El Correo de Burgos

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AQUÍ ALGUIEN debería avisar a Loterías y Apuestas del Estado de que el mundo de las quinielas no ha sabido ver el nicho de negocio que podría suponer realizar un vaticinio sobre la futura formación del Congreso de los Diputados. Si la gente jugase a hacer sus apuestas, con la tontería, ya llevaríamos más de 6 semanas de bote acumulado, porque seguro que no atinaba nadie. Las casi infinitas combinaciones que se están poniendo sobre la mesa en los últimos días tienen en vilo y agotan por igual a quienes a estas alturas de la película aún mantienen el interés por saber quién gobernará el barco durante los próximos cuatro años. Y es que es casi tan difícil acertar quién presidirá el país y cuáles serán sus compañeros de viaje, que sacar un Pleno al 15 en una jornada complicada. Y lo peor es que en esta lotería, aunque aciertes la combinación, no es seguro que te lleves el premio.

Aunque por otra parte y como ayer bien describía un amigo, esto se parece más bien a un patio de colegio a la hora de jugar al fútbol en el recreo.

Mariano propone hacer un equipo con Pedro y Albert, pero sin “ajuntar” a Pablo y desconocedor de que Alberto también va a su clase. Pedro –a quienes algunos de su pandilla le hacen el vacío tal vez porque tienen envidia de que sea guapo-, quiere ir con Pablo, con Alberto e incluso con más amiguitos, pero tampoco descarta contar con Albert. Pablo sabe que no puede ser el capitán del equipo como le gustaría, pero exige ser el segundo de Pedro porque dice que es un buen defensa, mientras que Albert se va dejando querer sin hacer mucho ruido, porque se maneja bien por las dos bandas y lo mismo pueden cogerle en un equipo que en el contrario y así, a la chita callando, como que igual pilla cacho y todo. Y mientras, Alberto está contento porque pensaba que nadie se acordaría de él por sus malas notas, pero al final es como el niño con gafas al que eligen el último porque el equipo tiene que tener once y si no, no salen las cuentas. Pero entra, oye, que es lo que importa.

Y a todo esto el director, don Felipe, que tenía mucha ilusión por trabajar en el mismo cole que ya lo hiciera su padre, desespera porque tiene que mediar entre las riñas de sus chicos, cuando a él lo que le gustaría es hacer cosas de director, como observar con una sonrisa por la ventana cómo el colegio funciona sin problemas. Que para problemas, bastante tiene él en casa, el pobre.

Pero lo malo, es que esto no es ni una lotería, ni un colegio, aunque lo parezca, lo malo es que llevamos dos meses sin definir presidente y, si quieren que les diga la verdad, tampoco se ha notado mucho.

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