El Correo de Burgos

FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

Positivo y super feliz

Creado:

Actualizado:

DE PRIMERAS ME uno a los que mantienen la tesis de que la psicología más positiva casi siempre ha ido de la mano del más fervoroso capitalismo; lo vemos en el empuje a la “acción por la acción” de la mayoría de los ensayos positivos de autoayuda. Reconocerán que hemos pasado una época llena de libros positivos que, aunque en su solapa afirmen estar enfocados al bienestar, en realidad, la obligación de ser positivo y feliz ha ido pareja a la producción y a la domesticación.

Hace décadas se impuso el modelo anglosajón de trabajador abnegado, riguroso con tintes obsesivos, pero con el paso de los años este modelo estaba desgastándose como el yeso cuarteado de la pared de una casa de pueblo, un modelo cuyos matices y ángulos empezaban a rozar y necesitaba de un lavado de cara, y de ahí surge “lo positivo”, pero al final sabemos que el optimismo es una nueva máscara que esconde el duro trabajo, así, con la mejor de las excusas poco a poco se renovó la vocación por lo parigual.

Será o no casualidad —creo que no suele ser casualidad— que el boom de la psicología positiva terminó siendo la cerrazón del optimismo, no existía la crítica, e incluso se sabe que demasiado optimismo positivo te lleva a tomar peores decisiones. Todos sentimos algo raro cuando en Facebook solo puedes dar al me gusta porque no existe el botón de “no me gusta”.

Curiosamente, —nuevamente creo que no suele ser casualidad— en estos últimos años de dura crisis es cuando han aparecido artículos afirmando que “ser tan positivo no garantiza nada”. Es más, esa argamasa de pensamientos positivos te puede dar algún que otro problema como por ejemplo crear falsas expectativas.

El exceso de positivismo puede oscurecer el pensamiento crítico que nos protege, al igual que un adolescente rebelde necesita de esa rebeldía para protegerse, incluso de sus padres. En ocasiones, la mal vista rebeldía le va ayudar a enfrentarse a no pocas dificultades. La irrisoria moda de ser positivo se ha convertido en una obligación, una imposición y un mandato irrealizable que, como todo imperativo, resulta cansino. Rafael Manrique decía: ¡Donde esté la elegancia del Conde Drácula, la maldad de baquelita a toda prueba de Darth Vader o el viaje al Infierno de Dante, tan atractivo (el infierno, me refiero), comparado con la sosería del Paraíso!

tracking