El Correo de Burgos

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LA CRISIS no sólo ha supuesto un retroceso económico, sino también mental en la sociedad. Veníamos de una época en la que, al menos aparentemente, se impulsaba no sólo el acceso de la mujer al mundo laboral, sino también su proyección hacia puestos de responsabilidad que, aunque no alcanzaban un porcentaje similar al de los hombres, sí comenzaban a asomar tímidamente. Pero el retroceso sufrido ha llevado a la mujer a renunciar al trabajo por cuenta ajena, a reinventarse y fomentar el autoempleo desde casa, o rescatar el concepto ‘sus labores’ en su currículum.

Tal vez sea porque estoy ofendida por las declaraciones de Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, de hace unas semanas. Estoy en esa edad intermedia entre los 25 y los 45 años que me convierte en susceptible de reproducirme y dejar, por tanto, de ser productiva para un empresario como lo es esta señora, madre de seis hijos, por otra parte. Sin embargo, no la culpo, ella sólo verbalizó una cuestión que no deja de plantearse en la vida real, la del engaño de la conciliación laboral y familiar en el que, a día de hoy, las mujeres seguimos estando en desventaja.

Y como es difícil conciliar la vida laboral con la familiar, muchas mujeres asumen como normal aceptar empleos peor pagados, a tiempo parcial y con menos proyección, eligiendo inclinar la balanza del lado de sus vástagos. Si ahora hay que perder uno de los dos empleos, que sea el de ella, si hay que renunciar a contratar a alguien para cuidar de los niños, que sea ella quien deje su trabajo y vuelva a casa para hacerlo gratis. Porque a los hombres, al parecer, la sociedad no les hace elegir, pero a nosotras, sí. Si quieres triunfar, si quieres llegar arriba –o hasta donde te deje al menos el techo de cristal-, debes renunciar a esa otra parte que te corresponde como mujer; la del cuidado y educación de los hijos y las responsabilidades domésticas, convirtiendo la conciliación en una condena para las mujeres.

¿Por qué a ellos no les preguntan en las entrevistas de trabajo si tienen intención de ser padres? ¿Acaso soy yo más profesional que algunas de mis compañeras por el mero hecho de no tener hijos como ellas? Pues vaya decepción, porque pensé que mi profesionalidad procedía de mi formación, mi esfuerzo, mi experiencia y mis aptitudes y actitudes ante el trabajo y no del fruto de mi vientre.

La sociedad tiene una idea confusa de la maternidad, del reparto de roles entre hombres y mujeres o de que las únicas beneficiarias de la conciliación laboral deben ser las mujeres. Porque la igualdad no consiste en demostrar que la mujer es una súper heroína capaz de cumplir dos jornadas de 8 horas, fuera y dentro del hogar, sino en entender las corresponsabilidades domésticas, la eficiencia en el trabajo independientemente del género y en legislar de manera en que se apliquen medidas iguales a hombres y mujeres.

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