El Correo de Burgos

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SALUDO a unos abuelos, apelativo de postín, observadores de la obra en la Plaza de Santo Domingo y hablando de los avances que se realizan en el edificio de los Grandes Almacenes Campo o la falta de un comercio en el número uno de la Plaza. Sin pedírselo, me dicen que ya no hay obras. Que la crisis nos ha afectado a todos, pero más que nada a ellos. Éstos, pensionistas, jubilados –corredores de bolsa según una amplia corriente- incluso parados de más o menos larga duración, entretenían su tiempo parándose en las vallas de la ciudad sacando información sobre el qué, cómo y porqué se estaba haciendo semejante obra en semejante lugar. Bastaba con ver la colocación de una de aquellas grúas para frotarse las manos con impaciencia por acercarse a observar. Pero…vaya faena. Antes, las obras que se hacían a lo largo y ancho de la ciudad estaban protegidas exclusivamente por una tela mallada no demasiado consistente o anteriormente por la típica malla de alambre que no impedía ver lo que se desarrollaba dentro. La técnica era la de ir metiendo un dedo entre la tela y hurgar hasta que ya se veía algo… Pero esta forma de diversión ha acabado. Ahora las obras en la ciudad ya no se limitan a ese vallado sino que ahora ponen unos listones de madera imposibles de agujerear y que impiden observar el estado de cada obra, el estado de la faena e incluso hacer buenos comentarios sobre la habilidad de los operarios en su labor. Con estas nuevas modas, los abuelos, se deben remitir exclusivamente a las obras municipales que son las únicas que no disponen de momento de vallado o mallado. Con risas me dicen que de seguir así, acabará por desaparecer uno de los oficios más importantes de los últimos tiempos: el observador de obras. El único empleo efectivo una vez pasado a jubileta. -Bueno, no, -dice otro- también los de niñera y corredor de bolsa.

Volvemos a la crisis y al daño producido llevándose por delante montones de empleos y trabajos. -La de oficios que yo he conocido y que ahora, una vez que los titulares se han jubilado, se lo han llevado consigo. Y comienza una retahíla de oficios que a lo largo de sus, ya, muchos años han conocido y que ya no existen. El sereno, el afilador, el amolador, el pregonero, el lechero, las lavanderas, el farolero, el ebanista, la cerillera, el palafrenero, -oye, que éste todavía existe- discute otro de ellos, la plañidera, el guardafrenos…

Me tengo que marchar -les digo- y allí les dejo añadiendo datos a una relación de la que, bien estaría se tomase buena nota para no olvidar nuestro pasado.

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