El Correo de Burgos

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NOS MOVEMOS en un espacio cada vez más virtual e intangible donde el tacto se sustituye por imágenes digitales de alta definición. De hecho, las presentaciones de los iPad de última generación, son réplicas perfectas de texturas y objetos reconocibles. Al abrir las aplicaciones aparecen formas que casi se pueden tocar. Los contactos se esconden pasando hoja a hoja en cuartilla milimetrada donde un tic en la pantalla sustituye al dedo mojado en lengua. El bloc de notas es una réplica perfecta de los ‘post-it’ amarillos que se pegan en la pared con chinchetas de color. La calculadora puede personalizarse en clásica o avanzada desde Casio a Texas Instruments, escondida detrás del cristal sensible a las yemas de los dedos, casi pueden notarse las teclas invisibles. Cuanto más corren los electrones por los circuitos lógicos de código binario y los microprocesadores compiten en velocidad, se precisa recurrir a las artes pasadas santificadas por el tiempo. Al paso que vamos, llegará un día en el que no toquemos el papel ni manchemos de tinta bic el bolso de la camisa. Es la era de lo mágico e igual que entonces los monjes cistercienses guardaban el saber en sus bibliotecas, hoy se archiva en la nube inmaterial a la que lanzamos nuestros secretos y descargamos datos de todo tipo. La nueva fe que sustituye a códices, scriptorium y cantos gregorianos no es otra que la red global donde navegamos y creemos. Porque creer en la invisible verdad que cuentan otros es palabra del Dios. Los hombres la encontraron siglos atrás en el rezo intramuros y hoy la buscamos en el aire cargado de ondas electromagnéticas. No llego a sentir las ondas gravitacionales, diabólicas y prohibidas que nuevos profetas disfrazarán de ciencia y matemáticas. Sólo el fuego borraba el conocimiento cuando el torreón de los incunables ardía como una antorcha y el Padre Franciscano escondía bajo el sayo, pergaminos de Aristóteles y el Beato de Liébana. Volver a tocar la realidad es lo que nos hace falta y pisar con los pies en la tierra para que de ello el pensamiento sea firme y sereno. Esto enseña Umberto Eco en su obra literaria que más que nunca está viva como el tacto sobre la piel de cordero no nato. Gracias, maestro muerto. Volvamos a espacios tridimensionales donde corre el viento como en el Claustro de Silos y el gregoriano de su Monasterio. El paso de los siglos borrará discos duros y servidores completos. Leamos en papel y escribamos con tinta fresca. Escuchemos cuerdas de guitarra que se desafinan con el frío y tengamos nuestra maleta, abierta.

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