El Correo de Burgos

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QUIEN SIEMBRA miseria recoge rabia. Y aquí la sementera ha sido más que generosa. Los brotes de indignación social están ya maduros. La próxima cosecha se antoja pródiga en ira, cólera y exasperación.

Los causantes directos de toda esta situación de degradación moral comienzan a ser presas del miedo. Hasta el momento habían permanecido impunes, ajenos a las consecuencias de sus indecentes comportamientos al margen de la Ética. Ahora les falta el aire. Sienten en el cogote el aliento de un cazador implacable que no dejará escapar la presa que tiene casi entre los dientes. Ven peligrar su medio de vida, el único en una buena parte de los casos. La confortable posición social en la que se habían instalado los políticos de los dos grandes partidos que se han ido turnando al frente de las naves municipales, regionales y nacionales en las últimas décadas, se desmorona como un castillo de naipes en plena tormenta.

Las mentiras, medias verdades, casos de corrupción casi generalizada, puertas giratorias, incumplimientos de promesas electorales y comportamientos que persiguen únicamente su supervivencia en el cargo han terminado por estallar. El vertedero de la desvergüenza llegó a tales dimensiones que el hedor se ha convertido en insoportable, hasta el punto que la Justicia, que hasta hace bien poco miraba para otro lado, está poniendo contra las cuerdas con sus investigaciones a un escandaloso número de políticos hundidos en la mierda hasta el gaznate.

Se han estado llenando los bolsillos a manos llenas mientras martilleaban a la población, de forma implacable, con sus miserables políticas de austeridad. Sobres y sobresueldos. Especulación. Comisiones urbanísticas. Financiación ilegal..

Durante décadas han prostituido el sistema que les ha permitido alcanzar la cúspide del poder. Lo han vilipendiado, descuartizado, violado con fruición. Han saqueado las arcas públicas mientras colocaban a sus familiares y amigos. Se han servido de su potestad legislativa para blindarse en el cargo y evitar que los ojos de la Justicia se posaran inquisidores sobre sus actos.

Pero ahora, cuando el pueblo se ha levantado y atisban un tsunami electoral, no dudan en dejar a un lado los reproches y odio eterno que aparentan profesarse, para intentar satanizar a quienes osan usurparles su puesto. Quienes han pisoteado, envilecido y sodomizado la democracia se atreven a calificar de antisistema a quien lucha por recuperar su esencia. Ni el amargo sabor metálico del miedo les devuelve la dignidad.

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