocolo de bioseguridad que afecta tanto a los trabajadores como al diseño de la propia granja, con doble vallado y mallas pajareras para evitar la entrada de otros animales y de pájaros.

A la hora de poner en marcha la nueva granja, Marta no ha contado con ayudas, salvo la subvención por la apuesta que ha hecho por la tecnología. «Como en su día me di de alta como autónoma, cuando fui encargada en la otra granja, no he podido optar a nada más», lamenta.

El año ha sido intenso. «El llenado de una granja siempre es difícil. Hay que hacer muchos trabajos a la vez, enseñar a la gente… los primeros dos años suelen ser duros pero estoy muy contenta. Este es un proyecto de vida y aquí me imagino en 10 años. Eso sí, espero que algo más tranquila».

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