El Correo de Burgos
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LA COSA no está para poesía ni queremos versos ni rimas de suegra, que es por lo que les da cuando se aburren y están con los nietos. A la gente de bien, lo que nos gusta es leer sencillo y entender a la primera. En la prensa cada vez hay que fiarse menos de lo que se dice a excepción de algunos columnistas que, aún se la juegan. La literatura del pueblo está escrita en columnas de opinión. Escribir en esto, deja meterte con la gente guapa como hacía Umbral el gigante. Degolló a los presidentes de la transición y democracia. Los humilló con el respeto que deja el fino cristal de la ironía y la poesía juntas. Sacó las tripas con lenguaje cervantino, llano, culto y ordenado. Cuando un cronista trae su pluma al periódico diario, hace de pequeño Larra o Fernández Ruano. En esto, soy un pobre aprendiz de mago. Qué pena, Francisco Umbral no está ahora en este mundo para largar de los catalanes y sus nacionalismos. O de las nuevas opciones simbióticas como, Podemos. Estoy convencido que superaría columnas magníficas que leí de él. Aunque no creo que ninguna fuese mejor que su ‘Marilyn’. Sólo un genio puede ser arrogante y machista sin que duela. Sólo él pudo decir aquello de «cuando hablamos de mi libro» y a la vez, asegurar que su proyecto lírico fue, ganar dinero. Por aquello de que la poesía es para muertos de hambre y mejor, ser poeta sin rotos en los bolsillos. El maestro jugó con ventaja aunque se le perdona. Cogió la esencia de la transición y la movida madrileña que hirvió como el mosto lo hará pronto en nuestras bodegas. Bailó con Agatha Ruiz de la Prada. Intuyó la pasión y los secretos de estado al tiempo que el fino perfume de Carmen Díez de Rivera, la musa de ojos verdes. Suárez también se rindió a ella. Umbral se lo encontró en crudo, lo mejor de lo mejor cuando nadie había entrado en la mina del oro del contar las cosas modernas. O que pretendían serlo. Un poeta que piensa en clave de prosa se enamora de sus personajes cuando viven pasiones inconfesables. Proust sabía que los días, con su fluir, aniquilan los placeres. Vivimos en secreto historias inconfesables, día a día.

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