El Correo de Burgos

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POCO FALTA para quemar este agosto y enganchar a la rutina diaria que nos despelleja. Entrados en septiembre, el año tiene querencia de diciembre y vuelta a empezar. Esto, corre que vuela, querido lector. No crea que solo le pasa a usted, a este menda se la borran los días futuros tanto o más que los pasados y en ello hay algo raro. Quizás, la necesidad que cada vez más, tenemos de saborear y exprimir la vida como el limón que cojo de mi árbol en Pedreña. Unos cuantos ya estáis desde la primera quincena del presente, otros por habéroslas pirado en julio, que es mes bueno. Los tardíos nos incorporamos el 4 de septiembre en una semana que será larga y frenética. Más o menos, entre Gin tonic y café americano organizamos nuestro reencuentro laborar y casi adivinamos quien espera y qué cosa de nosotros. Esa llamada atrasada y el taco de papeles que no perdonan al volver. Seas autónomo o asalariado, siempre tienes a alguien a quien rendir cuentas y al sofá de casa te llevas el resultado de cada jornada. El estudiante no vive mejor que el currante, si se lo toma en serio. Nadie es más importante que nadie en el curro, caja de cambios que engrana el saber mandar y el ser mandado. Pero no siempre uno tiene la suerte de estar a gusto con su trabajo, y hacer lo que le gusta con cierta libertad y holgura. A ojo, no más de cinco de cada cien, viven como trabajan porque para ellos, vida y trabajo es lo mismo. Sentirse identificado. La mayor parte, paga la hipoteca ancestral del Paraíso con la metedura de pata ante una Eva desnuda que hizo perder al hombre, la cabeza. Ganar el pan con el sudor de la frente es cosa también de mujeres, que lo hacen cada vez, más y mejor, aunque por desgracia, algunas dejen de tener tiempo para ser o sentirse lo que son, madres y musas. Vivir sin trabajar y sin que nos faltase de nada, amén de marqueses y heredades, no será posible, pero podemos imaginarlo. El recurso triste del ‘Plan B’ llama a nuestra puerta con una jubilación anticipada o una primitiva que caiga. Sólo la duda y el miedo te hacen pensar en otro plan que no sea el trazado. Vivir la vida a bocajarro, es el ‘Plan A’ que nos define y equilibra. Cuando se piensa en una posible salida, estamos reconociendo el batacazo cercano y en salvar los muebles como sea. Trazar un objetivo y dejar la piel por el camino prohíbe pensar en el fracaso. El “Plan B” es solo para perdedores. No es tiempo de suaves, seamos locos obsesos, como Colón, tracemos ruta y crucemos el charco.

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