El Correo de Burgos

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SI DE ALGO ME ARREPIENTO profundamente es de no arrepentirme cuando tuve la oportunidad de pasar del dicho al hecho. Añoro los fracasos en lugar de quedarme a medias o, directamente, en nada. Debiera haber culpado al miedo, pero achaqué a la pereza mi falta de iniciativa. Nada más lejos de la realidad. Si algo no hice fue temor al silencio o al qué dirán. ¿La dejadez? Una excusa perfecta.Por suerte, puedo presumir de haberme estrellado contra el muro de la realidad, rocoso pero no impenetrable. Elegí la música como ariete para acometer tan alocada empresa, conocí a otros tres Quijotes y bautizamos como Infinito a nuestro particular Rocinante. Golpeamos todo lo que pudimos hasta que las fuerzas flaquearon y la ilusión se desvaneció.Sin embargo, descubrí que darse de bruces puede ser maravilloso. De no haberme atrevido, jamás hubiese experimentando el éxtasis que supone subir a un escenario y compartir -con 5, 100 o 500 personas- parte de mis inquietudes, reflexiones y sentimientos.Nos atrevimos incluso a soñar, a pretender «vivir de esto» de aquella manera. Antepusimos ensayos y conciertos a todo lo demás. Ahorramos para jugar a una sola carta la próxima partida. Llegamos a ganar tres manos -discos- hasta que las obligaciones del día a día alcanzaron mayor tamaño que aquellos molinos por conquistar. La culpa fue de todos y de nadie, pero nunca de Yoko Ono. Sin nada que echarnos en cara, los Quijotes mantenemos el contacto y las vivencias de un proyecto en común que nos permitió conocer a decenas de caballeros andantes que continúan sorteando obstáculos y dando batalla allí donde les reclamen.Más que por nostalgia -que también-, escribo estas líneas para enviar un mensaje de apoyo y respeto a una profesión reconocida y denostada a partes iguales en la que solo se valora a quien llega a la meta, pero no a quien se deja la piel en el intento. Quisiera también lanzar un consejo a todo aquel que alguna vez se ha planteado trasladar su impronta del pensamiento a una partitura: sigue a tu instinto y arriesga. Nada hay más gratificante que intentarlo.

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