El Correo de Burgos

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ME HA DADO por pensar que tengo una bonita historia de amor con el cine que ha durado prácticamente toda mi vida. Algunos de mis recuerdos más entrañables están asociados a un patio de butacas: Citas, cumpleaños, domingos de lluvia…un sinfín de imágenes en sepia, asociadas a la pantalla grande. ¿Recuerdan su primera vez? La mía fue E.T., en el Cinema, un lugar en el que, además de representaciones teatrales y pases en horario vespertino, también se ofrecían matinales en las que redescubríamos cada domingo a Cantinflas, el Gordo y el Flaco o Mary Poppins. Previo paso por el ‘carrillo’ (lo que en el argot local viene a ser una ‘tienda de chuches’), nos deslizábamos al interior del cine, deseando que nos abrieran el gallinero, porque desde arriba siempre se ve todo mucho mejor.

Sin embargo, las nuevas tecnologías, la crisis, el IVA cultural, los nuevos hábitos de consumo, o quizá un poco de todo, han propiciado que las viejas salas de cine hayan ido muriendo. Comenzaron a languidecer en la década de los ochenta, con la llegada del vídeo club y acabaron por reciclarse en bingos, discotecas, entidades bancarias o, en el mejor de los casos, transformados en locales multisalas.

Miranda no es ajena a ese declive. Referente cinéfilo para el entorno hace unas décadas -hasta el punto de que los alaveses se desplazaban a la ciudad para acudir a cualquiera de sus salas a disfrutar del séptimo arte-, llegó a contar con casi una decena de lugares de proyección. Pero poco a poco fueron desapareciendo porque, ante la falta de público, los propietarios acababan por tirar la toalla. Mecisa, Cinema, Astoria, Danubio, Avenida, Apolo…son ahora sólo nombres para el recuerdo y la nostalgia.

Sólo uno de ellos resiste, como esa irreductible aldea gala de los cómics, inasequible al desaliento y peleando para sobrevivir. Se trata del cine Novedades, cuyos actuales propietarios celebraron esta semana su vigésimo aniversario en la ciudad. Inaugurado en 1922, el Novedades ha pasado por momentos de gloria y decadencia a lo largo de casi un siglo y en los últimos veinte años, regentado por la familia Acha, se ha convertido en la única sala de la ciudad. Ligados al mundillo del celuloide desde siempre y con un amor por la profesión que forma parte de su ADN, los Acha no pudieron elegir mejor manera de celebrar sus dos décadas en Miranda que con un encuentro entre sus clientes más fieles y la proyección de la deliciosa Cinema Paradiso, que plasma de una manera excepcional lo que significa una sala de cine para una pequeña comunidad. Un lugar donde el taquillero te saluda por tu nombre al entrar y comenta contigo la película tras la proyección, como una pequeña gran familia que disfruta unida del ritual. Si es cierto, como dicen, que viajar amplía la mente, ir al cine engrandece el espíritu. Y ahí estamos, los ,”fijez”, cruzando los dedos para que Iñigo Acha y su familia no tiren la toalla, aplaudiendo su esfuerzo y deseando que nos permitan disfrutar de la magia, al menos, veinte años más.

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