El Correo de Burgos

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A Eudald Carbonell, catalán al que censuré en esta columna porque no se había puesto en pie en el desfile de las Fuerzas Armadas años atrás en Burgos, hoy le doy la razón en su fino análisis a poco de jubilarse, sobre el comportamiento ancestral que se publicó ayer en este medio. Extraña especie a la que pertenecemos que no para de sorprender. Desde el primer invento para trabajar menos, que fue el fuego y por casualidad pasando por la rueda, hemos saltado a este siglo de las luces y sombras, herederos de las calderas de vapor, la imprenta de Gutenberg y el el vuelo orbital del átomo a su antojo. Las máquinas inundan nuestra compañía como mascotas y abren puertas al más allá con un tic en el icono de búsqueda en el iPhone mientras desde el sofá y sin esfuerzo, navegamos con el lema romano, «Citius, Altius, Fortius»: virtualmente más lejos, más alto y más fuerte. El esfuerzo y sacrificio cada vez se premian menos allá por donde andamos, que de esto puedo dar fe en lo que es el enseñar, aprender y demostrar la valía en los estudiantes de carrera. Los alumnos buscan respuestas en Google para evitar codos y apuntes pasados a limpio y en la medida de lo posible, un corta y pega hasta donde pueda colar. De la caligrafía al dictado en el que aprendimos ortografía, el comentario de texto, las matemáticas, lengua y literatura pasando por los exámenes y selectividad. Todo vino bien para formar una estructura mental que permite dar respuesta a problemas y planteamientos profesionales. Un método basado en la inteligencia natural que discurre con impulsos microeléctricos en el infinito de engramas y neuronas del cerebro. Un mundo mágico y quizás el menos investigado de nuestro ser, ahora compite con otra posibilidad de afrontar preguntas. La inteligencia artificial se llama ‘ChatGPT’ y parece real. Para esto lo mejor es probar y entablar una conversación o retar a la máquina. Lo he hecho y me ha sorprendido que cualquier pregunta lógica que puedas plantear, tenga una respuesta tan lógica o más. He repetido la misma pregunta y la respuesta ha sido semejante y mejorada. He vuelto a hacerla por tercera vez y no ha habido respuesta. De inmediato el ordenador me preguntó si me encontraba bien o me fallaba la vista, puesto que sus respuestas fueron claras. Me aconsejó descansar, tomarme una caña y pensar mucho en las elecciones generales, a quien votar. Puesto que ni ella sabía lo que iba a pasar.

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