El Correo de Burgos

FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

¿Exceso de regalos?

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UNA de las quejas habituales de los padres que se convierte en un interrogante escurridizo de diseccionar es que sus hijos reciben demasiados regalos: es curioso, pero este tema ha pasado a ser una de las quejas repetidas sobre todo en fechas señaladas. Un amigo «que es padre» se quejaba de ver a su hijo abrir cajas y embalajes sin sentido, tirando los presentes, apartando otros hacia una montaña de juguetes, y abriendo otra docena a modo de melodía desafinada. Lo tienen todo, me dijo impotente, no saben jugar, concluyó. En ocasiones encontramos a niños con dos padres, cuatro abuelos y siete tíos; esto no tiene nada de extraordinario salvo que el niño en cuestión no tiene ningún otro hermano ni tampoco primos, es el único nieto y el único sobrino, lo que conlleva que, en su cumpleaños, tenga una cantidad considerable de regalos; la habitación del niño es un espacio que se reconfigura constantemente como un canal multimedia, no hay nada estable ante la cantidad de objetos que se combinan dando forma a un lugar sobreexpuesto de juguetes y tecnología. Hay padres que desde hace años intentan poner ciertos topes a los regalos, aunque la queja es que no consiguen imponer ese tipo de límites, de tal guisa que el tío suele decir: para un sobrino que tengo no me quites el placer de regalarle algo, y asimismo la abuela comenta: para un nieto que tengo... Una de las técnicas de los padres es guardar más o menos la mitad de los regalos y dárselos poco a poco en otros momentos; otros padres lo que suelen hacer en fiestas como el cumpleaños es pedir dinero, suelen ser unos 5€, y así compran una sola cosa pero de más calidad. Otros, los menos, piden a su hijo que uno de los veinte regalos que recibe lo done a otros niños necesitados. Entretanto hay un tipo de vídeos de YouTube que consisten en comprar un huevo más grande que el propio niño, y dentro de ese huevo evocador hay un sinfín de regalos de todos los tamaños. Como el lector puede imaginar, la tradición viene de Estados Unidos. Un enorme huevo de cartón lleno de regalos yuxtapuestos, y si uno tiene la paciencia de ver esos vídeos contemplará que efectivamente el niño abre regalos sin parar. Debe introducir la mano, incluso el brazo, en ese agujero primordial, para ir buscando a tientas ralentizándose un poco ese proceso compulsivo de abrir regalos a toda velocidad. El huevo como un nuevo ideal, que recuerda a la utopía de Tomás Moro. Es un hecho insoslayable que la industria del entretenimiento está encontrando fórmulas para que el consumismo no parezca tan exagerado, y ese proceso mágico de abrir regalos sea un poco más lento y, de paso, que ese esfuerzo de los padres se vea algo más recompensado. Y aunque el tema sea navideño recurriremos nuevamente a los clásicos: parece ser que fue Sócrates el que delante de un puesto de venta, dijo: cuántas cosas no necesito.

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