El Correo de Burgos

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Cuesta mucho reconocer los errores propios. Más aún cuando un ego inflamado te impide ponerte ante el espejo y tus compañeros de viaje alfombran el camino con pétalos de rosa.

Pero mirar hacia otro lado no borra las consecuencias de los actos. Al contrario, no afrontarlas contribuye a incrementar su rastro negativo.

Y en el Burgos CF saben mucho de eso. El segundo proyecto de la nueva directiva blanquinegra ha nacido de nalgas. Pero lejos de reconocer la evidencia sus responsables culpan al empedrado y se presentan como una víctima desvalida cuando por potencial económico, afición y ciudad deberían ejercer un rol protagonista en la categoría de bronce nacional.

El éxito deportivo de una temporada se juega en buena parte mucho antes de que el balón eche a rodar.

La elección del entrenador y la confección de la plantilla determinan el destino final de la temporada deportiva. Y la presente no parece muy esperanzadora pese a que el curso no ha hecho más que comenzar.

Como ocurre en todos los clubes en cuanto la situación se tuerce y no se cumplen las expectativas la primera víctima será el entrenador. José Manuel Mateo es consciente que se encuentra contra las cuerdas y que su crédito se ha agotado. El pasado fin de semana salvó un match ball frente al colista, una situación que no hace más que prolongar su agonía en el banquillo, pues solo un milagro le permitirá estar al frente del equipo hasta el final de temporada.

Nadie puede obviar que el navarro tiene su cuota de culpa en un arranque liguero poco menos que nefasto para un club con uno de los presupuestos más elevados de la Segunda B. Y que el entrenador se ha visto limitado en su margen de maniobra con las lesiones de sus centrocampistas más talentosos, lo que convierten a su escuadra en un equipo previsible y sin alma.

Pero la parte mayor de la responsabilidad de la conformación de un plantel descompensado (con cuatro delanteros cuando Mateo disponía de inicio a un solo punta y con tres laterales izquierdos) y múltiples carencias ofensivas -que trataron de paliar a última hora con la incorporación de Cervero-, debe ser atribuida prácticamente en exclusiva a la única persona con voz y voto en la materia: Gonzalo Antón. Él se ha arrogado -y los directivos locales se lo han permitido- todas las competencias en la materia. A la luz de los hechos con mucho ruido y poco tino.

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