El Correo de Burgos

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AUNQUE ES verdad que se podía haber hecho mejor y que la alcaldesa debía de haber contado con el consenso necesario antes de elevar al Pleno del mes de julio el debate de la distinción de François Michelin como Hijo Adoptivo, lo cierto es que celebro que al final se haya aprobado. Dicen los detractores que el homenajeado no tiene una relación cercana con Aranda, y que por ese motivo no es merecedor de semejante distinción. Discrepo; en esta vida hay que ser agradecidos.

Está claro que es una empresa que se asentó en Aranda con fines lucrativos, - faltaría más- , pero nadie puede dudar de los efectos positivos que la implantación de esta fábrica ha supuesto para Aranda y la comarca. Con Michelin, la capital ribereña pasó de tener 13.455 habitantes en el año 1960, a 27.598, veinte años después; la estructura laboral se transformó al pasar de limitarse al sector primario a ocuparse mayoritariamente al sector secundario. Y es que, François Michelin asentó el actual tejido empresarial y modificó la estructura urbana de una ciudad que con su consolidación dio origen a nuevos barrios.

Tampoco podemos olvidar el compromiso social de una empresa que colabora asiduamente con las asociaciones locales, que organiza campañas de seguridad vial y que presta desinteresadamente instalaciones como el polideportivo ADC Michelin.

Por todo ello, seré sincera, que François Michelin venga o no a Aranda a pasar un fin de semana o un verano, importa poco; prefiero que la empresa continúe creciendo y dando trabajo a una tierra que sin Michelin sería otra.

Con esta distinción, la corporación completa el capítulo de nombramientos en este mandato; un capítulo que ha destacado además al siempre implicado Juan Carlos Higuero, así como al Cine Club Duero, por su contribución a la cultura cinematofráfica y al párroco Andrés Vicario, quien tanto hizo por la rehabilitación de nuestras principales joyas patrimoniales: las iglesias de Santa María y San Juan.

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