El Correo de Burgos

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ES LA QUE madruga y día a día gana el pan de los hijos que alguna vez fuimos. Esa de la que Machado dijo “Lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan a la Patria y la venden; el pueblo no la nombra siguiera, pero la compra con su sangre” Sangre, sudor y lágrimas para juntar trozos de tierra en un contorno reconocido desde escuelas primarias. Son los que nada tienen que perder y esperan pescar en río revuelto. Pero las orejas del lobo enseñan sus crestas en décadas de hambre y siempre, poco antes de entrar en año par y ocho. España la gitana no distingue del Colón madrileño y catalán, se le hincha la vena y en la prórroga se echa al monte de asfalto. Banderas de España y Cataluña tiñen la calle, del mismo color rojo y albero. Con exactitud suiza en 1.988 hace 30 años, Josep Borrell jugó con el perímetro de la piel de toro. Borró a Osborne del costado negro que asomaba en las lomas de autopistas. Por entonces, ministro socialista de Fomento y Carreteras. Ayer, con la sensatez que dan los años y perspectiva del parlamento europeo, decía a los suyos y al resto de españoles, que no tiene sentido la burrada nacional secesionista que unos pocos han vendido a sus paisanos. Un discurso con sentido común que nunca pude imaginar, de su boca. La marca España es, más que un territorio continuo, más que una unidad formal, más que una lengua común. Es el espejo en el que todos nos miramos a las 7 de la mañana y preguntamos si realmente merece la pena. El trio, Puigdemont la marioneta, Carme Forcadell la ciega y Junqueras el indolente han estado esta noche despiertos, escuchando el sonido metálico de dagas y sables de sus generales. Saben que serán acuchillados en cuanto duerman. No pueden escapar del laberinto de mentiras. Son reos de sus palabras y actos. Las españolas y españoles sentimos a Cataluña como una parte más de nuestra tierra y así lo ven también las catalanas y catalanes de bien. Una nueva bandera inventada cuando se juntan las dos, del mismo color y a rayas. Es en las revoluciones como las de ayer, cuando nacen ilusiones perdidas y se matan malas hierbas. Desde hoy, las cosas vuelven a su sitio y con nota muy alta, pasamos el examen de tentaciones golpistas, y ejércitos en la calle. Nuestra democracia ha cuajado en estos pocos años, mucho más de lo que muchos pensaban. Somos serenos. Un confidente de los que firma sentencias me dice, si estos tres y alguno más, se atreve a declarar la independencia, entran en chirona, sí o sí. Eso, me tranquiliza.

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