El Correo de Burgos

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HAY QUE reconocer que el mercado de invierno da vidilla al asunto. Otra cosa es que sean contados los clubes que saben jugar sus bazas una vez inmersos en una espiral de contrataciones y despidos que, muchas veces, no tiene mucho sentido. El mercado de invierno es un buen recurso para pulir pequeños defectos, pero acaba convirtiéndose en un desesperado intento por corregir los males de todo un equipo. Si las cosas se hacen bien en un primer momento, no hay por qué recurrir a soluciones drásticas que no garantizan nada.

En Burgos se presentan las tres posibles situaciones que llevan a un club a rascarse el bolsillo a mitad de temporada. De un lado, el Clínica Colina ha fichado a Bohan Zhang para salir de la quema, un melón por abrir que en su primera aparición ha devuelto el optimismo a un club escaso de recursos. Otra cosa es que sea suficiente para salvar el pellejo. La apuesta está realizada y solo queda cruzar los dedos. De otro, el Autocid, entidad acusada de ‘engañar a la afición’ (¿?) y sentenciada por algunos a ‘morir de éxito’, sigue empeñado en ofrecer el mejor espectáculo dentro de sus posibilidades y ha incorporado a Asier Zengotitabengoa para completar un proyecto llamado a ofrecer, otra vez, muchas noches alegres dentro de la pista.

Y luego está el Burgos CF. De nuevo contra las cuerdas, minimizado por equipos como el Somozas, el Tropezón o el Astorga, el club al menos se ahorrará el ridículo protagonizado en el mercado de invierno de 2012 y parece que moverá ficha con un criterio más o menos lógico. Un club con 900.000 euros de presupuesto, 3.000 socios (muchos gratis, eso sí) y beneficiario de la mayor ayuda institucional no es capaz de asentarse en la zona media-alta de la tabla en Segunda B, donde se encuentran equipos como el Guijuelo, el Valladolid B, la Leonesa, el Avilés o el Coruxo. Así es normal que el Oviedo parezca los Globetrotters.

La austeridad mal entendida y la congelación de recursos vuelven a comprometer el futuro del equipo y la ilusión de los aficionados. Acostumbrados en Burgos a perder clubes por la ruina económica, se corre el riesgo de inventar la ruina deportiva. Por eso, ahora no queda otra que acudir al mercado de invierno con prisas, en busca de dos o tres jugadores con una varita mágica capaces de evitar un nuevo suplicio. Eso sí, tienen que ser baratos.

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