El Correo de Burgos

Ganadería

«Es una pena, pero me ha sido imposible poder continuar»

La burocracia y la falta de mano de obra obligan a Beatriz Mendo a cerrar su granja de ovejas de Revilla Vallejera

Beatriz Mendo Sánchez ha cerrado su explotación ganadera en la localidad burgalesa de Revilla Vallejera tras un año y medio.

Beatriz Mendo Sánchez ha cerrado su explotación ganadera en la localidad burgalesa de Revilla Vallejera tras un año y medio.ECB

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Aranda

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Cuando a los 44 años decidió cambiar el rumbo y apostar por una cabaña de ovejas churras marca IGP Lechazo Castilla y León, Beatriz Mendo Sánchez sabía a lo que se enfrentaba. Había sido carnicera durante muchos años y tenía claro que iba a ser un trabajo esclavo al que iba a tener que dedicarse los 365 días del año. Sin embargo, no imaginaba que se le iba a complicar todo tanto y tras romper con su pareja, que era ganadero y le ayudaba, ha tenido que vender «porque no encontraba a nadie en la zona que quisiera trabajar aquí».

La cada vez más exigente burocracia ha terminado de desestabilizar la balanza al cierre. «Te quitan las ganas de todo, la verdad», lamenta sin descartar volver a intentarlo en un futuro. «Si solo dependiese de las ovejas y del trabajo volvería a montarla, pero el tema de la mano de obra y de la burocracia me echa para atrás porque cada vez es peor».

Por el momento ha dejado las ovejas y se ha puesto a llevar el bar ‘De sol a sol’ del pueblo donde instaló su ganadería: Revilla Vallejera (Burgos). «El cambio ha sido difícil pero estoy contenta. Ya conocía a la gente y me han acogido fenomenal. A mí me gusta pensar en positivo y quedarme con lo bueno y con una experiencia, que el tiempo que he estado me ha llenado».

A la hora de desmantelar la explotación fue relativamente sencillo: la nave estaba en alquiler y las ovejas, tras ponerlas a la venta en varias páginas web, las traspasó a un ganadero de la zona y otra parte al ganadero que en su día se las vendió a ella. «He perdido dinero, pero no tenía opción de poder continuar».

Beatriz Mendo, con su rebaño de ovejas.

Beatriz Mendo, con su rebaño de ovejas.ECB

Beatriz tenía 324 ovejas y eran su proyecto de futuro. No fue fácil. Comenzó con la explotación de ovejas para lechazos con Indicación Geográfica Protegida en 2021, un año antes de que la guerra de Ucrania disparase los precios. «Yo siempre he mirado mucho los gastos y de hecho apostamos por ganadería extensiva y sacaba las ovejas casi todos los días para reducir el consumo de piensos y forrajes, pero siempre hay que dejar en la nave a las ovejas que van a parir y las que han parido», señala consciente de que si llueve y no las sacas «las tienes que echar de comer y es un gasto más en unos años especialmente caros».

Tampoco tuvo acceso a ninguna ayuda. «Al principio me hablaban de muchas, pero cuando llegó el momento, nada. Al ser mayor de 40 años me quedaba fuera, por un lado, y luego no pude acceder a las ayudas que Europa dio a los ganaderos por la subida de precios que había generado el ataque de Rusia, porque como era nueva no había hecho la PAC y sorprendentemente no tenía derecho».

Con este panorama empezó desde cero con un préstamo bancario, el asesoramiento de su entonces pareja y el comienzo en un pueblo que no era el suyo. «Yo soy de Salamanca, pero cuando era pequeña me trasladé con mi familia a Burgos donde mi padre trabajaba. A Revilla Vallejera vine porque fue el mejor sitio que encontré para las ovejas y aquí me quedo por ahora».

De las 324 ovejas una parte llegaron ya preñadas, para acelerar el proceso, pero seis perecieron por el cambio y dos crías no prosperaron. «Superado el trance inicial la verdad es que no he vuelto a tener problemas y cada año parían unas 95-100».

Al funcionar en ganadería extensiva recorría el monte de Revilla Vallejera, el pueblo de al lado, Villamedianilla, y luego rastrojeras, que en un conjunto de tierras que han quedado segadas o en rastrojo. «Para utilizarlas pagaba a la Cámara Agraria», puntualiza. «Las sacaba todos los días salvo cuando llovía mucho», añade.

En el plano económico, aunque la desaparición progresiva de cabañas de oveja churra en España debería incrementar el precio, la competencia de lechazos de otros países es feroz. «Es lo mismo que les pasa a los agricultores, aquí cumplimos unos estandartes de calidad y bienestar animal que ellos no cumplen ni de lejos, pero luego en la carnicería todos los gatos son pardos y hay mucha trampa. Debería controlarse más el origen y la trazabilidad para que al menos el consumidor tenga claro lo que está comprando, porque no es lo mismo».

Terminada la experiencia como ganadera, Beatriz hace balance. «Lo peor sin duda ha sido la burocracia y lo mejor, las épocas de parideras. Nosotros teníamos tres al año: una para la venta de Navidad, otra para la de Semana Santa y una última para verano y era muy gratificante. Me quedo con todo lo aprendido», termina.

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