El Correo de Burgos

El gabinete

Fernando Pérez del Río

Marrakesh en plaza Vega, Burgos

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Merece fijar la atención en la existencia de una regla de la diplomacia que consiste en la reciprocidad, si un país tiene unas condiciones de acogida y residencia el otro también. Si un niño de padres extranjeros nace en nuestro territorio, es inmediatamente español con todos las libertades y beneficios, y tras cumplir ciertos requisitos burocráticos, es relativamente fácil que sus padres extranjeros consigan la nacionalidad española.

Pues bien, no viene mal aclarar, ¿qué ocurriría si usted quisiera nacionalizarse en un país árabe? La respuesta es bien sencilla: no podría, es imposible. Hace poco me encontré a un hombre que era la tercera generación de italianos viviendo en Egipto, me comentó que después de casi un siglo residiendo en Egipto no habían conseguido la nacionalidad, puesto que, para obtenerla, sus padres deben ser egipcios.

Para remediar cualquier duda pondré otro ejemplo. Un matrimonio sirio o ucraniano huye de su país y se instala en Marruecos. Allí, este matrimonio tiene un hijo, ese hijo nunca será marroquí, y se indicará a los padres sirios o ucranianos que se vayan a sus embajadas correspondientes a inscribirlo como sirio o ucraniano.

Todos los países árabes (hasta donde he podido investigar) solicitan para nacionalizarse que el padre sea del país. Por tanto, es imposible que un extranjero llegue a nacionalizarse en un país árabe, incluso si su hijo nace allí, insisto. En resumidas cuentas, usted jamás podrá ser de esos países aunque así lo desee.

También hay países desarrollados como Japón, el más envejecido del mundo, que tiene cerradas sus puertas a cal y canto a los migrantes. No entraré en explicar las diferentes leyes de cada país árabe, Qatar, Omán, Marruecos, Siria, etc. Pero, en general, vienen a ser las mismas, y es imposible conseguir la nacionalidad. Otro aspecto político que me ha llamado la atención de estos países árabes, es que tanto los de derechas como los de izquierdas defienden estas políticas, su país es suyo y de nadie más. Podríamos decir que nuestros vecinos pueden venir a nuestra casa, sentarse en nuestra mesa, cocinar en nuestra cocina con todos los beneficios, convivir con nosotros, pero nosotros no podríamos ni vivir en su casa, ni cocinar en su cocina.

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