El Correo de Burgos

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ILUSIÓN, como la que respiran los pequeños en estos días, esperando que Melchor y compañía no se hayan apuntado todas sus pillerías y sí cada vez que fueron y obedientes durante el año pasado. Cabe más intención en esta promesa de un niño que en las listas para apuntarse a los gimnasios. Rebosantes este mes de nombres como lo estaban sus platos de comida en las reuniones familiares de días pasados. Los niños, con un ojo atento y los oídos abiertos, después, eso sí, de haberse ido temprano a la cama para evitar que sus majestades de Oriente pasen de largo, sí que son los auténticos Reyes de la casa, y, en mi opinión, de la vida. Capaces de romper y rasgar papel de regalo a velocidad de fórmula uno, y también de preparar con el cuidado y la servidumbre de un mayordomo inglés la comida y bebida para la comitiva real y sus camellos. Con estos locos bajitos de sonrisa sincera y palabra certera, sin complejos ni armaduras de convencionalismos, les dejaría yo pasar un ratito a los que se llenan los bolsillos a costa del pueblo, a ver si, quizá así, su cara se estrellase en el suelo de pura vergüenza. Aunque siempre me han dicho que de donde no hay nada, nada se puede caer, en este caso.

De magos también van los días, porque hay que tener poderes para madrugar, ver quién se encarga de los Reyes de la casa, trabajar, hacer y poner la comida, volver a trabajar, y después de todo, espero que me lean sólo ustedes y no los pequeños, interpretar el papel de Rey Mago. El juguete, el libro, la muñeca, el palacio, el disfraz, ¿dónde estaba la carta?, esto sí, esto no, ¿y aquello?, pues también... El papel de regalo, las tijeras, los nombres, comerse las galletas, beberse el pacharán, hinchar los globos, colocar las serpentinas. Y unas horas después, amanecer con un terremoto en forma de «¡Han venido los Reyes!», que no intuirá, hasta años después, que los auténticos, los de verdad, esos que te cuentan en el colegio quien son, afortunadamente siempre están ahí. Por esos días únicos, y por todos los demás, Papá, Mamá, Gracias. Muchísimas Gracias.

Y por último, los propósitos. A los ya mencionados gimnasios, se suman las academias de inglés y el adiós a los cigarros. Está bien, es una gran idea. Pero a veces, desde mi humilde punto de vista, más vale mirar y mirarse hacia dentro, que por fuera. Yo el primero. Y aprovechar para pedir que el regalo que perseguimos es cumplir nuestros propósitos. No los que dejaremos en marzo, sino los que querremos haber cumplido el día que recordemos todo nuestro recorrido. Al final, no somos reyes ni magos, sólo propósitos.

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