El Correo de Burgos

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RELLENAR. Es muy habitual que en todo tipo de escritos, por supuesto también en los periodísticos, se metan de rondón morcillas que sirven para hacer ver que el papelote tiene más enjundia de la que le corresponde. Un ripio se convierte en una égloga, una nota de la comunidad de vecinos en un Quijote y una normativa autonómica en los tropecientos volúmenes del derecho romano que estudian los futuros abogados. Además de los políticos, quienes más relleno meten al producto son los vendedores que quieren cobrar más por lo poco que dan. Imaginen, pues, los rellenos que meten los representantes públicos y sus satélites funcionariales cuando quieren vender algo, sea lo que sea. Cuesta distinguir el grano de la paja. Pues una de las cuestiones que se han convertido en relleno, en morcillas que embuchar en cualquier proyecto de alcance turístico, la encontramos en múltiples administraciones públicas cuando hablan y repiten e insisten en la promoción de la enseñanza del castellano como recurso turístico, motor de riqueza, de intercambio cultural y casi de remedio contra el cambio climático. Por mucho que se incluya en el catálogo de las intenciones políticas nunca se han conseguido resultados. Sólo Salamanca puede decir que logra destacar en la industria de la enseñanza del español. Siete de cada diez personas que acuden a Castilla y León para aprender el idioma lo hace en la capital charra. Bien por ellos y mal por quienes pudimos consolidar un monopolio en esa misma industria del español y la echamos a perder. Resulta que hace 115 años que se inauguraron en Burgos los primeros cursos reglados de español para extranjeros. Estos fueron los, en algún tiempo famosos, Cursos de Verano Merimeè-De Sebastián, fundados en 1908 por Ernest Merimeé, titular de la primera cátedra francesa de Lengua y Literatura Española en la Universidad de Toulousse-Le Mirail (Francia), y Rodrigo Sebastián, catedrático de Francés del centenario Instituto Cardenal López de Mendoza de Burgos. Hace un par de décadas más de trescientos estudiantes participaban en estos cursos que se evaporaron tras la crisis económica. Desde entonces en Burgos cualquier planificación estratégica de desarrollo de la ciudad menciona el hipotético potencial para generar atracción de visitantes y riqueza gracias a la lengua castellana, cuyos primeros vestigios escritos se conservan en los cartularios de la localidad burgalesa de Valpuesta. Pues ni por esas. Lo dejamos morir después de ser incapaces de alimentar este centenario embrión de la enseñanza del español. Ni un entierro en condiciones le hicieron. No tardará el Ayuntamiento de Burgos en poner en marcha la maquinaria para dotarse de un nuevo y actualizado plan estratégico. Apuesto el flequillo a que de relleno meterán la morcilla del potencial de Burgos como destino del español. Si no fuera por la Universidad de Burgos que constantemente trae grupos de alumnos de las universidades con las que mantiene acuerdos, seguiríamos haciendo el ridículo con la pérdida de un recurso vital, tanto que no hay papelote en el que no lo mencionen.

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