El Correo de Burgos

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CONLAPROFUNDA crisis que vivimos y en donde los brotes verdes aparecen y desaparecen como por arte de magia según fluctúan las políticas y los mercados, un valor adormecido en la época de las vacas gordas y la complacencia y la acomodación social ha ido subiendo peldaños y granjeándose el favor de la sociedad. Ya nadie desconoce su término y no pocos han pisado el acelerador por esa carretera en busca del éxito laboral o, al menos, la supervivencia. El emprendimiento toma fuerza en nuestra sociedad y las personas que inician un camino para aportar valor añadido a esa idea que les ronda en la cabeza -los emprendedores- son un valor al alza.

Una filosofía recuperada que se ha trasladado a las aulas para impregnar a los futuros emprendedores el valor de las ideas. Esta semana hemos tenido en Burgos dos claros ejemplos de esa educación en el valor del emprendimiento con dos proyectos impulsados por la obra social de dos entidades bancarias en los colegios. Los niños participantes aprenden a crear una empresa. Conocen el intenso trabajo que hay que desarrollar para, primero, gestar la idea y después lograr que llegue a buen puerto. En ese recorrido se enfrentar a balances económicos, trabas burocráticas, solicitudes de permisos, compras y ventas, presupuestos, materia prima y fabricación de sus productos para, finalmente, colocarlos en el mercado y lograr que su empresa sea rentable, es decir, cubra gastos y obtenga beneficios.

Los proyectos se han desarrollado a lo largo del año y el colofón ha tenido lugar esta semana con la venta de sus productos en sendas ferias ‘de pequeños emprendedores’.

La alegría de niños y jóvenes en esos momentos es máxima. Ven el resultado de su trabajo y cómo el cliente agota las existencias, por más que el comprador sean las abuelas, los tíos, los amigos y también, muchos desconocidos que valoran el trabajo de los chavales.

Ofrecen sus mercancías hechas en muchos casos con sus propias manos; verles cómo han logrado estrujarse el cerebro para crear y con la ilusión que venden sus productos como si de un puesto de mercadillo se tratara, donde la simpatía y los gritos de ‘¡barato, barato!, ¡estamos de oferta! y proclamas similares, produce una profunda ternura y alegría por saber que el futuro de esta sociedad está en manos de jóvenes con ganas y con empuje.

Más allá de la garra emprendedora, en estos proyectos se recuperan valores mucho más importantes que no tendrían que circunscribirse sólo al emprendimiento: el trabajo en equipo, el valor del esfuerzo, la camaradería, la igualdad porque todos son iguales en este trabajo y la solidaridad, son, a mi juicio, el verdadero secreto de estos pequeños negocios de éxito. Habría que tomar nota de estos jóvenes y aprender de ellos.

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