El Correo de Burgos

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NO RECUERDO un arranque de temporada con la ilusión desbordada, rozando la euforia, como la que se ha producido este verano entre la afición del Burgos CF. La afición blanquinegra, demasiado acostumbrada a cabalgar en la mediocridad deportiva en la última década, se entregó abiertamente al proyecto liderado por la familia Caselli.

Estaba ahíta de triunfos, de reverdecer los laureles de los tiempos de gloria. Y asumió como suyo el ambicioso reto que tenía entre manos: devolver al equipo de El Plantío a la élite nacional.

Nunca como en esta ocasión se ha realizado un desembolso económico tan elevado para dar forma a un bloque concebido para aspirar a todo y cincelado a golpe de talonario. No se han escatimado esfuerzos para satisfacer las exigencias de las cabezas pensantes de la plantilla (demasiadas y con diferentes criterios).

Pero los resultados están dando la espalda al Burgos CF en su puesta de largo. Yla alegría se ha truncado demasiado pronto en decepción. La liga no ha hecho más que dar sus primeros coletazos y hay tiempo suficiente para revertir esta preocupante situación deportiva de un equipo que deambula sin rumbo. Sin fútbol y sin goles. En estas circunstancias la primera crisis no ha tardado en hacer acto de presencia en las oficinas de El Plantío. Y se ha cobrado la primera víctima, el director deportivo César Traversone.

Pero siguen revueltas las aguas en la entidad de la ribera del Arlanzón. La exigencia es máxima y si la realidad no se compadece con las altas expectativas, no dejarán de rodar cabezas. El pasado domingo ya se escucharon los primeros pitos tras la derrota frente al Calahorra. Yla paciencia, tan necesaria para que los proyectos lleguen a buen puerto, no es buena compañera de viaje del éxito en los planes a corto plazo.

Con la espada de Damocles sobre su cabeza Fernando Estévez se juega su continuidad en el banquillo en los dos exigentes próximos partidos. Las sensaciones no son las mejores. El tiempo y los milagros tienen la palabra.

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