El Correo de Burgos

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NO REPARAMOS en ellos hasta que son necesarios y aún entonces, hacen su labor de una manera tan discreta y efectiva, que nos cuesta verles y valorar su trabajo. Pero hay que hacerlo, porque es mucho y encomiable.

Hace casi un mes, pero aún seguimos en Miranda hablando de las riadas. Sin embargo, casi nunca lo hacemos de los verdaderos protagonistas, esos que, desde la noche del viernes 30 de enero, casi un centenar de ellos, trabajaron duramente en paliar los efectos de la inundación, así como los de la nieve que no dejó de caer de manera incesante durante los días siguientes, tiñendo calles y calzadas de un blanco que, por las bajas temperaturas, se convertía después en hielo, creando una auténtica pista de patinaje que, pese a la tozudez de la meteorología, constantemente intentaban deshacer, para evitar accidentes.

Policía, bomberos, protección civil, brigadas municipales, servicios de limpieza e incluso voluntarios doblaron turnos y trabajaron sin descansar, sin parar a comer, limpiando, primero el barro de las calles inundadas y después el manto blanco con que la nieve se empeñaba en cubrir la ciudad.

Ininterrumpidamente, organizados en grupos y recorriendo la ciudad, trabajaron (algunos aún siguen) ‘a destajo’, olvidándose de sus familias, de su tiempo de ocio y del resto de sus responsabilidades, por el bien común y exponiéndose además a la crítica ciudadana. Porque, no nos engañemos, todos somos un poco impacientes y queremos que nuestro trocito de calle sea el primero en despejarse, que nuestro camino al trabajo esté en condiciones a la hora en que cogemos el coche, o que nuestros hijos vayan al colegio sin problemas, olvidando que la naturaleza es más poderosa que el ser humano y que deberíamos ser más comprensivos cuando una situación anómala sobrepasa la habitual normalidad de una ciudad.

Seguro que las cosas pueden hacerse mejor, seguro que se cometieron fallos, o que no se llegó hasta donde se quería, por falta de medios, o de tiempo, pero nada puede reprochársele a ese centenar de personas que consiguió durante días que Miranda no fuera un completo caos y que todos podiéramos continuar, de manera casi normal, con nuestras vidas.

Hace tiempo, en este mismo espacio, me preguntaba cuál es la razón que lleva a la gente a ejercer un voluntariado y la respuesta, una vez más, se torna sencilla; porque existe mucha gente con el espíritu de lograr una mejor convivencia en su entorno más allá de su obligación profesional, convirtiendo en deber moral un esfuerzo que, al menos con nuestro agradecimiento, deberíamos recompensar. En lo que a mí respecta, quiero felicitarles por su trabajo y darles las gracias desde aquí, que bien se lo han ganado. ¡Enhorabuena!.

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