El Correo de Burgos

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EL ENTRENADOR es siempre es la primera víctima cuando pintan bastos en el mundo del fútbol. Pero en el caso del Burgos CF, ni de lejos, es el único culpable de un paupérrimo arranque de temporada. Fede Castaños ha pagado los platos rotos de unos números más que discretos, pero también los de la ira de la afición, que dirigió sus dardos en primer término hacia los mandatarios de la nave blanquinegra al grito de ‘directiva dimisión’ (y de forma más hiriente ‘rata dimisión’). Y solo después tomaron como diana al entrenador.

Solo una parte de los señalados tenía poder de decisión. Y la ejerció de inmediato. Al término del encuentro frente al Tropezón el preparador tenía la sentencia condenatoria sobre su mesilla de noche (aunque oficialmente no se le trasladó la decisión hasta la mañana del lunes). Una rápida maniobra de distracción de Juan Carlos Barriocanal, que elude de esta forma el foco de atención bajo la apariencia de un acto de firmeza que pretende enderezar el rumbo de una nave a la deriva.

Y se mantendrá a salvo de la ira de las masas si el nuevo ocupante del banquillo blanquinegro, que a buen seguro traerá bajo el brazo varios refuerzos -perfectamente podría haberse realizado este esfuerzo en verano- es capaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos para llevar el navío al abrigo de un puerto seguro, el de la permanencia un año más en la categoría de bronce del fútbol nacional.

A veces los árboles no dejan ver el bosque. Y el fondo de la cuestión va más allá de un relevo en el banquillo. Afecta a la filosofía de gestión de la entidad, más o menos aceptable desde el punto de vista económico, pero calamitosa en lo deportivo.

Porque al fin y al cabo, los máximos responsables de que un club capaz de generar alrededor de 1 millón de euros de ingresos por temporada inicie el curso con la única meta de la permanencia y con una plantilla confeccionada a tal efecto (escatimando hasta el último céntimo a la hora de fichar primero al entrenador y luego a los jugadores) son los miembros de la directiva. Muy pocos clubes de la categoría cuentan con un potencial similar. Es por tanto la gestión de los recursos disponibles el punto más cuestionable.

Resulta sonrojante cómo se solivianta cuando recibe acusaciones de falta de ambición, pero toma decisiones que contradicen claramente lo afirmado con la boca pequeña. Su nula capacidad de ‘enganchar’ a la afición lleva camino de llevarse por delante esa corriente de ilusión surgida hace un par de temporadas. Sin metas elevadas los proyectos tienden a la mediocridad.

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