El Correo de Burgos

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ESTA SEMANA se daba a conocer que la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha incrementado, en el caso de Burgos el 27%, creciendo esta distancia en cuatro puntos porcentuales en los últimos cuatro años.

Más allá de las cifras, el problema de la desigualdad entre géneros es una de las lacras sociales que impide el desarrollo de cualquier sociedad. La mujer no sólo cobra menos a igual trabajo. No accede con la misma facilidad que el hombre a cargos de responsabilidad y su carrera profesional se ve lastrada ante el cuidado de los hijos.

La crisis ha acentuado ese desequilibrio. Pero no nos engañemos. Pese a las medidas encaminadas a alcanzar una igualdad efectiva entre géneros, no están en la misma línea de salida y esa brecha se da en todos los ámbitos. Son las mujeres las que llevan el peso de la familia y del hogar. La incorporación de las féminas a la vida profesional no ha ido parejo a la distribución del trabajo en el hogar. Son ellas las que emplean más horas en esas labores y el hombre -en términos generales aunque siempre hay honrosas excepciones-, considera un avance ‘apoyar y ayudar’ en las tareas domésticas, cuando debería verse como un trabajo equitativo entre ambos con una distribución igualitaria de las tareas que les permitiera disfrutar del mismo tiempo personal y de ocio a cada uno de los miembros de una familia.

A la postre se trata de un problema de educación. Qué mujer no ha escuchado frases como ‘te he puesto la lavadora’ o ‘te he bajado la basura’. ¿Acaso sólo hay ropa sucia de la mujer o sólo ella genera residuos en el hogar?

Estamos en tiempo electoral y las promesas de igualdad y solidaridad figuran en los programas de todos los partidos. En los mítines se habla de ‘ciudadanos y ciudadanas’, de ‘todos y todas’. Discursos vanos si no van acompañados desde el día siguiente a las votaciones de un trabajo efectivo encaminado a desarrollar esas medidas de igualdad que de verdad pongan a la mujer en el sitio en que se merece por el mero hecho de ser persona, no por una ‘discriminación positiva¡. Ha llegado el tiempo de los hechos, no de las palabras. Todos somos ciudadanos, trabajadores y personas. Todos, género neutro que sintácticamente se refiere a ambos géneros. Y el primer paso es trasladar la igualdad a la etapa educativa. El segundo, que esa igualdad deje de ser papel mojado y sea real en todos los ámbitos. Sólo así, con el trabajo y el impulso de todos conseguiremos una sociedad más justa e igualitaria.

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