El Correo de Burgos

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ESTA SEMANA SE ha abierto oficialmente el arranque del curso escolar y el lunes los alumnos de Primaria vuelven a las aulas. Una semana más tarde se incorporarán los de Secundaria y Bachillerato. Se vuelve definitivamente a una rutina en la que nos insisten en la normalidad. Pero nada se parece a la realidad a la que los alumnos se enfrentarán sin saber a ciencia cierta si tendrán que pasar un examen que les posibilite obtener el título de Secundaria; sin conocer los contenidos de una reválida que sustituye a la Selectividad -que la próxima semana tendrá sus últimos exámenes tal y como hasta ahora se la conoce- o si tendrán que hacer ese examen o pruebas de acceso a la Universidad que elijan. Tantas pruebas como solicitudes echen.

Esa situación no se puede llamar normalidad. Por lo menos no los afectados. Cientos de familias en Burgos a fecha de hoy no conocen con qué libros abordarán sus hijos el último curso de Bachillerato que les aúpe a aquellos ansiados estudios universitarios y por los que tanto han luchado en las anteriores etapas escolares de su corta existencia.

Los profesores no se atreven a mandar unos u otros libros, porque la compra se puede quedar en agua de borrajas. las mochilas están vacías a falta de una semana de que comience ‘la rutina’ y nada se sabe si la Lomce continuará con las mismas trazas que provocó su contestación social o si se modificará.

No se puede jugar con la Educación de nuestros hijos ni con su futuro. La inexistencia de un Gobierno ha permitido al actual en funciones que mantenga una ley que nadie quiere. hablan de pacto de Estado para la Educación pero los mimbres parecen ser otros y no será, hasta que haya un nuevo Gobierno cuando se diluciden contenidos, libros y trayectos para seguir estudiando. y mientras nuestros hijos -y yo soy una de las afectadas- están en un limbo en el que no saben si ‘arrear’ o decir ‘so’. La paciencia tiene un límite y más aún si se juega con el futuro de nuestros hijos. No parece que a nuestros políticos esta circunstancia les importe demasiado y siguen jugando a ver quién se lleva el sillón de la Democracia.

La rutina escolar de la que nos hablan pasa por una incertidumbre sobre cómo abordarán nuestros hijos este segundo curso de Bachillerato o el último ciclo de la ESO; pasa por conocer qué exámenes, reválidas o como quieran llamarlo tendrán que superar para continuar labrándose su futuro. Pasa, sobre todo, porque se haga caso a las más de 200.000 firmas de la última iniciativa para derogar una ley que nunca debió ser aprobada, porque se está hablando del futuro de nuestros hijos, sí, pero también de nuestra sociedad.

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